Lo primero que se te ocurre al ver cómo trataron al menor de diez años, en una primera impresión, es de rabia e impotencia, es un abuso que no debe tolerarse, hagamos algo. Es un hecho que ocurrió en Villahermosa, Tabasco; que si hubiera acontecido en nuestro terruño ¡guay! ya vería cómo le iría, no se la acabaría. Es inaudito un hecho reprobable, carente de razón. Un pobre niño que traía su mercancía en una canasta fue obligado a desprenderse de su humilde mercadería tirándola al suelo para que el servidor público lo dejara de hostigar. La nota no es lo suficientemente explícita para saber a ciencia cierta qué motivó la actitud del infante para arrojar su mercancía mientras lloraba a moco tendido.
Es posible que la venta que realizaba comprendiera una mercancía cuya venta requiera un permiso especial. No lo dice el reporte. Me atrevo a suponer que era el paquete de cigarrillos, lo cual de alguna manera explica la actuación del inspector de mercados que suponemos es su oficio, el de confiscar, sin otro trámite legal, las cajetilllas que constituían un expendio ilegal. Este hecho me trajo a la memoria al subcomandante Marcos que lideraba el ejército zapatista de liberación nacional, quien decía que la libertad es como la mañana, hay quienes esperan dormidos a que llegue, pero hay quienes se desvelan y caminan la noche para alcanzarla. Yo soy como soy y tú eres como eres, construyamos un mundo donde yo pueda ser sin dejar de ser yo, donde tú puedas ser sin dejar de ser tú, y donde ni yo ni tú obliguemos al otro a ser como yo o como tú.
Una tarde de mayo y lluvia, en esa hora en que reinan el tabaco y la palabra, me dijo el Viejo Antonio: "Elige un enemigo grande y eso te obligará a crecer para poder enfrentarlo. Achica tu miedo porque si él crece, tú te harás pequeño". "Les enseñaremos a los niños (que ahora traen una canasta) que hay tantas palabras como colores y que hay tantos pensamientos porque de por sí el mundo es para que en él nazcan palabras. Que hay pensamientos diferentes y que debemos respetarlos. Y les enseñamos a hablar con la verdad, es decir, con el corazón.
El mundo que queremos es uno donde quepan muchos mundos. La Patria que construiremos es una donde quepan todos los pueblos y sus lenguas, que todos los pasos la caminen, que todos la rían, que la amanezcan todos. Recordemos que no necesitamos permiso para ser libres.
Disculpen las molestias, esto es una revolución. Mire el rostro el niño tenía la mirada aún baja, sopesando su canasta debajo del brazo, los pies descalzos, los pantalones parchados, derramando pesados lagrimones y a la autoridad retirándose satisfecha como si hubiera ganado una fiera batalla contra un ejército de vendedores clandestinos en el Chicago de Al Capone, ufanándose de su astucia, lamentándose de no traer cachiporra a pesar de habérsela pedido al alcalde, con unos cuantos guamazos él podría acabar con el comercio ilegal.
Las calles a su cuidado se habían ido llenando con vendedores de chicles, de dulces, todos con una canasta bajo el brazo. Una amenaza, consideraba él, para la paz pública. Él se encargaría de retirarlos por las buenas o por las malas, pues por algo traía una placa de mandamás.