Siglo Nuevo

Semilleros del gran teatro

ARTE

Facultad de Teatro de Xalapa. Universidad Veracruzana.

Facultad de Teatro de Xalapa. Universidad Veracruzana.

Alfonso Nava

México cuenta con una nutrida historia en el ámbito del desarrollo teatral, especialmente en la actuación, incubada en talleres y foros escolares que han crecido hasta convertirse en verdaderas academias de vanguardia.

Para entender por qué ciertas escuelas de teatro son las más prestigiosas en México, es preciso conocer que en el país las dinámicas del teatro universitario derivaron a la noción de la profesionalización del actor y más aún: la idea de éste como un artista en la más amplia definición de la palabra, es decir, un intérprete y un creador.

Tocada por la industria del entretenimiento, la actuación fue por mucho tiempo vista como un oficio. Los primeros talleres y academias ya consideradas bajo la integralidad del arte dramático, nacieron gracias a dos visiones: el involucramiento de dramaturgos mexicanos en todos los ámbitos del trabajo escénico (desde la iluminación y la escenografía hasta la interpretación y el texto) y la invasión de vanguardias europeas, particularmente las enseñanzas polaca y rusa.

En los años cuarenta el escritor Salvador Novo instituyó La Capilla, en la calle Londres del barrio de Coyoacán, espacio que se convirtió en uno de los nichos fundacionales del nuevo teatro con sello azteca. Junto al poeta Xavier Villaurrutia, su compañero de generación, Novo incentivó la creación de la Academia Mexicana de Teatro, la cual evolucionaría en la escuela del Instituto Nacional de Bellas Artes, que arrojó a varias generaciones notables de histriones, quienes pocos años después despuntarían en el llamado cine mexicano de entre los sesenta y la última década del siglo XX. En preparatorias y facultades, la actuación empezó a estudiarse desde esta misma perspectiva integral, bajo la tutela de dramaturgos o académicos del teatro como Rodolfo Usigli o Fernando Wagner.

La puesta en escena de La hija de Rappacini, en 1956, fijó en México la concepción del teatro como un arte mayor y propició la profesionalización del gremio. Con guión de Octavio Paz, escenografía de Leonora Carrington más la unión de grandes intérpretes, dicha pieza impulsó la articulación de academias de teatro y fue casi el punto de partida para materializar proyectos como el Centro Universitario de Teatro (CUT) y la propia licenciatura en Arte Dramático en la Facultad de Filosofía y Letras (FFyL) de la UNAM.

El Colegio de Literatura Dramática y Teatro de la FFyL de la UNAM es, junto a la escuela del INBA, la institución más antigua de teatro y actuación, al menos en la capital de la nación y bajo esta visión exhaustiva. Sus primeras actividades datan de 1934, aunque entonces sólo funcionaba en la modalidad de talleres especializados. Fernando Wagner tuteló a varias generaciones de actores mientras que Rodolfo Usigli impartió cátedras de creación dramatúrgica y crítica teatral.

COMPETENCIA PRODUCTIVA

En 1960, por el impulso de los festivales de teatro de bachillerato (certamen que sigue vigente en la UNAM, en el cual participan preparatorias públicas y privadas de todo el país) y ante el nivel de especialización que cobró el Colegio de Literatura Dramática y Teatro (que para entonces ya ofrecía el grado de licenciatura), Héctor Azar impulsó la creación del CUT, el Centro Universitario de Teatro, con el fin de ofrecer talleres libres y además incentivar un modelo de investigación teatral y resguardo de memorias. El CUT operaría, pues, como un centro anexo al colegio, instalándose en un inmueble en la calle de Sullivan, en la colonia San Rafael (mismo que hoy alberga al Museo El Eco).

La competencia entre ambas instancias universitarias generó una dinámica de creación que daría grandes bríos al teatro mexicano y como consecuencia a la actuación en general. El CUT se abrió a la vanguardia, incorporó a sus métodos técnicas como la Stanislavsky y las de exploración corporal como la llamada ‘Biomecánica’, importada de las tradiciones de Europa central. Mientras el Colegio especializó el ámbito de la preparación profesional de teatreros, el CUT se dedicó casi exclusivamente a la producción. A mediados de los sesenta generaciones de actores egresados del CUT y del INBA empezaron a poblar la cinematografía nacional.

