Un boleto sencillo para Marte
Tendría catorce o quince años cuando, por casualidad, cayó en mis manos un viejo ejemplar de Crónicas Marcianas, de Ray Bradbury. El deshojado libro durmió en mi escritorio unos dos meses antes de que me decidiera a leerlo. Cuando por fin lo hice, entendí que me había estado perdiendo mucho más que el diario íntimo de E.T. o Chewbacca.
Con una mezcla de sarcasmo y veracidad, Bradbury toma como pretexto la imaginaria colonización del planeta rojo para denunciar la ambición y el egoísmo que caracterizan a la especie humana, más interesada en reproducir su modo de vida terrestre, moderno y norteamericano, que en establecer un intercambio equitativo con sus vecinos planetarios. Aunque nací después de «el gran salto para la humanidad» que supuso la llegada del hombre a la luna, confieso que nunca imaginé que viviría para ver cumplidas las profecías Bradburianas.
Por la prensa me he enterado que este año oficialmente ha comenzado el proceso de selección del programa Mars One, alentado por el investigador holandés Bas Lansdorp. Se trata del primer proyecto para establecer un asentamiento de seres humanos en Marte y, por lo menos ahora, el cronograma adquiere tintes que lo colocarían más en los estantes de la ciencia ficción que en los de la ciencia.
Según el cronograma propuesto por Lansdorp, en 2016 comenzarán a lanzarse al planeta rojo algunos satélites de comunicación (además de sondas provistas de los módulos habitables y toneladas de víveres no perecederos) como parte de la infraestructura que hará posible la sobrevivencia humana en Marte. Después, en 2023, se podrá enviar a los primeros cuatro colonizadores. Otros cuatro terrícolas serán lanzados un par de años más tarde, y así hasta completar cuarenta habitantes bien instalados en los módulos.
Para elegir a los viajeros, el programa lanzó una convocatoria mundial requiriendo voluntarios, aunque advirtiendo que, con miras a reducir costos, no está considerado el viaje de regreso a la tierra. El listado de aspirantes a «martenautas» supera ya los 200 mil registros, incluyendo a más de seis mil mexicanos. Las únicas condiciones para inscribirse son ser mayor de dieciocho años, enviar un breve video exponiendo los motivos para postularse y pagar una cuota mínima «de recuperación» que oscila entre los cinco y los 75 dólares. Algunos de los videos pueden observarse en la página del proyecto: marsone.com
Eso no es todo. Como se trata de un programa privado, aunque sin fines de lucro, Lansdorp ha decidido darle formato de reality show aspirando a conseguir patrocinadores, pues el costo total del plan rebasa los seis mil millones de dólares. Es por eso que en el sitio web oficial, ya pueden adquirirse los souvenirs del programa: una taza se vende por quince dólares, la playera con el estampado del planeta rojo cuesta veinticinco dólares, y la sudadera original de la expedición puede ser suya por sólo cuarenta dólares. Una ganga.
Además, en la página web del proyecto puede leerse que “el establecimiento de asentamientos humanos en Marte es el próximo gran paso para la humanidad”, y entre las metas de la empresa está la de “fomentar la unidad entre los humanos al tener un objetivo común”. En este momento surgen muchas preguntas: ¿deben ser el mercado y el espectáculo los responsables de financiar el siguiente «gran paso» de la humanidad”? ¿Con qué costo ético? ¿Pasará Lansdorp a la historia como un Cristóbal Colón interplanetario o, por el contrario, formará parte del listado de empresas que han tenido que ser pospuestas por las limitaciones de su época? Sólo el tiempo nos dará las respuestas.
Comentarios en: www.cortandorabanos.blogspot.com