Pintores. Un peso por cada letra es su tarifa durante el Día de Muertos.
Esteban Bustamante y Fabián García prefieren las tumbas con nombres largos, si hay alguna frase sobre la lápida, pues mucho mejor. Un peso por cada letra, ese es el precio que ponen a quienes visitan a sus muertos.
Sentados con total desparpajo, sobre la tumba de Don José Pérez, mezclan las pinturas y debaten sobre los colores, "te dije que no era blanco, güey". Y es que Fabián insiste que es mejor pintarlas de un tono más beige, así se ve menos la tierra, dice.
"¿Verdad que no es blanco?", grita Esteban. "Es que falta revolverlo y ya se va a ver, es como cremita", discuten y se ríen de manos pintadas.
Afortunadamente aún tienen pinturas del año pasado, ocurre que ahora el cuarto de pintura aumentó a 65 pesos. Precio considerable si se toma en cuenta que lo compraban por 35 pesos.
"Las letras están a peso, se pinta desde que nació hasta que murió. Todo lo que esté escrito se lo dejamos como nuevo".
Fabián presume su pulso de cirujano, cualidad indispensable para un pintor de tumbas. Aunque para cualquier error siempre cargan su litro de corrector; thinner que consiguen en cualquier tienda por 15 pesos.
"Terminamos todos pintados y más cuando no se fijan los pintores", dice Esteban a Fabián, mientras se limpia el brazo que le pintó sin darse cuenta.
A ellos los enseñó la vida, específicamente la necesidad de obtener dinero para sus familias. Desde los trece años van al panteón, es ya una tradición entre ellos.
"Solitos aprendimos, la vida es la que te dice cómo y la necesidad más que nada".
El día bueno es el 2 de noviembre, llegan a sacar hasta 800 pesos entre los dos, un buen día de trabajo, gracias a los muertos.
"Hay que caminar todo el día y duelen los pies 'machín', del Sol, pues ya ni se diga. Acabamos en la noche, hasta que el Sol se mete, todavía hay gente a esa hora se pone 'chido' y cenan aquí".
Cuando el trabajo termina y, aunque la noche haya caído, Fabián ayuda a Esteban a pintar la tumba de su madre; hace 5 años la enterró y hace tan sólo uno a su hermano.
El Sol cala en la espalda y los pintores se despiden, es hora de nombrar a los muertos y sacar para alimentar a los vivos.