Mis amables lectores podrán decir que esto que ahora escribo es sólo un cuento viejo, y quizás no les falte razón; pero en la política se da de todo: así sea viejo o nuevo. Esto es, más o menos, como señalar que en la actividad de nuestros políticos todo se vale, pero sólo a veces…
En tiempo de elecciones nada puede ser imposible, incluso lo inaudito. Hace años fui invitado por un amigo norteño a visitarlo en donde vivía: su pueblo era una de las localidades más norteñas del mero norte. Éste mi amigo, muy amable, me recibió feliz, a la norteña: me saludó con la consentida expresión: "Quihubo, pelao, tas en tu casa". El amigo aquel ya había dispuesto una pequeña mesa con refrescos y botanas, al centro de su sala. "Oye, oye, le dije, ¿de qué se trata, vas a solicitar nuestro voto, te andas casando o qué?"…
Nada de eso era, sólo me quería platicar que andaba jugando para alcalde de su pueblo, pero que ya se había rajado: renunció a ser postulado y se fue a vivir al otro lado del Río Bravo. Al rato lo interrogué sobre su repentino cambio; entonces arrimó una silla y me contó toda la verdad, "monda y lironda" con un abierto desparpajo. Y así me habló:
"Siempre consideré como mi padre y mi madre de sangre a la pareja que me habían recibido y mantenido en su casa, que me formaron para la vida y me tuvieron y mantuvieron desde chiquillo hasta peladote. Pero nada más, ya que cuando crecí y comencé a pisar sobre la política descubrí que aquéllos que antes creía ser mis padres, sólo eran un par de viejos tíos lejanos, y que mi supuesta madre era soltera, estado civil que descubrieron mis acérrimos enemigos en mi carrera política".
Además no faltó alguien que nos aclarara: "Si de verdad quieren participar en la política real, deberían pedirle a la supuesta madre que lo registre extemporáneamente como su hijo de ella; sólo que cuando se hizo el trámite salió a luz otra verdad: la verdadera profesión de aquella falsa madre, era de "dueña y mánager", según dijeron, en uno de los mejores "zumbidos" de Reynosa.
Aquél mi amigo amagó y asustó a sus fingidos padres con sus reacciones: "Yo pensé en reírme, y burlarme de aquella pareja; tanto del falso padre como de la falsa madre. Pero esta fémina, según platicó su aparente hijo, no se inmutó al confesarle como pseudo hijo y decir toda la verdad; la supuesta mamá lo acarició y le anunció: "no se amuine mi muchachito, ya verá que lo voy a subir a mi regazo para que no sufra desaires y mucho menos derrotas".
Ahora nada le falta a mi amigo, ya hasta sus papás lo miman y lo consienten; la supuesta madre, por su parte, lo designó su "heredero universal".
No a todos los políticos les va tan bien como a éste, pero la viñeta puede ser útil para ilustrar el alcance que tiene la guerra por una chamba en el poder, siempre que todo suceda en México.