Aparece en estas épocas el fantasma medieval represivo salido de las telarañas cerebrales del Papa Gregorio Magno al inventar los Pecados Capitales (inexistentes hasta entonces) para "controlar" a los monjes de los conventos de ese tiempo, asustando permanentemente a buena parte de la humanidad, y vuelve a rondarnos, ahora en el caso de la gula, el "pecado capital" en el que caemos todos quienes tenemos los medios para hacerlo durante las festividades de esta época. Es notable la inquina y la represión religiosa acumuladas por siglos -que perduran hasta nuestros días- en contra de actividades tan naturales como fundamentales de nuestra vida, como son la obtención de nutrientes para el cuerpo o el atractivo sexual, que inevitablemente implican hechos tan obvios como comer y copular. Gregorio Magno no sólo condenó la gula por el mucho comer, sino "por poner demasiada atención a la elaboración de los alimentos" y por "derivar placer en comer". El infierno debe estar repleto de franceses…
Alimentarnos no sólo ha sido la forma de adquirir energía, sino que además ha sido un eje primordial de la evolución cultural de nuestra especie: desde que nuestros ancestros homínidos descubrieron el uso del fuego para cocinar y así obtener alimentos mucho más nutritivos en menos tiempo, lo que fue crucial para que desarrollásemos un cerebro varias veces más grande que el de nuestros ancestros primates y permitió el desarrollo cultural que ahora tenemos. Además de obtener más calorías en menor tiempo que las otras especies relacionadas a nosotros, esto implicaba el desarrollo de comunicación, de utilizar señas y sonidos (y luego lenguajes) y en el creciente compartimiento de una inteligencia social que diferenció a la nuestra de las demás especies de homínidos, hace varios cientos de miles de años. Qué comemos, cómo obtenemos el alimento y cómo los preparamos, etc., ha proporcionado identidad cultural a todos los grupos étnicos, actuales y desaparecidos, de la Tierra. No existe en la historia de la humanidad un cohesionador social más importante que el alimento y las formas de prepararlo, ni cementante social más efectivo en el núcleo familiar que el compartimiento de los alimentos.
En adición a lo anterior, hay abundante evidencia experimental en sicología que demuestra las muchas ventajas en el comportamiento de quienes comen bien, lo hacen a gusto y derivan placer en ello: por ejemplo en su proclividad a la filantropía (S. Laham 2012, La ciencia del pecado: La psicología de los siete mortales (…y porqué son tan buenos para usted). De la misma manera, el abastecimiento regular de glucosa a nuestro siempre hambriento cerebro (representa el 2% del peso corporal pero consume 20% de la demanda energética del cuerpo), reduce los prejuicios y la aplicación de estereotipos étnicos o de preferencias sexuales; le permite reaccionar rápida y precisamente ante circunstancias imprevistas, etcétera.
Hoy se confunde -distorsionada y equivocadamente- la "gula" con la obesidad, en especial en sociedades con un comportamiento individual pseudo-ascético (de dietas "a morir" para guardar una figura "estética") pero un ambiente social inductor de consumo ilimitado de calorías, con propaganda a toda hora invitando a comer y porciones gargantuescas servidas en restaurantes. Comer en exceso ha sido evolutivamente acertado cuando el alimento era impredecible o escaso; no lo es en circunstancias de abundancia de comida todo el tiempo.
Deseo que mis queridos lectores y lectoras hayan gozado en estos días festivos de comer bien, todo lo que se les antojó, que hayan preparado muchos de esos alimentos y los hayan consumido en el ambiente familiar, y que sigan gozando del placer de comer bien, inteligente y sanamente a lo largo del año, y del enorme placer de cocinar (si pueden hacerlo) en familia, y que lo hagan con plena salud.
Investigador emérito de la UNAM y coordinador nacional de Conabio
