RAFAEL Domínguez, creador del Salón de la Fama del Beisbol profesional mexicano que se inauguró en Monterrey el año de 1973, falleció el miércoles pasado tras una larga lucha contra una dura enfermedad que lo aquejaba. La triste noticia llegó de la ciudad de Monterrey de donde era y donde vivió toda su vida, alcanzando los 84 años de edad.
Tan pronto la Liga Mexicana autorizó a la compañía cervecera de Monterrey la construcción del primer Salón de la Fama en la historia de nuestro deporte mexicano, Rafael Domínguez fue nombrado director, estando en ese puesto de 1973 a 1996. Durante todos esos años el recinto de inmortales del rey de los deportes fue una maravilla, teniendo Rafael Domínguez una gran diplomacia y visión en toda su vida, un auténtico caballero. Organizó infinidad de eventos para recordar a los grandes jugadores estrellas del beisbol que se nos habían adelantado en el camino sin retorno y también fueron famosos los hermosos trofeos que otorgaba su Salón de la Fama al campeón de cada Serie del Caribe.
Cada 10 de marzo organizaba una fiesta de un año más del Salón de la Fama, una en Monterrey y otra en la Ciudad de México, donde se celebraba el evento en uno de los lujosos salones del Hipódromo de las Américas que le dedicaba cada una de las carreras a alguno de los elegidos al templo beisbolero.
Para organizar el primer Salón de la Fama viajó por toda la República para obtener trofeos recibidos por los grandes jugadores así como las manoplas y los bates que llegaron a usar. Igualmente inauguró la entrega de un trofeo para el mejor jugador mexicano de cada año en las Ligas Mayores.
No hay duda que llevó al Salón de la Fama a sus máximas alturas y muchas veces se habló de que Rafael merecía, por su gran trabajo, ser elegido también para el gran Salón.
Al retirarse del puesto al jubilarse en la compañía donde trabajó tanto tiempo, dejó infinidad de amigos y no hay alguien entre los que lo conocimos que no guarde una hermosa imagen de este gran "gentleman" del beisbol. Originalmente un gran fotógrafo deportivo y toros al igual que su papá, Domínguez tuvo también el don de tener una gran voz para el canto y al retirarse le dedicó tiempo a dar recitales en que deleitaba a los que asistían.
