Javier Hernández, Raúl Jiménez y Oribe Peralta, los delanteros que jugaron contra Panamá en el Azteca. (El Universal)
Inolvidable acrobacia que no sólo otorgó tres puntos a la Selección Mexicana, también liberó a sus integrantes de los grilletes que les apresaban cada que salían a la cancha del Estadio Azteca.
Varios de los dirigidos por Víctor Manuel Vucetich formaron parte del proceso que encabezaba José Manuel de la Torre, ese en el que fungir como local en este 2013 era sinónimo de pesadilla. Auténtico juego del miedo que, consideran, finalizó con el triunfo sobre Panamá, coronado por el espectacular tanto de Raúl Jiménez (2-1).
Revitalizados emocionalmente, los jugadores del combinado nacional prometen que la historia dará un giro a partir de ahora.
"Era importante ganar... Y de la manera como se hizo", valora Oribe Peralta. "Nos inyecta un ánimo bastante valioso".
Impulso al que pretenden sacar provecho, más allá de que llegara en la recta final del hexagonal rumbo a la XX Copa del Mundo.
Las matemáticas les impiden tener seguro el boleto a la reclasificación, mucho menos un acceso directo a la máxima justa futbolística del planeta, pero sí cuentan con la certeza de que varios fantasmas han sido exorcizados.
"Necesitábamos una victoria con nuestra gente... Y más como se dio. ¿Qué más podemos pedir?", pregunta Christian Giménez. "Al grupo le cuesta mucho lograr esto, por lo que nos ayudará bastante".
Recuperaron la fe en sí mismos, la seguridad de que son capaces de aliarse con ese "Monstruo de 100 mil cabezas" que tanto miedo genera en la mayoría de los representativos que le visitan.
"Hacía mucha falta salir contentos", confiesa Javier "Chicharito" Hernández. "Nunca diremos que hicimos el partido perfecto o [que nos sentimos] satisfechos".
"Ganemos, empatemos o perdamos, saldremos con el pensamiento de que debemos trabajar al día siguiente, pero siempre es mejor hacerlo con una victoria".
Sobre todo si el margen de error es diminuto.
De nada sirve lamentarse por los nueve puntos que se dejaron ir sobre el lienzo verde del Coloso de Santa Úrsula. Lo importante, según advierten, es la inyección anímica recibida en el momento crucial.
"Nos hacía falta hacer pesar el estadio", admite Guillermo Ochoa.