¿Qué hace que una senadora se crea y se vea a sí misma como una autoridad?; ¿qué pasa por su cabeza que piensa que su calidad de representante de su estado en el Senado de la República la hace distinta al resto de los ciudadanos?; ¿cómo entiende el poder esta senadora y muchos otros funcionarios públicos?
Lo primero que da risa en el caso de la Lady Senado, de esa risa que se convierte en coraje, es que la Senadora perredista por Quinta Roo, Luz María Berinstáin, crea que un Senador es una autoridad. El que cuando asista a los pomposos eventos públicos el siempre cursi maestro de ceremonia se refiera a ella como parte de "las demás autoridades que nos acompañan" es en realidad una forma de ninguneo y para nada significa que sea una autoridad y mucho menos que tenga alguna autoridad dentro del aeropuerto.
Para tener autoridad, ésta debe ser expresamente conferida por ley. En el avión presidencial el Presidente es el Presidente, pero la autoridad dentro de la cabina es el capitán piloto: él puede ordenarle al presidente que se siente, que se ponga el cinturón, que se aviente por la rampa en caso de emergencia, que no se suba algún material que se pueda considerar peligroso, etcétera. En un barco manda el capitán y en el aeropuerto las autoridades designadas para ello. De otra manera se corre el riesgo de que todos los mareaditos del ladrillo, como esta senadora, quieran mandar. Es evidente que la Lady Senadora no tiene ninguna autoridad para abrir o cerrar un vuelo, lo que tiene, y curiosamente nunca alegó, es derechos como pasajero, pero no los alegó porque ella sabía que estaba en falta, pues los únicos más impuntuales que los aviones son los legisladores.
No hay en la ley ninguna sola disposición que le dé a un Senador(a) el carácter de autoridad. Es un ciudadano(a) representante de una estado, nada más. Por el contrario, lo que sí dice expresamente la ley como parte de las obligaciones de un Senador es: "Abstenerse de realizar actos incompatibles con las funciones que desempeñan, así como de hacer valer su condición de legisladores en beneficio propio" (Artículo X, capítulo 1, sección VI del Reglamento del senado de la República).
Lo preocupante de la senadora Berinstáin no es que se haya peleado con una empleada de un mostrador de una línea aérea. Todos hemos tenido malos ratos en los mostradores del aeropuerto pues cada día tratan peor a sus pasajeros. Las aerolíneas son indefendibles, pero ese es otro tema. El problema es la prepotencia y la incapacidad de la señora de hacerse cargo de sus errores, la amenaza al más débil como sistema de poder y el daño que le hace a las instituciones, en este caso al Senado de la República y el PRD, con su show.
Pero lo más patético del caso es que que Lady Senado se dedicó a amenazar y a tomar fotos con su teléfono a la señorita del mostrador sin darse cuenta que la estaban grabado a ella; la senadora fue víctima de su propia estrategia de intimidación. La señorita Yucatán 1984, que no logró "su sueño" de convertirse en la "digna representante de nuestro país (Raúl Velasco dixit)" es hoy la más famosa y "digna" representante del senado de la República.