*Fragmentos del texto leído en la presentación del libro “S=EX2. La ciencia del sexo” (Debate, 2013)
Pere Estupinyà, a lo largo de S=EX2. La ciencia del sexo y de El ladrón de cerebros, repite dos ideas; lo hace desde el arranque y remata con ellas. Dice la primera: "…rasquemos donde no nos pique"; reza la segunda: "… interesarse más por lo desconocido que por lo que ya sabemos".
Inquietarse y asombrase son regalos fecundos de ambos libros. Su lectura permite entender la libido cultural y científica de este divulgador de la ciencia, que abandonó el laboratorio por la difusión y la necesidad de compartir, inquietar y enriquecer al lector en los recovecos de la ciencia. El autor invita a bucear con él en el "fascinante océano de la ciencia".
Mirar la ciencia y desbrozarla abre múltiples abanicos. Eso hace Pere: de la bioquímica y la genética salta a las profundidades científicas y humanas del sexo, sin olvidar las inagotables cuestiones relacionadas con el universo, la pobreza y el cambio climático plasmadas en El ladrón de cerebros. Años atrás, el gran poeta lusitano Fernando Pessoa conminaba a arroparse en las frondosas ramas del árbol bienhechor de la duda: "¡No me vengáis con conclusiones! La única conclusión es morir". La ciencia del sexo impide concluir, exige vivir.
A lo largo de las casi 500 páginas de La ciencia del sexo, el autor ofrece, en 18 capítulos, un ameno paseo, cuya primera cualidad es la sencillez de la escritura. Sentarse y leer el libro es sentarse a conversar con Pere. Lo cito: "En el capítulo tres os contaré si terminé siendo el primer hombre en la historia en tener un orgasmo bajo el escáner de resonancia magnética funcional"; "Yo es que ni a mi padre ni a la ciencia la trato de usted"; y, entre una miríada de cálidas palabras, "yo venero la curiosidad, para mí es la gasolina del conocimiento".
Esa frescura se agradece. Escribir como se habla -eso hacen los buenos escritores- se aprecia al penetrar el libro; gracias al amable binomio conocimiento y escritura, muchos temas complejos se convierten en temas sencillos. Entrelazar ese binomio es arte; Pere lo teje con maestría. Basta revisar la amplia bibliografía para comprender la ardua labor de un divulgador; traducir al lenguaje ordinario textos de revistas como Nature, Sleep, o Urology requiere conocimiento científico y pluma literaria, y, por supuesto, "rascar donde no pique". Tras leer a Pere, modifico, sin su autorización, su idea: "picar por doquier para nunca dejar de rascar".
La aventura Estupinyà es larga y enriquecedora. A quien la inicie, lo conmino a hacerlo con lápiz y papel en mano: mucho debe anotarse, mucho surge en la mente, y aunque pocos son los huecos, la lectura, como toda buena lectura, siembra inquietudes.
El libro inicia con la siguiente ecuación: S=EX2, donde, según mi hipótesis, S es sexo, E significa Einstein y X es el signo utilizado para suplir el nombre de una persona. Lo del 2, lo del cuadrado, es obvio: la ciencia del sexo siempre debe ser al cuadrado. Tras la ecuación el menú. Como buen libro sobre ciencia el aperitivo son células y hormonas; de ahí, algunas nociones de anatomía, las razones de la erección, de la eyaculación precoz y de lo que sucede en el cerebro cuando el orgasmo es retratado por medio de resonancia magnética funcional.
Siguen estadísticas sobre el sexo en el mundo y un magnífico retrato del sexo en nuestra cama: punto G, masturbación, sexo anal, eyaculación femenina y tamaño del pene, explican lo que puede o no suceder en la cama. De la cama a la consulta médica y de ahí al mundo del sexo en la naturaleza y el sexo en la evolución. Quien desee entender las razones de sexo en los bares, la hipersexualidad, comprender los significados del amor en silla de ruedas, la urgencia de entender la normalidad de la homosexualidad, de la intersexualidad y la transexualidad así como las razones, o sinrazones, de la monogamia, o los motivos de los clubes de swingers, podrá, en La ciencia del sexo, caminar al lado de Pere por un vasto y maravilloso camino. Aunque todo tiene límites, los libros son ejemplo, me hubiesen gustado unas palabras acerca del sexo en los campos de concentración, de porque X le gusta a Y en vez de Z, de la nociva epidemia de utilizar Viagra o medicamentos similares desde muy tempranas edades, de las nefandas campañas para vender la "píldora rosa", de las razones por las cuales las religiones siempre han escogido al sexo como uno de sus principales enemigos y de los memes en el aprendizaje del sexo. Una mínima crítica: en este tipo de ensayos el índice onomástico es imprescindible.
La ciencia del sexo es un libro joven cuyo destino será pervivir. Explicar ciencia al lego es complejo. Desmembrarla y contagiarla es arte. Eso hizo Pere: rascó, hurgó, tuvo comezón, no tomó antihistamínicos, viajó, fue materia de estudio y mostró cuan hambriento es. Gracias a eso, La ciencia del sexo pervivirá y la vida del sexo mejorará.
Médico