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Solidaridad

Addenda

GERMÁN FROTO Y MADARIAGA

Es el nuestro un pueblo maravilloso, que se crece ante la adversidad.

Nunca habíamos sufrido tal devastación nacional. Si acaso episodios difíciles en alguna parte del país, como los terremotos del 85; y también entonces se hizo presente el verdadero rostro de su gente.

La inseguridad nos ha vuelto una sociedad, aislada y desconfiada. Ya no sólo no sabemos quiénes son nuestros vecinos, sino que no queremos saberlo.

Cualquier movimiento inusual en el barrio nos parece una amenaza; y no acostumbramos tenderle la mano, sino a aquellos que forman parte del reducido grupo que nos rodea.

Pero en ocasiones como ahora la solidaridad se hace presente de manera manifiesta. La gente se moviliza en todas partes del país y hasta las empresas más insensibles se tornan solidarias ente la desgracia.

Tal fue el caso de Aeroméxico e Interjet, que suelen cobrar carísimo el transporte de Torreón a México y en esta ocasión no dudaron en poner aviones a la disposición del gobierno para trasladar gratuitamente a la gente atrapada en Acapulco.

Las toneladas de víveres llegaron de todo el país y el propio presidente se arremangó los pantalones y entró a las zonas inundadas para supervisar los trabajos del gobierno.

Se abrieron albergues y centros de acopio para ayudar a los damnificados que se multiplicaban por todo el país, Y hasta aquí mismo hubo necesidad de tomar providencias por la avenida del río Aguanaval.

¿Qué nos costaría ser solidarios siempre? No juzgar antes de ayudar o condicionar nuestra ayuda a cerciorarnos de que los recursos serán correctamente utilizados.

Creo que a veces utilizamos esa desconfianza para dejar de ayudar y así acallar nuestra conciencia.

No sabemos hacer las cosas sin prejuzgar sobre su fin último.

A este respecto, viene a mi memoria la siguiente anécdota:

Mi amigo Jesús, andaba paseando por un mercado en la ciudad de México. De pronto se topó con un hombre que sin más se dirigió a él y le dijo: "Quiubo, güero. ¿Cómo estas?". Mi amigo respondió simplemente; "Bien".

El hombre le dijo: "Oye, voy a ir a ver a la Virgen de San Juan. ¿No quieres mandarle algo? Sí cómo no, respondió Chuy y sacó un billete de doscientos pesos que entregó al tipo. Su esposa le dijo: "Ya te hicieron tonto, Jesús. Nunca le va a entregar ese dinero a la Virgen"; a lo que él respondió: "Yo no sé si lo haga. Yo le mandé el dinero a la Virgen. Si se lo entrega o no, ya no es asunto mío".

Creo que Chuy tenía razón. Él hizo una buena acción y si logró su cometido ya no era asunto de él. En tal caso el que le falló a la Virgen, fue el tipo que andaba estafando en su nombre.

Por eso nosotros debemos confiar en que la ayuda llegue a los damnificados y puedan de alguna forma aliviar su dolor. Si en el camino se desvía o se corrompe ya será cuento de otros y la vida se encargará de cobrárselos muy caro, porque con esas cosas no se trafica.

Pero esa solidaridad deberíamos mostrarla siempre y en todos los casos con los necesitados. Como las buenas acciones que nacen del corazón. Por eso insisto que somos muy dados a prejuzgar y a criticar, para justificar nuestras conciencias cuando no somos solidarios.

Que no sepa tu mano izquierda lo que hace la derecha. Tú simplemente da, y no esperes que nadie te lo agradezca, ni trates de cerciorarte de que los demás hagan las cosas igualmente bien. Hazlas tú y con eso estate tranquilo.

Seamos solidarios siempre que podamos y en la medida de nuestras posibilidades: y demostrémosle al mundo que el nuestro es un pueblo indoblegable.

Por lo demás: "Hasta que nos volvamos a encontrar, que Dios te guarde en la palma de Su mano".

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