La película Los caifanes, de 1966, es quizá la primera muestra mayor de la preeminencia que fue cobrando el teatro universitario. Dirigida por Juan Ibáñez, hasta entonces un director exclusivamente teatral, con guión de Carlos Fuentes y Carlos Monsiváis, el reparto de esta cinta se integró en su totalidad por jóvenes histriones del CUT y del INBA.

CON TINTES DE RUPTURA

Entre los sesenta y los setenta la llegada de Ludwik Margules al teatro mexicano marcó una revolución fundamental hoy muy valorada por dramaturgos, directores, productores y en general por la comunidad teatrera. Sin embargo en su momento creó diversas escisiones entre cierto sector que encontraba exageradas las innovadoras técnicas histriónicas.

Margules desarrolló una tesis de la actuación como acto poético, donde cada evolución interpretativa, cada directriz de ejecución, fueran apenas un elemento para que el actor creara a partir de su propia experiencia y en la exploración de sus emociones, un universo complejo e íntegro que se desbordara más allá del parlamento, incluso si no había parlamento de por medio.

Su base operativa a finales de los setenta fue el CUT, que se consolidó entonces como la cuna de la actuación de avanzada. Las tesis de Margules provocaron que los propios histriones orientaran su interés hacia otros géneros escénicos. Esa época del CUT despuntó en producciones que amalgaman la danza con el teatro, por ejemplo; que reformulan el performance y reivindican tradiciones como el cabaret. Hoy en día el CUT mantiene ese espíritu, paradójicamente fijado a hierro por Margules, porque ante todo es un ánimo de búsqueda libre.

AL ESTILO DEL SUR

Durante el patriarcado de este hombre de teatro polaco, México se vio invadido de figuras transformadoras de la escena centroeuropea. La influencia se diseminó hacia varios lugares del país. En Coahuila relucieron Nancy Cárdenas y Jesús González Dávila, promotores de talleres de teatro experimental que se multiplicaron en varias ciudades.

En Veracruz, ese sentido de experimentación y los talleres para desplegarlo tuvieron actividad desde la década de los cincuenta. Gracias al establecimiento formal de la Academia del INBA, junto a los proyectos de coinversión estructural en los estados, a principios de los setenta ese estado vio surgir su primera institución de enseñanza formal, emplazada en la Universidad Veracruzana.

Al dar lugar a su propia propuesta teatral, junto a un desarrollo destacado en el ámbito de las artes escénicas (especialmente en la danza), la Facultad de Teatro de Xalapa respaldó los movimientos de vanguardia y se consolidó como una de las escuelas más completas y también quizá la más abierta, en tanto en el DF hubo división entre lo revolucionario (encabezado por Margules) y lo tradicional.

Al tiempo, esta facultad vivió el mismo proceso del Colegio de Arte Dramático de la FFyL de la UNAM, con una consolidación de la licenciatura en Teatro, que intercambió la formación actoral por una dinámica de preparación enfocada tanto hacia producción como a crítica.

FÁBRICAS DE GRANDEZA

La Casa del Teatro en el Distrito Federal (y sus filiales en otras entidades) representó el contrapeso de los movimientos de Margules, creado por iniciativa de dramaturgos de cuño convencional como Víctor Hugo Rascón Banda o Vicente Leñero.

Aparte de reconcentrar los métodos tradicionales de preparación actoral, La Casa del Teatro perfiló su modo de enseñanza hacia la idea del arte dramático como un catalizador social, un espacio para compartir mensajes y vincular a la comunidad; a su vez, la pedagogía histriónica se reformuló hacia una misma directriz: que el actor se constituya en el favorecedor de esas realidades sociales inmediatas y que su desempeño ‘performativo’ sea una manifestación de ello.

Hacia ejes similares, pero con una plantilla integrada por las más diversas corrientes, CasAzul es el centro de educación actoral de la compañía Argos, cuyos productos televisivos buscan un balance entre el entretenimiento y un contenido de cierta profundidad o de impacto social. Entre sus profesores se cuentan actores como Claudio Obregón, instruido por Margules, pero también hay creadores procedentes de otras escuelas y doctrinas.

Y aunque sus egresados generalmente son encauzados a la televisión, sus programas y planteamientos conservan este tratamiento eminentemente teatral, nacido en la tradición universitaria.

Claramente, el bagaje de cada una de las escuelas citadas las dota de la suficiente solidez como para convertirlas en incuestionables semilleros del mejor teatro nacional.

Correo-e: ziggynsane@gmail.com

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