En el marco de su cuarta visita a nuestro país, la única autoridad del gobierno mexicano con la cual tuvo contacto Tenzin Gyatso, decimocuarto Dalai Lama y líder espiritual y temporal del pueblo tibetano, fue con el agente de migración que le selló el pasaporte. Ningún funcionario lo recibió, y en ese sentido Su Santidad dijo que su verdadero interés era con el pueblo de México y no con los burócratas, y que si así lo hubiese querido, habría buscado a funcionarios del Gobierno de la República.
Lo cierto es que desde su campaña a la presidencia, Enrique Peña Nieto expresó el deseo por relanzar relaciones con distintas naciones con las cuales, tras doce años de gobiernos panistas, se vivieron rispideces que enfriaron lo que durante décadas supuso una política de no intervención y libre autodeterminación de los pueblos, algo timorata y tibia para no meterse en problemas.
Como ejemplos de lo que afirmo, los casos de Cuba y China. Respecto a la isla gobernada por Fidel y Raúl Castro, el cénit del enfriamiento de nuestra relación histórica y de amistad con Cuba, que data desde el triunfo de la revolución y la entrada de los rebeldes a La Habana, ocurre tras los dichos de un siempre ocurrente Vicente Fox, quien en desconocimiento del colmillo y alcances de su interlocutor telefónico, Fidel Castro, le espetó aquel famoso "Comes y te vas", sin saber que el comandante graba todas sus conversaciones para la historia y la posteridad.
Hablando del gigante asiático, China, fue en tiempos de Felipe Calderón y precisamente por su cercanía con el Dalai Lama, a quien el expresidente recibió en Los Pinos, entre otras cosas, lo que ocasiona tensión con tan importante socio comercial. Si bien Carlos Salinas de Gortari le brindó al Dalai Lama toda clase de atenciones durante su gobierno, fue con Calderón cuando la figura y lo que representa el líder espiritual de los tibetanos, lo que terminaría por mermar la interlocución y posibles futuros acuerdos comerciales con los chinos.
Si algo presume y le causa orgullo a Enrique Peña Nieto, es su relación con el presidente de China, Xi Jinping, con el cual se ha reunido en varias ocasiones y con quien, según el mandatario, le une una buena amistad.
Dicha amistad, asegura Peña, se traducirá en toda suerte de acuerdos comerciales estratégicos, generadores de empleo, y en tener de nuestro lado a una de las grandes potencias del orbe, a modo de amigo, para que no siga ocurriendo lo que a todos nos preocupa: que nos ganen e infesten el mercado de productos de mala calidad terriblemente baratos, gracias a su mano de obra mal pagada con la cual, por lo menos hasta ahora, estamos imposibilitados de competir.
Cuidando la renovada amistad con China, temeroso Peña Nieto de no enfurecer a sus nuevos amigos, no es coincidencia que el Gobierno de la República, sabiendo de la visita del Dalai Lama, haya salido a refrendar su apuesta y respeto por "una sola China", en alusión al conflicto religioso con la región autónoma del Tíbet y el ánimo independentista de su líder, quien en 1959 fuera expulsado por Mao Tse Tsung.
En poco o nada le beneficia al actual Gobierno, la relación con el Dalai Lama, una de las figuras más respetadas y queridas del orbe, quien desde que se viera obligado a salir huyendo de su país, se dedica a propagar un mensaje de amor, respeto y congruencia entre los seres humanos.
Las violaciones a los derechos humanos y las atrocidades y conductas que rayan en el genocidio cometidas en contra del pueblo tibetano, no fueron merecedoras de un pronunciamiento por parte del presidente Peña ni de ninguno de sus ministros, temerosos de hacer enojar a su nuevo cuate, Xi Jinping.
Yo, como el Dalai Lama, tampoco hubiera tenido interés en reunirme con nuestra actual clase política. Entre ciudadanos deseosos de escuchar su mensaje de paz y amor, sin duda, estuvo mejor.
Twitter @patoloquasto
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