El resultado fue muy cerrado. Eso no se puede poner en tela de juicio, ahí están los números. Por poco más de 4 mil votos en un universo de más de 220 mil sufragios comprueban que la contienda estuvo más que reñida. Menos de dos puntos porcentuales de diferencia, el PRI con Miguel Riquelme Solís como candidato y sus partidos morralla, lograron ganar las elecciones municipales y así retener la presidencia municipal de Torreón.
Si bien como es costumbre en los últimos procesos electorales, cada partido traía sus encuestas bajo el brazo que les decían que obtendrían la victoria. Riquelme y su equipo enseñaban a diestra y siniestra sus estudios de opinión donde presumían que su triunfo sería por más de 10 puntos; de hecho, ostentaban hasta 14.
Los panistas hacían lo propio, sin mostrar papeles, figuras del panismo como Josefina Vázquez Mota llegaron a declarar ventajas de hasta 8 puntos. Puras mentiras. En Acción Nacional sabían que estaban cerca, que la brecha ciertamente se estaba cerrando, pero no había certidumbre de un triunfo, en el fondo sólo sabían que hasta ese domingo 7 de julio la suerte se decidiría.
La lectura de los comicios es por demás ambigua. Particularmente en la zona metropolitana de las tres ciudades más pobladas: Torreón, Gómez Palacio y Lerdo.
En la competencia por la alcaldía de Lerdo, el panorama estaba ya vislumbrado, Luis de Villa del PRI tenía la ventaja, la estructura electorera del PRI de inicio le era suficiente, ya que el PAN, partido como siempre, no tuvo opción desde un principio. Vaya, esa peculiaridad de los lerdenses de tener realmente su mundo aparte, otra vez dio muestra de ello, arrojando unos resultados disímbolos al de sus ciudades vecinas.
En Gómez Palacio la cosa fue mucho más interesante. Inició con el lance del gobernador Jorge Herrera de acotar el poder que por décadas había ejercido en la ciudad el grupo político del empresario don Carlos Herrera. Primero, a la hora de asignar candidaturas al Congreso local, el gobernador dejó fuera a los simpatizantes y personajes afines a don Carlos. Luego, ese exabrupto y abusivo plan contra Octaviano Rendón, cuando por un pleito de cuantía menor, lo recluyó en la cárcel, enviando con eso el gobernador un mensaje claro. La culminación de esa decisión de bloquear -en el fondo eso es todo- la aspiración de la senadora Leticia Herrera a la gubernatura, fue cuando ungió a José Campillo como candidato -hoy presidente municipal electo- a la alcaldía del propio Gómez Palacio, aun con el riesgo que conllevó que Campillo no fuera el primero en las encuestas, lo impuso sobre Sergio Uribe, en ese entonces mejor posicionado, pero perteneciente al grupo herrerista.
Augusto Ávalos contendió por tercera ocasión por Acción Nacional y esta vez estuvo muy cerca de ganar. Solamente que en Gómez Palacio, es hoy más que nunca un pueblo sin ley y eso fue tierra fértil para que el PRI asegurara su triunfo.
El municipio gomezpalatino ha sufrido como toda La Laguna, pero ese encono y resultado tan cerrado de la elección no hará más que polarizar a ese pueblo, urgido simplemente de un presidente(a) decente, que trabaje por sus gobernados.
El resultante en esa elección es que primero Augusto volvió a perder, el gobernador impuso a un candidato que nunca logró conectar con el electorado y que puso en riesgo el control del PRI-Gobierno. Rocío Rebollo, alcaldesa en funciones que mostró más pantalones que nadie al ser dejada sola ante la delincuencia organizada y haberse sostenido ante viento y marea; además de haber recibido unas finanzas deplorables y en cambio hoy tener una tesorería en relativo orden, terminará su mandato con el estigma de haber hecho sufrir en demasía al PRI. Rebollo también pierde entonces.
Torreón es otra historia. La ciudad con más habitantes en la Comarca Lagunera ha sido arena de grandes contiendas electorales, donde el triunfo de unos o de otros no es una gran sorpresa porque ya se ha vivido la alternancia.
Aquí el ambiente era más que propicio para cobrarle a la administración de Olmos y a su partido lo que habían hecho con Torreón: una ciudad jodida.
Queda muy poco de la ciudad pujante, y hoy es el pueblo grande donde los funcionarios locales se enriquecieron a manos llenas en deterioro de los torreonenses de manera cínica. Además, el alcalde Olmos tuvo se soportar la supeditación al gobernador Humberto Moreira, responsable de la megadeuda, y eso acarreó un costo.
Pero el PAN fue campo idóneo para que sus más prominentes miembros afloraran sus ambiciones mezquinas. Por un lado, Jorge Zermeño, el panista mejor posicionado de la ciudad, abandonó el trabajo partidista porque tuvo a cargo la embajada de México en España. De esa forma, don Jorge despachaba campechanamente como embajador mientras sus compañeros panistas locales eran arrasados por el moreirismo.
Cuando Zermeño se quedó sin chamba, reclamó que era el mejor posicionado y quiso ser candidato a alcalde. Entonces se encontró con Guillermo Anaya, dueño del partido a nivel local y que sabía que si lanzaban a don Jorge, el PAN tendría más oportunidad de ganar, pero él ya no aseguraría su candidatura en 2017 a la gubernatura, que es su meta.
Así que el candidato fue Jesús de León, pero no le alcanzó y también quedó cerca. Así, el resultante es que de cualquier forma perdió Anaya, y máxime con el triunfo en Saltillo de Isidro López, candidato natural desde hoy por el PAN para suceder a Rubén Moreira. Pierde también Zermeño, que luego de ser aplastado en la elección interna se comportó como niño berrinchudo y no apoyó al candidato de su partido. Aunque tal vez el capital político de Zermeño hubiera podido revertir esa distancia de sólo 4 mil votos.
Miguel Riquelme también pierde, llega tan débil a la alcadía luego de haber sido el operador electoral estrella del PRI. Poco margen tendrá y deberá someterse a Rubén Moreira, quien no cuenta ni en Saltillo ni en Monclova con alcaldes serviles.
Fue una elección extraña, ya que si uno lo mira con detenimiento, todos pierden de alguna forma.