Tres novelas de Carlos Montemayor
La novela comienza con una indicación precisa para Ramón Mendoza: “Con el primer disparo -le ordenó Arturo Gámiz-, haz blanco en el foco. Será la señal para que ataquemos”. Pero esta explosiva escena con que arranca la novela no es total ficción sino recreación de un hecho real, histórico. En simbólica paradoja revolucionaria Ramón ha de apagar el foco para encender el alba de un México mejor.
El 23 de septiembre de 1965, un grupo guerrillero que defendía a los campesinos pobres de la sierra de Chihuahua, atacó el cuartel de la población de Madera. Carlos Montemayor recreó el suceso en su novela Las armas del alba, publicada en 2003.
Ahora que la novela cumple un decenio, gente del pueblo quiere erigir un monumento sobre la fosa común en la que fueron enterrados los guerrilleros muertos aquel 23 de septiembre. En los primeros días del «mes patrio» me lo platicó Eusebio Vázquez Navarro.
Recordemos. Por orden del general que gobernaba entonces Chihuahua, los guerrilleros fueron arrojados en la fosa común a pesar de que sus familiares y amigos pidieron los cuerpos. En otra novela de Carlos Montemayor, Las mujeres del alba, Carmen, madre de Ramón Mendoza, narra el hecho:
“Mi esposo vio los cadáveres en el cementerio, en el suelo de un cuarto. Había muchos soldados nerviosos, con armas largas [...] El gobernador ordenó que ninguno de esos cadáveres saliera de Madera y que se les enterrara a todos en una sola fosa. La gente del pueblo quería pagar la caja para los cadáveres, para que los enterraran bien, cada uno en su cajón. Mi esposo ofreció también apoyar en ese gasto. Pero no quisieron los soldados. Sin mortajas, sin cajas, así nada más los arrojaron en una fosa común y los rociaron con cal”.
Uno de los guerrilleros sobrevivientes del ataque al cuartel de Madera fue Ramón Mendoza, quien al principio de Las armas del alba ha de romper el foco de un balazo. Ramón es protagonista en otra novela de Carlos Montemayor: La fuga. No conocía esta obra, me la mencionó Eusebio Vázquez Navarro.
Cuando él me platicó el proyecto del monumento a los guerrilleros de Madera, me dijo que al morir años después, Ramón pidió ser sepultado en la fosa común de sus compañeros. Aparecerá entre las efigies conmemorativas del 23 de septiembre de 1965.
Pero Eusebio no sólo mencionó la novela de Carlos Montemayor. Me la platicó y dos días después llegó, generoso hasta la sorpresa, a regalármela. La leí con el gozo de reencontrarme con un estilo de narrar emocionado y emocionante, destellante y perfecto, porque Carlos Montemayor es un gran escritor.
La fuga es una novela corta, de 162 páginas. Recrea con colores de pantalla de alta definición, diálogos con transparencia de alma infantil y monólogos de magistral psicología, la manera en que Ramón, Mono Blanco y otros seis presos de las Islas Marías preparan su huida.
Al momento de embarcarse sólo Ramón y Mono Blanco deciden hacerlo. El barco que los había llevado de Manzanillo al penal había tardado veinte horas. Ellos navegarán cuatro días rumbo a la costa de la libertad sufriendo calamidades que seguirán resintiendo aún en la libertad de su fuga consumada.
Hasta aquí mencioné tres novelas de Carlos Montemayor: Las armas del alba, Las mujeres del alba y La fuga. La mayoría de los personajes que las pueblan protagonizaron el ataque al cuartel de Ciudad Madera, Chihuahua.
El lector de esos tres libros de Carlos Montemayor se encontrará con la novelización de un hecho que cuando ocurrió estremeció a lo más lúcido de las conciencias. Un puñado de mexicanos quiso ser el alba de una transformación nacional mediante la que se instaurara la justicia. No lograron que su luz iluminara más allá de su sacrificio, pero eso no quiere decir que se haya apagado el alba de la búsqueda de la justicia popular. Su monumento será ejemplo.
Al general aquél y sus soldados el pueblo, el Pueblo, nunca les erigirá un monumento como el que alzará en Madera para los guerrilleros del 23 de septiembre de 1965.
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