Salud emocional en los hijos
Además de la pareja, los hijos también sufren cuando ocurre un divorcio, y los padres son los responsables de las consecuencias que este proceso tenga en su salud emocional, de acuerdo a la forma en que se enfrente esta situación.
Cuando al amor termina, la confianza se pierde o cualquiera que sea la razón por la que un matrimonio finaliza, no sólo sufre la pareja, sino también los hijos, ya que ellos enfrentan las consecuencias de la separación, cualquiera que sea su edad. Por otra parte, lo único que varía en estos casos, es la forma en que manifiestan sus sentimientos.
Los efectos dependen en gran medida de cómo se lleve el proceso de separación y divorcio. Ana Gabriela Martínez Gutiérrez, psicóloga especialista en maltrato familiar y relaciones de pareja, señala que si durante el matrimonio existieron constantes peleas y agresiones por parte de alguno de ellos y estas fricciones se prolongaron durante el proceso de separación, “Es muy probable que exista un daño emocional en los niños”, señala.
Pero si el proceso de divorcio se da por mutuo acuerdo, el daño será menor. Por otro lado, cuando se toma la decisión de ponerle fin a una relación porque tal vez las personas no son compatibles, no es lo que esperaban o cualquier otra circunstancia, se evita ofrecer una mala calidad de vida tanto a los hijos como a la pareja. “Cuando se da esta situación y los padres hablan con los hijos, claro que van a resentirlo, pero los efectos serán menores a los que experimentarían al ser testigos de las discusiones antes del divorcio”, comenta la terapeuta.
Existen otras parejas que lejos de preocuparse por el bienestar de sus hijos y por su estabilidad, los toman como un «arma» para atacar a la otra parte. Ya sea el padre o la madre, hacen acusaciones frente a los hijos en contra del otro, y al final los pequeños son quienes resultan afectados. “En su intento por quedar bien, lo único que logran es hacer sentir a los hijos entre la espada y la pared. Todo depende de cómo se maneje la separación”.
Martínez Gutiérrez señala que es importante hacer ver y sentir a los hijos que la única relación que terminará es la de sus padres, no la que ambos tienen con ellos o la relación familiar. En ese sentido, la psicóloga indica que es necesario evitar preguntas tales como: “¿Con quién quieres irte?, ¿quién te trata mejor?”, en lugar de eso, es recomendable explicarles de una forma serena y sin discusiones, que lo mejor es la separación, tanto para ellos como para los padres. “No se les harán preguntas acerca de si está bien o mal terminar la relación, como: ‘¿Qué piensas de que tu papá y yo nos vayamos a separar?’ No. Se trata de plantearles la decisión que han tomado, explicándoles de manera breve y concisa el motivo de la separación”, recomienda la terapeuta.
También puntualiza que no es necesario entrar en detalles, además de evitar todo tipo de comentarios negativos hacia cualquiera de las partes. Los niños no tienen necesidad de conocer los motivos, simplemente tienen que saber que sus padres ya no van a estar juntos. Esto puede ocurrir a cualquier edad. Si los hijos son mayores, tal vez sea difícil que no se hayan dado cuenta que existían situaciones de infidelidad, violencia u otros motivos. “Cuando los hijos son pequeños, no se le comentarán las razones que impulsaron el divorcio, simplemente se les dice que sus padres tendrán que separarse”.
FACTORES DE RIESGO
El primer factor de riesgo es que no exista una relación de cordialidad entre los padres. Otro de los factores es que los hijos usen el chantaje. Esto sucede cuando aprenden a tomar ventaja de la situación. Un claro ejemplo de ello, es cuando uno de los padres llama la atención del menor y éste amenaza con irse con el otro. Para evitarlo, los padres deben usar la inteligencia emocional y ser firmes. Una estrategia es hacerle ver a los hijos, cuando son adolescentes, las cosas con las que cuentan en casa, no obstante, si su decisión es irse con el otro padre, hay que dejarlos en libertad de hacerlo.
Cuando los padres no cuentan con esa seguridad, pueden solicitar el apoyo de un profesional. “No es necesario tener dinero, pueden acudir a instancias gubernamentales donde el servicio es gratuito, o a cambio de módicas cuotas, para que puedan recibir la orientación que requieren”. Pero no sólo los papás pueden acudir a terapia psicológica, sino también los menores, con quienes se trabaja mucho en familia.
EFECTOS EMOCIONALES
En todos los casos existen efectos emocionales, tanto en pequeños como en jóvenes. Aunque la separación se dé en buenos términos, algunas veces los niños tardan en asimilar o aceptar el proceso. Y es que, entre más pequeños sean, existe la fantasía de que sus padres volverán a estar juntos al día siguiente.
En la mayoría de los niños, los efectos se detectan en la escuela, por ejemplo si se trata de un estudiante con buenas calificaciones y empieza a tener malas notas, se muestra un poco más agresivo con sus amigos, comienza a desobedecer o a comportarse de una manera retadora, éstas son señales ineludibles de que algo ha cambiado su ritmo de vida.
Aunque también hay casos que se presentan en menor escala, en que los hijos no tienen ninguno de estos síntomas pero sí actúan de forma diferente, por ejemplo, cuando el menor busca actividades artísticas o deportivas para canalizar su frustración o enojo, a las que se dedica por horas completas.
Cualquiera que sea el caso, es necesario que los padres no lo pasen por alto y «tomen cartas en el asunto», indica la especialista en relaciones familiares. De no hacerlo, el menor puede caer en depresión. Si presenta indicios de un intento de suicidio, aunque sea un niño, se debe canalizar con el psiquiatra, para ver si es candidato a recibir algún tipo de apoyo farmacológico.
Si es una depresión leve o moderada, contar con apoyo psicólogo y alguna actividad extra curricular, puede ser la «medicina» ideal para el menor. Se trata de regresarle el sentido de pertenencia a un grupo, porque al ocurrir la separación, los hijos sienten que han sido removidos del grupo al que pertenecían, que en este caso es la familia. Lo más importante es que los padres comprendan que después del divorcio no están obligados a llevar una relación de amigos, pero sí una de cordialidad, insiste la psicóloga.
TODOS SUFREN
Sin embargo, no sólo los hijos sufren con la ruptura. Cuando hay un proceso de divorcio, aunque haya sido por mutuo acuerdo, la atención no sólo se debe centrar en los niños, sino también en los padres. Y es que al fin de cuentas, un divorcio es una pérdida, aunque se haya tomado la decisión de terminar con la relación, se vive como un proceso de duelo.
El dolor se produce no sólo por haber perdido a la pareja, sino por haber perdido la relación y las expectativas que se depositaron en aquella unión.
La psicóloga recomienda expresar el dolor sin limitar los sentimientos de forma que no se cree un conflicto mayor. También señala que es necesario expresar los sentimientos a los hijos, ya que esto, además de generar tranquilidad, les dará confianza para expresar lo que sienten, cualquiera que sea la situación.
“De alguna u otra forma, los niños se dan cuenta porque son muy perceptivos”, subraya Martínez Gutiérrez. Finalmente, la psicóloga comenta que sin importar la edad de los hijos, esta situación siempre causará les algún impacto, “Pero la magia es la madurez de los pequeños, y sobre todo el tratamiento que sus padres den al proceso de separación”.
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