Es cierto, el PAN ha sufrido antes otras crisis graves, pero se entendía que era por razones de tipo ideológico o estratégico. El actual pleito responde a una cruda lucha por el poder y el dinero; eso ya no lo pueden -ni lo pretenden- esconder. Ya no tienen los incentivos ni siquiera para disimular su abierta rebatinga por el dinero y el poder interno.
El actual conflicto no tiene su principal razón de ser en el Pacto por México: se fue gestando al menos desde la primaria por la candidatura presidencial. Y aunque ahora los distintos bandos están enfrascados en culparse mutuamente, todos tienen responsabilidad en lo que ocurre. Parte del legado de Felipe Calderón no fue sólo el desastre en la seguridad, sino también la fragmentación de su partido. Pero Gustavo Madero ha hecho su parte con el torpe y faccionalizado manejo de la dirigencia. No hay a quién irle.
Los grandes partidos no necesariamente desaparecen cuando sufren una derrota de la magnitud de la que enfrentó el PAN el año pasado. Pero algunos sí quedan afectados gravemente. Quizá eso ocurra con este partido, pues enfrenta una grave crisis de gobernabilidad interna. A diferencia del PRI, el PAN, al nacer en la oposición, aprendió a vivir durante décadas con una gobernabilidad horizontal, misma que se vio afectada al llegar al gobierno (sobre todo bajo Calderón), aunque no la perdió del todo. Pero ahora dicha gobernabilidad presenta fuertes problemas de recuperación.
Hay pocas figuras neutrales que puedan llamar a la cordura y sobre todo, fungir como intermediario entre las partes. Ese era al parecer el propósito del grupo de senadores y exgobernadores comandado por Ernesto Ruffo. Pero éste decidió tomar partido al avalar las denuncias hechas por Javier Corral en contra de Juan Ignacio Zavala, por lo cual ya es parte del conflicto y no de una eventual solución. Se ha hablado también de Diego Fernández de Cevallos como posible mediador, dado su carisma y respetabilidad dentro del PAN. Él no ha tomado partido en el pleito de cantina que protagonizan sus correligionarios, sino que ha llamado a la serenidad. A saber si quisiera jugar el papel de mediador formal, pero de nada serviría eso si los bandos confrontados no están abiertos al diálogo, la negociación y la reconciliación, como no parecen estarlo. Más bien, se ven dispuestos a que la sangre llegue al río, aun a riesgo de no dejar piedra sobre piedra, al fin que cada uno de ellos responsabiliza del pleito a su rival.
Por eso mismo, cada semana que pasa vemos cómo escala el conflicto, y las elecciones de julio serán nuevo motivo de reproches y acusaciones, y en particular, lo que suceda en Baja California, uno de los principales bastiones del PAN que ahí lleva 24 años gobernando. Es más que probable que lo que ahí ocurra (como en el resto de los estados) se explique por factores locales, y que el Pacto por México en muy poco (o nada) influya en la decisión de los electores. Y por supuesto, la tesis de una "concertacesión" entre Peña y Madero no tendría ninguna viabilidad, de intentarse (lo que no creo). Pues si bien el conflicto en el PAN le está representando un fuerte boquete al Pacto, las condiciones electorales (con todas sus deficiencias) no harían ya posible la presunta "concertacesión".
Paradójicamente, el lamentable espectáculo que está dando el blanquiazul sí puede afectarlo en los próximos comicios (de ahí el acuerdo del silencio), pero de ello todos son responsables. Sin embargo, de perder el PAN esa gubernatura, la factura completa le será pasada a Madero por sus adversarios, por lo que quedaría sumamente debilitado, así como la viabilidad futura del Pacto (Cordero ofrece negociar directamente con el gobierno).
En suma, el PAN tiene futuro como organización bajo esas siglas. Pero el PAN que habíamos conocido, el de los ideales democráticos y la lucha contra la corrupción, no tiene futuro porque sencillamente ya feneció. Inició su muerte lenta, pero fatal desde el momento mismo en que llegó al poder. El PAN, en efecto, perdió el partido al ganar el poder, pues en ello perdió la brújula, la dignidad, la vergüenza, la credibilidad y autoridad moral que lo distinguían de otros partidos. Su compromiso con la democracia, con la ética y contra la corrupción no duró ni para el arranque. Lo que percibimos ahora es simplemente el hedor de su cadáver.
Investigador del CIDE
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