Quizás es muy pronto para intentar un corte de caja, pero lo cierto es que a un año del inicio del mandato de Enrique Peña Nieto, no estamos ni en el "México momento" ni tenemos el gobierno eficaz, de resultados, que nos prometió en la campaña.
El primer tiempo de esta administración estuvo signado por anuncios y decisiones que parecieron mostrar a un gobernante que tenía proyecto y sabía cómo concretarlo. El 2 de diciembre de 2012 se firma el Pacto por México, en febrero se encarcela a Elba Esther Gordillo, en el tercer mes de gobierno se aprueba la reforma educativa que se acompañaría más tarde por las reformas a la Ley General de Educación y una Ley del Instituto Nacional de Evaluación; al mismo tiempo, se modifica la relación obsecuente que permitió a las agencias de inteligencia de EU, durante el gobierno de Felipe Calderón, meterse hasta la cocina.
Pero a las decisiones contundentes, promisorias, de la primera hora, ha seguido un segundo momento de indecisiones y estancamiento, o casi. No sólo eso, en dos temas mayores, los que verdaderamente importan a la sociedad: el crecimiento económico, como condición para generar los empleos dignamente retribuidos que reclaman millones de jóvenes, y la seguridad, indispensable para recuperar no sólo competitividad económica, sino la tranquilidad que muchos ciudadanos hemos perdido, los resultados son adversos.
Los pronósticos de crecimiento económico para este año han debido ajustarse a la baja, hasta llegar a un duro 1% -o quizás menos-. Por otro lado, la delincuencia sigue cebándose sobre muchas comunidades: los habitantes de numerosos poblados siguen siendo víctimas de extorsiones, secuestros y asesinatos que no sólo no disminuyen, sino que van en aumento.
La integración y el diseño del gabinete -un gobierno con un jefe del Ejecutivo y dos vicepresidentes: Videgaray y Osorio- llevó a puestos de altísima responsabilidad a un conjunto variopinto de figuras -y figurines- de distintos tamaños y experiencias que lastra la marcha de la administración. Lejos de las condiciones exigibles a quienes forman ese equipo: patriotismo, calidad irreprochable, honestidad a toda prueba y capacidad certificada en el ramo para el que serían designados, se impuso el paisanaje y el pago de facturas.
Y los poderes fácticos, de dentro y de fuera, le han impuesto al Ejecutivo su lógica y sus intereses. Ahora resulta que la suerte de la administración de Peña Nieto y sus impactos en distintas esferas (sociales, políticas y económicas) dependerán no de la manera en que articule las diversas políticas públicas (industrial, fiscal, educativa, financiera, agropecuaria, de seguridad...), sino de lo que resulte con la reforma energética.
La verdadera "reforma estructural" de este gobierno, "la madre de todas las reformas", a la que le apuestan todo, no es la financiera ni la fiscal, ni siquiera la educativa o la de telecomunicaciones, es la energética.
Por su parte, la reforma educativa ha encontrado una oposición irreductible; en varios estados la reforma es letra muerta y, para colmo, no parece haber los recursos financieros ni humanos para llevarla a buen puerto. No se ha impuesto una política de austeridad y racionalidad en el gasto ni se ha emprendido una reingeniería gubernamental que reduzca el aparato estatal.
Luego de un inicio a tambor batiente, que contrastó para bien con dos sexenios de muy pocos resultados, con el paso de los meses la administración de Peña parece haber perdido gas… Muy temprano para un candidato que puso el acento en la eficacia y que prometió resultados. Al primer tiempo de definiciones y acciones, siguió un segundo de incertidumbre y luego otro de interrogantes. No miente el Presidente cuando señala las resistencias a los cambios (sobre todo de aquellos acostumbrados a los privilegios de todo tipo), pero un gobierno que se proponía mover a México debió no sólo calcularlo, sino desplegar los instrumentos y estrategias necesarias para superarlas.
Por todo esto y más es imperativo que a partir del primero de diciembre se introduzcan cambios que dejen atrás lo que hoy se muestra como un gobierno de fachadas y de escasos resultados; que recupere el paso -decidido y con rumbo- que marcó este gobierno durante las primeras semanas y meses del sexenio.
Twitter: @alfonsozarate