Cierres. En la imagen se observa a un trabajador que coloca una mensaje que señala el cierre del museo debido a la parálisis gubernamental que empieza hoy.
A unas horas de que venciera un plazo que paralizaría algunas operaciones del gobierno, los republicanos en la Cámara de Representantes moderaron el lunes sus exigencias de que se postergue la implementación de partes clave de la reforma de salud a cambio de financiación esencial para las dependencias federales.
Pero el presidente Barack Obama y los demócratas rechazaron las propuestas tan pronto como se presentaron.
"Estamos en el límite", dijo la senadora Bárbara Mikulski, demócrata por Maryland.
Durante una larga jornada, e incluso tras caer la noche en el Capitolio, el Senado torpedeó un intento de los republicanos para vincular la financiación del gobierno con cambios en la nueva Ley de Salud, a la que llaman "Obamacare". En tanto, los republicanos en la Cámara de Representantes respondieron con una segunda propuesta, pese a señales claras de que su unidad se estaba fisurando.
El mercado bursátil cayó ante los temores de que persistiría el estancamiento político entre la Casa Blanca y el grupo conservador Tea Party en el Partido Republicano, aunque distintos analistas sugerían que era improbable un daño significativo a la economía nacional a menos que el cierre de operaciones durara más que unos cuantos días.
Aun así, un cierre enviaría a casa a cientos de miles de trabajadores del sector público y generaría inconvenientes a millones de personas que dependen de los servicios federales, o que visitan los parques nacionales y otras atracciones. Algunas partes críticas del gobierno, desde las fuerzas militares hasta los controles del tráfico de las aeronaves, seguirían abiertas.
Mientras los legisladores seguían en su batalla, el presidente Barack Obama instó a los republicanos en la Cámara de Representantes a abandonar exigencias que, según el mandatario, estaban concebidas para "salvar su prestigio luego de hacer promesas imposibles de cumplir a la extrema derecha de su partido". Al hablar de la ley de salud que ampliará su implementación hoy martes, el mandatario dijo enfático, "esta financiación está lista ya. No la pueden anular".
El líder de la Cámara de Representantes, John Boehner, respondió unas horas después en el pleno, "el pueblo estadounidense no quiere un cierre del gobierno; yo tampoco".
Sin embargo, añadió que la nueva ley de salud "tiene un efecto devastador", por lo que "debe hacerse algo".
Pese a la postura desafiante de los republicanos, fue evidente que el líder de la mayoría demócrata en el Senado, Harry Reid, y sus correligionarios tenían la ventaja en un juego político cuyo final se acercaba rápidamente. Los republicanos tendrían que decidir pronto si permiten que el gobierno siga abierto o si se marchan con las manos vacías tras un duro forcejeo con Obama.
Algunos republicanos, tanto moderados como conservadores, se mostraron dubitativos sobre los pasos a seguir.
El representante por Georgia, Phil Gingrey, dijo percibir que los republicanos estaban emprendiendo una retirada, en vista de sus exigencias ajustadas a la baja. Scott Rigell, de Virginia, dijo que no había unanimidad cuando los militantes se reunieron para discutir el paso siguiente.
Pero por primera vez desde hace más de una semana, cuando empezó esta contienda, surgieron muestras públicas de disenso hacia la estrategia republicana enarbolada ante la insistencia de legisladores alineados con el Tea Party y que trabajan en coordinación con el senador Ted Cruz, de Texas.
El representante Charles Dent, de Pensilvania, se mostró dispuesto a votar por una legislación que mantuviera operando al gobierno y que no contuviera provisiones relacionadas con la reforma de salud.