Tropas federales en las orillas de Torreón.
En la entrada de Torreón se encontraban las fortalezas federales en los "Cerros de Calabazas", "La Cruz", "La Polvorera", "La Unión" y la "Metalúrgica", ubicados frente a Lerdo y Gómez Palacio, cuya defensa estaba a cargo del General huertista Eutiquio Munguía; Comandante General de Artillería, Coronel Ángel Gordillo; auxiliados por las fuerzas irregulares de Emilio Campa y Benjamín Argumedo, Escuadrón de Voluntarios de Mapimí, a cargo del Jefe Federico Reyna y la Defensa Social con su jefe el señor Enrique Terrazas. Todos asesorados por el divisionario Ignacio A. Bravo. Con un efectivo de no más de 4 mil hombres.
El General de División, Ignacio A. Bravo, fue un viejo soldado de 77 años de edad, viudo y oriundo de Guadalajara, Jalisco, que desde el 31 de agosto de 1913, le había entregado el mando de la División del Nazas, al General Eutiquio Munguía, originario de Toluca, Estado de México, de sesenta y un años de edad, casado y General de Brigada del Ejército Mexicano. Bravo continuó en Torreón alojado en un hotel, dándose cuenta de la evacuación de la plaza a las 8 ½ p.m. del primero de octubre, le informó el Coronel Reyna que se habían retirado las tropas de la guarnición y que hiciera su marcha, porque el enemigo ya estaba a 150 metros.
El Teniente Coronel del 18 Batallón, Antonio Gallardo, estaba a cargo de las trincheras del Cañón del Huarache, siempre tenía a raya a los rebeldes impidiéndoles acercarse a sus posiciones y haciéndoles con su fuego muchas bajas. Este jefe a las once de la mañana del día primero de octubre, le mandó decir a Munguía que su tropa rendida y hambrienta se había retirado a tomar sus alimentos dejándolo casi solo.
Entre tanto en el Cañón de las Fábricas, cuya defensa se confió al señor General don Luis G. Anaya, tratando por evitar el avance de los rebeldes de la División del Norte, empleando fuegos de cañón y de fusil, logrando que el enemigo se replegara en las casas de donde contestaba los fuegos. A mediodía, se notaba mucho la fatiga de las tropas y algunos temores de algún fracaso, fue entonces que Munguía tomo la decisión de mandar gente a incendiar la existencia de fusiles máuseres nuevos que se hallaban almacenados perfectamente ocultos para que nadie los apercibiera. Como a las seis de la tarde del primero de octubre, reportaron al Cuartel Federal huertista, que el enemigo apostado en los tajos al norte de la ciudad, aumentaba su personal y la intensidad de sus fuegos, por lo que Munguía pasó personalmente a hacerse cargo de la situación tomando la providencia de aumentar el número de sus defensores.
Los reportes fueron positivos, pues efectivamente por el norte de la población comenzó desde Gómez Palacio, un cañoneo por parte de los villistas a las trincheras que quedaban todavía; pero la artillería apostada en la toma del agua apagó sus fuegos. La defensa no fue suficiente, fue entonces que se vieron llenos de rebeldes villistas los bordos de los tajos y la margen izquierda del río Nazas, batidos toda la tarde por 400 hombres de los soldados federales.
En estas circunstancias las brigadas de la División del Norte atacaron de una manera definitiva la guarnición del Cerro de la Cruz, siendo el último puesto importante que conservaron las fuerzas federales y orozquistas, tomando conocimiento de este hecho el General Munguía, muy desesperado el militar en Jefe de la División del Nazas, otra vez entra en acción en forma personal y a toda prisa fue a traer un Escuadrón de los Voluntarios de Mapimí, que tenía a cargo el Jefe Federico Reyna, que se encontraba como reserva en La Alameda de Torreón, y algunos de éstos soldados no obedecieron viéndose obligado a usar con ellos el rigor y ponerlos en la línea de fuego, ordenando antes por teléfono a los diversos cuarteles, para que reunieran toda su fuerza y con ella emprendieran la marcha a La Alameda.
La defensa del cerro de la Cruz, estuvo a su cargo hasta el último momento del ponderoso Mayor del 9/o. Batallón, Adrián Arellano, con una guarnición de 200 hombres y la de los cerros de la Fe y La Unión, el Capitán primero del 6/o. Batallón, Ángel Pelayo, que desde sus respectivos puntos estuvieron batiendo y rechazando varias veces los intensos ataques del enemigo, que todo el tiempo estuvo oculto en las casas, en las peñas o en cualquier abrigo haciendo fuego sin cesar,
En La Alameda se contaba con la fuerza del Comandante Reyna, Jefe de los Voluntarios de Mapimí, pero viendo lo tupido de la refriega villista había encabezado ya el movimiento de retirada por disposición del General Ignacio A. Bravo, quien hacía media hora había salido de su casa en automóvil, rumbo a Matamoros acompañado de don Carlos González, de Torreón. Munguía ya en La Alameda ratificó la salida de la plaza, no nada más de las fuerzas de Reyna, sino la de otros cuerpos que por ese rumbo estaban dispuestas a combatir al enemigo.
En estos momentos difíciles los oficiales militares no lograban hacerse obedecer y al iniciar como las ocho de la noche los villistas la última refriega para la Toma de Torreón, los federales y orozquistas que habían combatido bastante entre un período de indiferencia tal, que los oficiales, en el último ataque, gran número de esa tropa abandonó sus puestos de defensa sin combatir, siendo los primeros que tomaron el rumbo de Matamoros, que siguieron al viejo General Ignacio A. Bravo, yendo delante de toda la gente.
Fue entonces que el General Munguía queriendo dar alcance a la gente que se había marchado avanzó hacia el camino de Matamoros, por donde iban multitud de carruajes y automóviles y una columna como de 400 españoles que huían de Torreón, temiendo las hazañas de Villa, y entre los que iba revuelta la mayor parte de las tropas de la guarnición. Y las fuerzas del General Argumedo, los había hecho bajar de los cerros y tomar el camino para la hacienda del Coyote.
El asalto de las valientes brigadas de la División del Norte a cargo de Francisco Villa fue fulminante, y los federales, al tomar Torreón, éstos huyeron en desorden al amparo de la oscuridad y de una tolvanera de las que son tan comunes en la región de La Laguna. En menos de una hora quedó toda la plaza en poder de la División del Norte, dejando el mando al Ejército Constitucionalista la importante Comarca Lagunera, estratégico punto en el orden militar. El general Villa hizo su entrada triunfal a las 22 horas del 1º. de octubre de 1913, y fue recibido con música popular, vítores, y aclamaciones para Madero y Villa.