Un Estado fuerte
Es muy claro que México no tiene el desarrollo económico que debería haber alcanzado a la luz de sus recursos naturales y de la capacidad de trabajo de su población. Con mucha frecuencia los mexicanos le echamos la culpa al gobierno de esta situación y hay buenas razones para pensar que no estamos completamente equivocados. Pero el error de éste no ha consistido en ser demasiado fuerte, como algunos argumentan, sino excesivamente débil.
En los países desarrollados del mundo el gobierno tiene un papel limitado pero que cumple con vigor y eficacia. En México se pretende que sea todo (rector, empresario, beneficencia social y empleador máximo) pero esto le resta fuerza y le impide al final cumplir con sus responsabilidades fundamentales de manera eficiente.
Es sorprendente que tenemos maestros que se han apoderado en propiedad privada de plazas docentes en escuelas públicas, de las cuales reciben sueldos y beneficios aunque no se presenten a trabajar. Las plazas laborales en empresas públicas, como Pemex y la Comisión Federal de Electricidad, también son privatizadas y aportan a sus dueños salarios y beneficios de por vida sin importar la productividad de la persona o el desempeño de la empresa. Cuando el Estado toma la decisión de extinguir alguna de estas paraestatales por así convenir a los verdaderos dueños, los ciudadanos, los trabajadores se organizan y exigen que el gobierno les entregue un empleo a cambio del que desapareció.
Tenemos administraciones que son incapaces de garantizar la seguridad de la población. Menos del 95 por ciento de los delitos son resueltos y muchos de los que formalmente se solucionan, se cierran con el encarcelamiento de inocentes. El gobierno no consigue, por otra parte, impedir que los grupos de poder bloqueen carreteras para obtener beneficios adicionales o que los transportes públicos cumplan con los reglamentos de tránsito.
El Estado mexicano ha sido incapaz después de décadas de esfuerzo de combatir la corrupción de sus propios funcionarios. La mejor avenida para hacerse rico en México no es, como en otras naciones, fundar una empresa productiva e innovadora, sino lograr el puesto gubernamental adecuado en el momento preciso. Un solo sexenio es suficiente para que una familia pase de pobre a rica en nuestro país.
Para lograr una mayor prosperidad es indispensable, por supuesto, que promovamos una mayor inversión productiva, la cual en buena medida debe venir del sector privado. Pero el Estado tiene que aprender a ser mejor en sus responsabilidades fundamentales. De nada nos sirve tener un gobierno débil que ceda a todos los chantajes y las presiones de los grupos de poder y de los criminales. Necesitamos un Estado fuerte que proteja a los ciudadanos, que impida la corrupción y permita que las empresas inviertan con confianza en la ley para construir una mayor prosperidad.
Twitter: @SergioSarmient4