Todos necesitamos enfocarnos en objetivos, saber lo que queremos y hacer lo conducente para lograrlo, las empresas también. No se puede concebir una empresa exitosa sin visión, sin un enfoque hacia un destino que ella misma ha establecido; la misión, objetivos, metas, estrategias, políticas, normas, dependen de esa visión para poder hacerla real, concreta e impactante.
Como los aviones, debemos todos tener un "plan de vuelo", cambiante y ajustable, pero a fin de cuentas un plan. Sin un "hacia dónde", un "para qué" y un "cómo", sólo habría incertidumbre, preocupación, azar, anarquía y desorden. Al iniciar en un trabajo, a los empleados se les pide que conozcan la visión de la empresa, hacia dónde se dirige y lo que espera lograr. Además de conocerla, se les pide también que la tomen como propia y que se comprometan a hacerla posible, pues el esfuerzo conjunto y coordinado es crucial para alcanzar esa visión.
Es importante que la empresa, además de preocuparse por lograr el sueño que se propone, se preocupe también por conocer los sueños que de manera individual tiene cada uno de los empleados y que también cada uno de ellos desea cumplir. La empresa privada no se concibe para materializar los sueños de sus empleados, su sentido mercantil y capitalista la orienta a producir bienes o servicios, los cuales agregan valor a la sociedad y ganancias a sus accionistas y propietarios. Pero las empresas privadas son también un vínculo para el logro de los sueños individuales, los cuales son igual de importantes que los sueños de las empresas.
Cuando los empleados no ven la posibilidad de lograr sus sueños individuales dentro de una empresa, permanecerán en ella mientras aparezca una nueva oportunidad en otra empresa que les provea de esa posibilidad. Cuando el empleado se va de la empresa demuestra que se es fiel mientras no aparezca un sustituto que ofrezca condiciones similares con la posibilidad de realizar sus sueños. El alma de la empresa está constituida por todos los sueños colectivos e individuales que poseen quienes la conforman.
El definir la visión de una empresa tiene su mérito, pero más mérito tiene el lograr que esa visión se materialice y ello no sucede sin la participación de todos los empleados que le apostaron a ella y que hicieron todo lo posible para materializar ese sueño.
No son las ideas, ni los conceptos, ni las normas, ni la supervisión e incluso ni la comunicación que se ofrezca en las empresas lo que las hace llegar a ser lo que son cuando cumplen su visión, son los sueños, su conexión, su intercambio y la posibilidad de concretarlos los que construyen los verdaderos emporios. Las personas trabajan en las empresas porque en ellas encuentran elementos que satisfacen sus necesidades básicas, sociales y económicas, pero sobre todo se mantienen en ellas porque esperan que los sueños que individualmente poseen se hagan realidad en ese escenario.
Cuando así sucede, se prolonga la relación empleado-empresa-satisfacción, el desempeño es el esperado o incluso rebasa las expectativas, el vínculo identificación-compromiso se nivela y la famosa relación ganar-ganar nombrada por Stephen Covey está a la orden del día. Pero cuando la empresa no es un lugar ideal para que los sueños se siembren y se cosechen se presentan dos escenarios que son inevitables. El primero es la constante rotación de personal, precedida por bajo rendimiento y un ambiente laboral pesado. El segundo tiene que ver con un desempeño promedio, una actitud pasiva y desinteresada, apática por parte del personal que envía un constante mensaje -el cual es normalmente ignorado- de resignación, pues, suele ocurrir, que las necesidades básicas, sociales y económicas se imponen al deseo de alcanzar los sueños empresariales con los que originalmente se contaban.
Cuando los sueños desaparecen del inventario colectivo de los empleados, la empresa se convierte en un organismo vegetativo, pierde el alma y la esencia. Puede tener una visión, su sueño particular, pero ese sueño particular de la empresa no está conectado con los sueños de quienes hacen posible la visión.
Las empresas que no toman en cuenta los sueños de los empleados son fáciles de reconocer por lo pesado del ambiente, la falta de celeridad en los procesos, el desorden físico y emocional de las áreas donde se labora, los constantes problemas que se presentan en todos los niveles y subniveles que la conforman, la ausencia de planeación o la falta de seguimiento de los planes, la baja calidad de sus productos y servicios aun cuando se cuente con las políticas y los mecanismos que se suponen deben garantizarla, así como la inequívoca falta de identificación y vínculos emocionales con la empresa. La gente trabaja ahí porque no se le ha presentado otra oferta para retirarse y ha puesto sus sueños en un peldaño distinto al de la empresa. Esas empresas actúan en sus mercados como "zombis organizacionales" solamente ofreciendo lo que hacen y cobrando por ello, sin ofrecer valor a la sociedad, a su gente e incluso a sí misma.
Cuando en la empresa los empleados logran de manera satisfactoria hacer su trabajo y a la vez alcanzar sus sueños personales, profesionales o familiares, sus características esenciales saltan a la vista y no solamente los empleados, sino sus clientes y proveedores sienten un impulso natural para relacionarse con ella y la exponen como ejemplo y admiración.
Si el empleado se siente realizado y feliz, trabajará con comodidad y esmero, ello se traducirá en ventas de productos y servicios de alta calidad, lo que a su vez atraerá clientes y mantendrá cautivos a los que se poseen, eso se traduce en ganancias, permanencia y liderazgo para la empresa y todo, todo ello, por servir de medio para alcanzar sueños individuales que, a fin de cuentas, no le ha costado nada a la empresa.
