Las maravillosas Manos
Cada parte de nuestro cuerpo tiene su razón de ser, estamos fabricados tan perfectos, desde el pelo de la cabeza hasta las uñas de los pies, todo sirve para algo. Cuando tenemos problemas de salud así sea una uña es cuando nos damos cuenta, de la importancia de nuestro ser.
Las manos en el ser humano son indispensables para todo, ¿alguna vez ha tenido que prescindir de alguna? Tenemos el caso de la Lic. Adriana Macías que habiendo nacido sin ellas ha trabajado mucho en el desarrollo humano para ella y sus semejantes. Así tenemos muchos seres maravillosos, que nos han dado una gran enseñanza con su discapacidad. En esta ocasión hablaré sobre las manos maravillosas del odontólogo, (independiente de la capacidad intelectual, estudios, memoria,) son indispensables para mi trabajo diario, a través de ellas manejan con gran esmero dirigido por mi cerebro las actividades diarias ejecutadas en los tratamientos dentales.
Con destreza, suavidad, tino, es por esto que las cuidamos de sobremanera diario al iniciar el día, agradezco a Dios, me de sabiduría, actitud positiva y me cuide, pido por todo mi ser, ojos, mente, cuerpo, alma, espíritu, entrelazo mis manos y las acaricio y las bendigo, las encomiendo para que me ayuden a realizar de la mejor manera mi trabajo diario, así mismo por la noche repito lo mismo agradeciendo el día terminado. Se presentan tantas enfermedades relativas a las manos y brazos, tan importantes para los odontólogos que es por esto que debemos cuidarnos mucho.
Como así lo exprese al principio la importancia de las manos para todos, transmitiré un mensaje electrónico que me llegó. Manos: de Albrecht Durero: Reflexión de vida.
En el Siglo XV, en una pequeña aldea cercana a Nüremberg, vivía una familia con varios hijos. Para poner pan en la mesa para todos, el padre trabajaba casi 18 horas diarias en las minas de carbón, y en cualquier otra cosa que se presentara. Dos de sus hijos tenían un sueño: querían dedicarse a la pintura. Pero sabían que su padre jamás podría enviar a ninguno de ellos a estudiar a la Academia.
Después de muchas noches de conversaciones calladas, los dos hermanos llegaron a un acuerdo.
Lanzarían al aire una moneda, y el perdedor trabajaría en las minas para pagar los estudios al que ganara. Al terminar sus estudios, el ganador pagaría entonces los estudios al que quedara en casa con las ventas de sus obras.
Así, los dos hermanos podrían ser artistas.
Lanzaron al aire la moneda un domingo al salir de la Iglesia.
Uno de ellos, llamado Albrecht Durero (o Albretch Dürer en alemán), ganó y se fue a estudiar a Nüremberg. Entonces el otro hermano, Albert, comenzó el peligroso trabajo en las minas, donde permaneció por los próximos cuatro años para sufragar los estudios de su hermano, que desde el primer momento fue toda una sensación en la Academia.
Los grabados de Albretch, sus tallados y sus óleos llegaron a ser mucho mejores que los de muchos de sus profesores, y para el momento de su graduación, ya había comenzado a ganar considerables sumas con las ventas de su arte.
Cuando el joven artista regresó a su aldea, la familia Durero se reunió para una cena festiva en su honor.
Al finalizar la memorable velada, Albretch se puso de pie en su lugar de honor en la mesa, y propuso un brindis por su hermano querido, que tanto se había sacrificado trabajando en las minas para hacer sus estudios una realidad y dijo: "Ahora, hermano mío, es tu turno. Ahora puedes ir a Nüremberg a perseguir tus sueños, que yo me haré cargo de todos tus gastos".
Todos los ojos se volvieron llenos de expectativa hacia el rincón de la mesa que ocupaba su hermano. Pero éste, con el rostro empapado en lágrimas, se puso de pie y dijo suavemente:
"No, hermano, no puedo ir a Nüremberg. Es muy tarde para mí.
Estos cuatro años de trabajo en las minas han destruido mis manos.
Cada hueso de mis dedos se ha roto al menos una vez, y la artritis en mi mano derecha ha avanzado tanto que hasta me costó trabajo levantar la copa durante tu brindis.
No podría trabajar con delicadas líneas el compás o el pergamino, y no podrá manejar la pluma ni el pincel. No, hermano, para mí ya es tarde. Pero soy feliz de que mis manos deformes hayan servido para que las tuyas ahora hayan cumplido su sueño".
Más de 450 años han pasado desde ese día. Hoy los grabados, óleos, acuarelas, tallas y demás obras de Albretch Durero pueden ser vistos en museos alrededor de todo el mundo.
Pero seguramente usted, como la mayoría de las personas, sólo recuerde uno.
Es el que un día, para rendir homenaje al sacrificio de su hermano, Albretch Durero dibujó las manos maltratadas de su hermano, con las palmas unidas y los dedos apuntando al cielo. Llamó a esta poderosa obra simplemente "Manos", pero el mundo entero abrió de inmediato su corazón a su obra de arte y se le cambió el nombre a la obra por el de "Manos que oran".
La próxima vez que veas una copia de esta obra, mírala bien.
Y ojalá que sirva para que, cuando te sientas demasiado orgulloso de lo que haces, y muy pagado de ti mismo, recuerdes que en la vida ¡nadie nunca triunfa solo!