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Sueños

Addenda

GERMÁN FROTO Y MADARIAGA

Es raro que tenga ese tipo de sueños, pero me explico el porqué ahora me sucedió.

Desperté a las cuatro de la madrugada y no podía recobrar el sueño, así que encendí el televisor para ver si me arrullaba.

Como lo encendí al azar, estaba un programa de un hombre, norteamericano, que se llama John Edwars y que tiene la capacidad de hablar con los muertos.

Servía entonces, ese hombre de médium entre su público y aquellos que querían comunicarse con los vivos. Vi dos o tres casos y me debo de haber quedado con cierto impacto, porque en cuanto pude dormirme de nuevo, comencé a conversar con mis difuntos.

Primero apareció mi padre, con su inconfundible parsimonia. Él jamás se inmutaba. Todo era sencillo y como solía decir mi amigo Antonio Irazoqui: "Todo pasa; y no pasa nada".

Mi padre me dijo que todos estaban bien, viviendo en un ambiente maravilloso y lleno de cosas bellas, lo cual me alegró mucho.

En pocos minutos llegaron Ricardo y el Richy, por lo que la pregunta obligada, a mi padre, fue: "¿Y mi mamá y Chacha. Dónde están?".

"Ellas no quieren venir. Tú ya sabes que ellas no hablan con los vivos", respondió mi padre, mientras el Richy añadía: "Son mujeres, Germán. Ya ves cómo son". Su respuesta me sorprendió un poco porque rara vez me hablaba por mi nombre, siempre me decía "tío".

Mi padre añadió un dato más: "No te debe molestar eso, porque Chacha y Rico, siempre están con ustedes en las reuniones de los jueves; y tu madre, frecuentemente va a jugar con Sofía, junto con Chacha". Lo que me confirmó esas extrañas conversaciones que a veces presencia mi sobrina Lucía, cuando encuentra a Sofi hablando sola.

Los niños, como bien sabemos, gracias a su mente pura y sin contaminaciones, muchas veces no distinguen entre vivos y muertos, para ellos todos son iguales. Por eso tienen la capacidad de ver también a los ángeles y hablar con ellos.

Nosotros, al crecer nos llenamos de miedos y prejuicios y perdemos ese maravilloso don, que sólo algunos conservan y son ellos los que sirven de puente para entablar ese tipo de conversaciones.

Cuantas veces en mi vida he experimentado ese tipo de sueños o presencias, siempre son con mi padre. Mi madre no ha querido volver a hablar conmigo. Ignoro si sólo es conmigo o no ha querido hablar con nadie; el caso es que es terca y se mantiene en su dicho.

A mí sí me gusta ese tipo de experiencias y no veo el motivo del porqué debemos tenerle miedo a los muertos. Soy un ferviente creyente de que nos pueden hacer más daño los vivos que los muertos, porque éstos son ya seres de luz que gozan de una dicha inimaginable.

Es un privilegio ver, aunque sea en sueños, a aquellos que tanto amamos; y conozco casos de personas que desearían fervientemente, volver a platicar con ellos, pero no siempre se puede.

Eso es lo curioso de estas experiencias. Que se presentan cuando ellos lo desean, no cuando uno lo pide.

Cuando aparece en sueños, la abuela Chonita, ni en ellos deja de proferir admoniciones o hacer reclamos clericales: ¿Por qué no vas a misa? ¿Cuánto hace que no te confiesas? A lo que mi padre diría: "Tranquilo, hijo. Genio y figura, hasta la sepultura".

Y yo le podría responder: "Mire, abuelita: esta semana platiqué con el padre Javier, que estuvo en la iglesia de Viesca. Nos acordamos de usted, así que dese por bien servida".

Y también en su nombre, platiqué esta semana con la hija del Güero M'coy; e igualmente la estuvimos recordando. Creo que para una sola semana, es mucho, abue, es mucho.

Lo curioso de ese sueño es que en él, Ricardo no pronunció palabra, sólo observaba a mi padre, como diciendo: " A ver a qué horas lo va a regañar". Y como el regaño no se producía, Rico sólo observaba, como solía hacerlo muchas veces en vida, tanto por respeto, como porque no le gustaba meterse en broncas ajenas.

En los estados de inconsciencia es cuando los muertos suelen hablarnos. Yo desearía que cuando menos un par de veces a la semana, decidieran hablarme, aunque fuera sólo para regañarme, porque me resulta grato verlos y escucharlos de nuevo.

Por lo demás: "Hasta que nos volvamos a encontrar que Dios te guarde en la palma de Su mano".

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