Disturbios. Manifestantes lanzan piedras a las fuerzas de seguridad durante una operación llevada a cabo para desmantelar una de las dos acampadas de los simpatizantes del depuesto presidente Mohamed Morsi, cerca de la mezquita de Rabea al Adauiya, en El Cairo, Egipto.
Al menos 278 personas murieron ayer durante el desmantelamiento de los campamentos levantados por los Hermanos Musulmanes, simpatizantes del expresidente egipcio, Mohamed Morsi, derrocado el pasado tres de julio por el Ejército.
El país del Nilo se encuentra en estado de emergencia.
De acuerdo con los datos de las autoridades egipcias, los muertos civiles sumaban ayer 235, mientras que de las fuerzas de seguridad la cifra era de 43. La cifra de heridos ronda los dos mil.
Los simpatizantes de Morsi levantaron en un mes y medio campamentos de protesta en las calles del barrio de El Cairo conocido como Ciudad Náser. En cuestión de horas, las fuerzas de seguridad convirtieron todo en escombros.
Según reportes de la prensa internacional, al principio los Hermanos Musulmanes no respondieron en un primer momento al desalojo, pero luego se dispusieron a defender los campamentos.
La violencia se extendió más allá de El Cairo y los partidarios de Morsi y las fuerzas de seguridad se enfrentaron en las ciudades de Alejandría, Minya, Assiut, Fayoum y Suez, además de en las provincias de Buhayra y Beni.
El gobierno egipcio, respaldado por las fuerzas armadas, declaró un estado de emergencia de un mes, restaurando la autoridad militar que mantuvo por décadas antes de la revolución a favor de la democracia en 2011.
El primer ministro, Hazem el-Beblawi, defendió el uso de la fuerza, diciendo que las autoridades "no tuvieron más opción que actuar para poner fin a la expansión de la anarquía". Por su parte, los Hermanos Musulmanes dijeron que el número de víctimas era mucho mayor y describieron la acción de los militares como una "masacre".