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Tres tardes con los encapuchados

GENARO LOZANO

La explanada de cemento que se encuentra a lado del edificio de la Rectoría de la UNAM, considerado patrimonio de la humanidad por la UNESCO, es el epicentro del nuevo conflicto que vive la universidad pública más grande e importante de México y del mundo de la Ñ.

El lobby de ese edificio está tomado por un grupo de unos 12 encapuchados, hombres y mujeres, jóvenes cuyas voces suenan a las de personas que están a punto de entrar a los 20. Un chico encapuchado y con un discurso muy articulado habla por un altavoz: informa a sus compañeros sobre la ocupación del edificio. Se está dando una asamblea informativa improvisada. El encapuchado pide diálogo con el Rector, el Doctor Narro, le exige que levante la orden de captura contra los inconformes y rechaza los 12 puntos de la reforma propuesta a los CCH. El chico denuncia que Narro no ha accedido al diálogo.

Por la explanada pasan varios grupos de estudiantes. Algunos se acercan a dialogar. Se identifican como estudiantes de Derecho. Quieren convencer a los encapuchados de desalojar el edificio. Se acercan otros estudiantes. Se identifican como miembros de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales. Ellos también exhortan a los rebeldes a dejar el edificio por las buenas. Hablan sobre la "imagen de la UNAM", rechazan la violencia.

Los encapuchados escuchan respetuosamente, responden, dan sus argumentos. Rechazan "la imposición de un sistema que quiere privatizar la educación en México". El chico encapuchado cuestiona el que se proponga fortalecer la enseñanza del inglés y del francés en los CCH, en lugar de lenguas originarias, como el náhuatl. Defienden su acción e insisten: "no se dejen engañar por los medios, no tomamos la Rectoría, tomamos solamente el lobby. Hay siete accesos al edificio y los burócratas pueden venir a trabajar cuando quieran. Solamente Narro no puede entrar si antes no se sienta a dialogar. No queremos detener la vida universitaria", dicen una y otra vez.

Regreso al día siguiente. Los encapuchados anunciaron una asamblea en el auditorio Justo Sierra, llamado "Che" Guevara desde que fuera ocupado en 2000. Me acompaña Luciano Concheiro, un estudiante de Historia que conoce como pocos los detalles del conflicto. Entramos al auditorio. Huele a encerrado y pronto se llena. Una mujer que se había identificado como profesora del CCH un día anterior en la explanada está ahí. Me saluda. Me reconoce por el programa que conduzco en Televisa y me felicita por darle voz a voces disidentes como los estudiantes de la UACM. A los pocos minutos alguien grita "saquen al camarógrafo", cuatro encapuchados se paran en los cuatro accesos al auditorio. Sacan al camarógrafo y piden que nadie tome video y que no haya prensa. Escondo mi celular y dejo de tuitear. Por un segundo me asusto. Luego la profesora me dice "necesitamos dar a conocer las demandas y la versión correcta de los hechos. No te preocupes." Habla como lideresa. Confío y me quedo.

Un chico propone que se haga un cordón de seguridad a lo largo del edificio de Rectoría para apoyar a los encapuchados, que se haga una colecta para pagar el vidrio que rompieron y que se convoque a un artista para que haga un vitral en conmemoración del evento. Nadie es violento. Todo se vota y se habla. Me asombra la autorregulación de estas comunidades universitarias.

Salgo del auditorio. Camino a lo largo del pasillo del estacionamiento. En los jardines hay quienes están leyendo, quienes van saliendo de sus clases, otros más fuman marihuana. Más adelante hay una carpa enorme donde se realiza una feria de libros. A lado de Rectoría siguen llegando estudiantes a dialogar con los encapuchados y a informarse.

La vida universitaria sigue. 2013 no es 1999. La comunidad está dividida entre quienes piden el desalojo de los encapuchados por parte de la Policía y quienes apoyan a los inconformes. La entrada de la Policía no viola la autonomía universitaria, pese a que eso afirmen algunos académicos al tomar una postura política.

Fuera de la UNAM, a kilómetros de distancia, en la carretera Del Sol, un grupo de maestros cierra la autopista. Otros más encienden edificios Las medidas extremas del repertorio de la protesta están lejos de desaparecer cuando persisten las injusticias en México, pese a que la narrativa oficial y la mercadotecnia del nuevo PRI nos anunciaba "momentos de unidad, de pactos, de mover a México". ¿Alguien lo creyó?

No sé en qué acabará el conflicto. Regreso al día siguiente y vuelvo a ver diálogo y división. Ahora hay ya 8 tiendas de campaña en apoyo a los encapuchados, pero sólo veo a un chico de guardia. Inevitablemente pienso en cuántas personas en este país han recibido una amnistía o un perdón por acciones peores que tomar el edificio de un lobby. Pienso en la importancia del anonimato y en la de salvaguardar la identidad para no ser perseguido, pienso en la falta de empatía de muchos que demonizan, de aquellos que se asustan por grupos de encapuchados y les niegan cualquier interlocución. Como si los zapatistas no hubiesen negociado con pasamontañas. Pienso en que éste no es un momento fácil para Narro, pero que en la solución a este conflicto se juega su lugar en la historia de la UNAM.

Twitter @genarolozano

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