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Un panqué en la puerta

OPINIÓN / GENIO Y FIGURA

Un panqué en la puerta

Un panqué en la puerta

Gaby Vargas

Abrió la puerta de su casa y en el suelo se encontró un panqué perfectamente envuelto. “Qué raro..., ¿será para mí?”, se preguntó. El panqué traía pegadas dos etiquetas con el dibujo de un castillo con unas brujas impreso en cada una. En una de ellas se leía: “Te hemos sorprendido”, y la otra tenía las instrucciones de cómo seguir el juego: le pedía al destinatario que hiciera dos panqués más, para sorprender a otros dos vecinos de la misma manera.

“No sabes qué bonito sentí”, me dijo Mónica, en un desayuno con diez mujeres que tuve en la Ciudad de San Antonio, Texas. “Al llegar mis hijos de la escuela, dedicamos la tarde a hacer los dos panqués que nos correspondían. Pero lo mejor fue cuando juntos fuimos a «sorprender» a las otras dos personas. No sabes la emoción y el placer que nos causó obsequiar algo a un extraño, sin otro interés que el de agradarlo”.

En cuanto Mónica narró lo sucedido, Claudia, otra de las presentes, comentó que estaba de moda y se llama pay it forward o «pago por adelantado». Platicó que a ella le había sucedido lo mismo en un autoservicio de hamburguesas. “Llegué a la ventanilla y la señorita me anunció que el señor del coche de adelante había pagado mi cuenta de ocho dólares. Me sorprendí tanto que en el momento sólo me arranqué y no se me ocurrió hacer lo mismo. Tengo esa deuda y pienso regresar pronto la sorpresa a alguien más”.

De la misma manera, Joan comentó que le había sucedido algo similar en un café. “¡Verdaderamente me iluminó el día! Y de inmediato sentí la obligación de pagar el café del de atrás. Nunca se me olvidará la cara de sorpresa de la joven que vi por el espejo del retrovisor, me echó las luces para agradecerme y yo me fui feliz”.

Con sólo escuchar lo anterior, a todas en la mesa se nos contagió la buena energía. Ése es el poder de la amabilidad. ¿Te imaginas que te sucedería a ti? Me encantaría que en nuestro país también se pusiera de moda algo así. Se trata de realizar un pequeño acto de amor al día. Suena hasta ridículo, ¿no? Con el tren acelerado con el que solemos vivir, no nos percatamos de que constantemente escogemos actuar con amor o con indiferencia. Y ambos sentimientos son muy contagiosos. Por toda la violencia y acontecimientos desagradables que hemos padecido en los últimos años, la indiferencia ha penetrado nuestra piel como la humedad, sin advertir que nos hace morir un poco cada día.

La cara se endurece, olvidamos sonreír, vivimos con tanta prisa que no volteamos a ver el cielo, relegamos la gratitud, dejamos de ser amigables y el carácter se agria. Al excluir el amor perdemos el compás y dejamos a un lado lo importante. Habría que pensar en todo lo que a diario anteponemos a él: ¿es dinero, una carrera profesional, fama o estatus?

Con frecuencia, el conflicto, el dolor o la enfermedad no son más que avisos de que hay que cambiar algo en nuestras vidas. Bien visto, no se trata más que de mover un switch interno para detener esta indiferencia y enfocarnos en hacerle un lugarcito al amor. Los primeros beneficiados seremos nosotros. El amor inspira, conecta, hace sentir más vivo. El amor atrae otras cosas buenas, porque obedece a la ley de la causa y el efecto.

Un panqué en la puerta es un apapacho, es dar acompañamiento y regalar un momento de felicidad. Parece mentira, pero un detalle así puede ser la señal que nos recuerde retomar el camino, el compás, el verdadero propósito en la vida y volver a poner el amor como prioridad.

Además, la sonrisa que este gesto le causa al otro, devuelve la propia.

Twitter: @ gaby_vargas

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