La niñez es la etapa más feliz de la mayoría de los seres humanos. Si pudiéramos ser siempre niños, viviríamos en un estado permanente de gozo.
Sin embargo, los niños nos muestran grandes enseñanzas con sus actitudes y conductas.
Favorablemente, yo tengo dos grandes maestras: mis sobrinas-nietas Bárbara y Sofía.
La convivencia frecuente con ellas, me proporciona grandes lecciones que enriquecen mi vida y la llenan de alegría.
Como no tengo la costumbre de convivir con niños y la convivencia con Luly y Jorge fue hace ya mucho tiempo, me asombran sus reacciones ante las situaciones simples de la vida.
Ello fue así, en esta Semana Santa, cuando en un viaje de familia nos acompañó Bárbara y como buena mujer, desde que salimos ella ya sabía a dónde íbamos: A Mac'Allen.
Me admiró, primero, su capacidad de resistencia, porque sentada en su sillita, en la parte de atrás del vehículo, se la pasó seis horas, salvo una pequeña escala y ahí se portó muy bien.
Debo precisar que nunca se portó mal, pero de repente entraba en crisis, por algún capricho, pero muy definido. Como cuando comenzó a pedir "una pelota azul". No una pelota, sino una pelota azul y no cejó en su empeño hasta que le conseguimos la dichosa pelota.
Si algo la incomodaba, pedía llorando la presencia de su padre, que como no iba en el viaje, sabía que era imposible que la complaciéramos. Su hubiera ido, estoy seguro de que hubiera pedido la presencia de quien no estuviera con la intención de justificar su llanto.
Tienen una memoria privilegiada. Ella alguna vez fue a Disney World, por lo que al llegar a Mac'Allen, la entrada le pareció igual a la del parque y comenzó a exigir que la llevaran al "mundo pequeño", que es su favorito.
Hubo necesidad de dar una vuelta completa para convencerla de que estábamos en otro lugar.
Es que en su mente, ellos retienen todo y más si es un parque de diversiones. De hecho se conformó con pasear en unos modestos juegos mecánicos que estaban por ahí. Si hasta eso, no pedía mucho.
Los niños viven el momento y lo mismo pueden estar bañados en llanto, que reír a carcajadas al siguiente.
Debe uno tener cuidado de no discutir, sobre todo las órdenes de la madre, delante de ellos, porque de ahí se agarran para hacer lo que quieren.
El niño es libre por naturaleza; y no es que sea desobediente, es que hay órdenes que su cerebro no registra, sobre todo cuando la orden va acompañada de una negación: No hagas esto y él escucha: "Haz esto".
Tenemos que tener cuidado en elevar constantemente su autoestima. Si los menospreciamos crecerán sintiéndose menos que los otros. Pero si los alentamos, seguramente, con el paso del tiempo, podrán conseguir lo que se propongan.
Nunca debemos frustrar sus sueños, ni decirles que algo es imposible. En sus mentes todo es posible. Y lo es a cualquier hora.
Bárbara se despertaba a las cuatro de la mañana, pidiendo uvas y había que estar preparados para complacerla, si quería uno evitar un drama.
Es verdad que a los hijos hay que educarlos con un poco de hambre y un poco de frío, pero no negarles, sin motivo claro, lo que nos piden. Porque una cosa es un capricho y otra una necesidad o un antojo simple.
Mi querida Bárbara, tiene la costumbre de decir que todo lo que posee se lo regaló su "Tío Queman" y eso es falso. Por eso siempre que puede trato de complacerla, para que coincida su dicho con la realidad.
Los niños de este tiempo, nacen con un chip en su cabeza y por eso saben manejar los aparatos electrónicos con facilidad. Nosotros les tenemos miedo a esos inventos del diablo y por ello los manejamos con cuidado y nunca acabamos de dominarlos.
Son seres evolucionados que vienen a enseñarnos nuevos caminos y el verdadero sentido de la felicidad.
Nuestras mentes viven preocupadas, por el mañana, por la salud y el dinero y también pendientes del "qué dirán". A ellos no les preocupan esas cosas. Ellos sólo juegan, comen y duermen. Para ellos todos los días son domingos.
¡Que maravillosa edad! Pero para cuando nos percatamos de ello, ya hemos crecido y la vida y la rutina nos envuelve. Ya no cabemos en el "Carrusel" y si nos subimos nos bajamos con las piernas adoloridas.
Como dice la poesía de Manuel Benítez Carrasco: El niño quiso ser hombre…Se estaba tan mal de hombre, que ya no lo quería ser. Y cuando quiso volver a su placita de niños, ya no lo pudo lograr.
Cuidemos a nuestro niños, hagámoslos felices. Dejemos que den rienda suelta a su imaginación y acompáñelos en la etapa más importante de su vida.
Démosles las gracias por la lecciones de vida que nos dan y cuando menos algunas veces al año, tomemos la libertad de ser como ellos y recordemos a qué huelen los algodones de azúcar.
Por lo demás: "Hasta que nos volvamos a encontrar que Dios te guarde en la palma de Su mano".