Se van de Sinaloa por violencia

A sus 43 años de edad, Isidro Leyva Rodríguez, padre de siete hijos, nunca pensó que dejaría el pueblo que lo vio nacer y que su vida quedaría marcada por la violencia. Hoy se abre paso en una ciudad no tan desconocida, pero sí alejada de la tranquilidad de su comunidad, donde el ruido de carros y motocicletas en nada se asemeja al trotar de los caballos y al canto de las chicharras.

Antes se despertaba con el canto de los gallos, que anunciaba el nuevo día, mientras que en su nuevo hogar se levantan con los gritos de ambulantes.

Originario del pueblo El Llano, ubicado a más de tres horas de camino de la cabecera municipal de Concordia, Isidro ahora habita en un predio sin servicios públicos y lleno de alimañas, el cual fue otorgado por el Gobierno municipal, así como un pie de casa, al cual él apenas empieza a darle forma de hogar. Viven sin agua potable y energía eléctrica, se alumbran en la noche con cachimbas y el agua se las llevan en pipas.

Recargado en la puerta de su casa, toma aire y agacha su cabeza, no sin antes cerrar sus ojos. En busca de sus recuerdos, hurga en su mente, sus ojos se nublan al hablar de que la vida en las ciudades grandes es diferente, lo que gana no le alcanza para nada.

Ahora para llevar dinero a su hogar, trabaja de "banderillero" -dando el paso a los carros cuando la vía queda libre-, en la construcción de la nueva carretera Mazatlán-Durango, cerca de Concordia, en el turno nocturno, por lo que le pagan 150 pesos por día.

"La vida es muy diferente, lo que gana uno no alcanza para nada, de mis siete hijos, tres son mujeres y estudian primaria y secundaria; los cuatro hombres, que son los mayores, trabajan, por eso hemos podido medio construir la casa".

Asegura que optaron por hacerse a un lado y abandonar su pueblo por la violencia que ahí imperaba, "hay que hacerse a un lado, mejor, antes de todo".

"Nos tocó ver lo que sucedía y dijimos: 'qué esperamos, hay que hacernos a un lado', fueron varios los muertos que nos tocó ver y enterrar, y la seguridad no se veía, a veces los policías y los militares entraban y salían, pero no'más".

Del poblado del que proviene, El Llano, fueron 30 familias las que se salieron, nadie quedó hoy, todos están regados en Concordia y Mazatlán, explica.

"Ahí anda la gente batallando. Uno cuando menos ya tiene su techo, pero otros no tienen nada. Es triste ver cómo de la noche a la mañana uno se queda sin nada", lamenta.

Para ellos no era un secreto ver gente armada que se alcanzaba a esconder en el monte, sin embargo, antes no se metían con nadie, pero para evitar un problema y estar hasta en riesgo de perder la vida, optaron por salirse.

"Todo se quedó perdido en el monte: ropa, muebles, casa, animales, todo se fue abajo, nos trasladamos por medio del ayuntamiento a estos terrenos; nos prestaron camiones, fuimos por cosas y sacamos a todas las familias y lo poquito que nos pudimos traer, lo más necesario para empezar de nuevo".

Para don Isidro si hubiera la oportunidad de regresar a su pueblo lo haría, porque la vida es más barata allá.

"Aquí está muy duro, allá uno vive del cultivo, y de lo que el arroyo tiene, la misma tierra produce lo que uno cultiva y aquí en este cuadrito qué vamos a sembrar, nada".

 MúLTIPLE HOMICIDIO LOS HIZO ESCAPAR

La familia de Isidro se suma a las más de 200 que han sufrido el destierro de la zona serrana de Concordia y Mazatlán, que son El Tiro, Zaragoza, El Platanar de los Ontiveros, La Cieneguilla, Aguacaliente y Zapote. El gobierno los reubicó entre los municipios de Mazatlán y Concordia y les otorgó el pie de casa.

Alfredo Bastidas Gutiérrez, comisario de la comunidad serrana de Zaragoza, pueblo desplazado por la violencia, informó que están en esos terrenos porque no tienen donde vivir, pero no tienen luz, agua y menos drenaje. Estimó que para agosto se resuelva este problema.

El diputado electo Felipe Garzón dijo que son siete pueblos los desplazados por la violencia en la sierra de Concordia, por lo que el ayuntamiento adquirió cuatro hectáreas en la cabecera municipal.

Mientras, don Isidro señala que lo que los obligó a salir de manera forzada del pueblo fue el asesinato de nueve personas en El Platanar de los Ontiveros, apenas a unas cuantas horas de celebrar la cena de Navidad el año pasado.

Ellos vieron cómo personas armadas llegaron a esta comunidad y a otra denominada Los Naranjos y se apoderaron de las calles, tomando el control de las mismas para asesinar a nueve hombres, entre ellos un estudiante de criminalística.

 PIDEN RESPETAR DERECHOS HUMANOS

Más de mil 220 familias de 11 municipios de Sinaloa han sido desplazadas de sus lugares de origen, principalmente por la violencia que impera en esas zonas, en 2012 y lo que va de este año.

La visitadora adjunta de la Comisión Estatal de los Derechos Humanos en Sinaloa, María de los Ángeles Valdez, informó que emitieron una recomendación -la número 10- al Gobierno del Estado para que atienda a estas personas.

En la recomendación dieron a conocer un informe sobre el desplazamiento que viven estas familias.

Manifestó que es triste ver cómo las autoridades se muestran insensibles e incapaces para dar una solución a este problema, para que las personas retornen a sus hogares de una manera segura.

Lamentó que en gran parte de la sierra operan grupos armados, lo que hace imposible que las familiares regresen y ello ocasiona que las autoridades busquen apoyarlos con empleo temporal y casas, pero no se le ha atendido a 100%.

Con esta recomendación se busca modificar pautas de conducta en las autoridades estatales y municipales para que se respeten los derechos humanos.

Dijo que el número de desplazados puede ser mayor, porque no hay un censo.