Un segundo, una vida
La doctora Carolina R. sale de su trabajo en un hospital privado de Monterrey a las 6:00 de la tarde, y aborda su coche en el estacionamiento. A las 6:20 su hijo Josué, de 9 años, la espera en la puerta del club deportivo “Santacruz”. El niño se acomoda en el asiento trasero del auto. A las 6:40, siguiendo la ruta a casa, la doctora pasa por su hija Shara de catorce años, quien por las tardes estudia música. La niña acomoda en el asiento trasero el estuche de su violín y escucha la pregunta consabida de la madre: “¿Cómo te fue?”, la respuesta de la adolescente: “Bien”. El beso y el cinturón de seguridad.
Es la hora pico y se siente el sol de junio a plomo. La adolescente está entretenida en su celular y de pronto, llena de euforia, le dice a su mamá: “Mira mami, mi tía Angelita me invita el sábado a Laredo, van mis primas”. La doctora trata de leer el mensaje que su hija le pone al lado. Entonces, basta un segundo. El golpe fue seco. Josué sale disparado por entre las dos mujeres rompiendo el vidrio frontal del auto, la doctora, aún con las bolsas de aire del coche, ha quedado prensada y muerta. A los siete días, Shara pudo contar a su parientes lo poco que recordaba, todavía con heridas graves. Un camión materialista estaba estacionado a un lado por una descompostura, todos los vehículos le sacaban la vuelta.
Autopista Monterrey-Saltillo, kilómetro 58, septiembre de 2013. Cristina Ramírez, de 18 años, venía hablando por su celular. La muchacha manejaba su vehículo a alta velocidad. En el acotamiento de esa carretera una familia (el abuelo, un hijo de diez años y su nieto) fueron brutalmente arrollados mientras se disponían a cambiar una llanta. De esta catástrofe sólo sobrevivió un niño que aún está grave en un hospital de Monterrey.
Son ya millones de vidas cegadas por la pendejez, costumbre, maña, juego y estupidez de personas que manejan un vehículo mientras utilizan su celular, donde escuchan, hablan, reciben, leen, escriben y mandan mensajes; «twittean», «googlean» o «textean», como dicen los chicanos, desde sus teléfonos móviles.
Hay miles de testigos y protagonistas de estos accidentes que ahora van en sillas de ruedas, mientras otros están en estados terminales, terapias intensivas, muertes cerebrales, con cirugías reconstructivas o amputados.
Desde hace pocos años muchas carreteras, bulevares y calles han sido escenario de accidentes que tienen como causa la distracción de los celulares. De por sí, viajar en cualquier carretera o vía del país resulta peligroso, ya que uno se encuentra caminos en malas condiciones, trabajos sin señales, costos altos en autopistas y tramos en pésimo estado, aunado al riesgo de asaltos por los malosos o la policía, que está para resguardar y que muchos turistas o viajeros nacionales temen. No obstante, también está el descuido o «importamadrismo» de los «chateadores» itinerantes y viajeros que, por atender sus aparatos de comunicación, se llevan vidas inocentes por delante.
A. Guerra, oficial de la policía federal de caminos, me cuenta que desde hace dos años miles de accidentes han sido causados por este motivo, incluso ya no es el exceso de velocidad sino el ir mandando mensajes en los multicitados aparatos. En Monterrey, el departamento de tránsito lleva un recuento de accidentes por esta causa, cuya distracción ha costado muchas vidas y dinero. Testigos de estas situaciones comentan que basta una sola mirada a la pantalla del aparato móvil para dar lugar al golpe seco que provoca un choque.
En la mayoría de los casos no hay tiempo de reaccionar y la catástrofe sobreviene. El caso más reciente fue el de un conductor del tren rápido de Santiago de Compostela, España, que venía grabando el velocímetro de la máquina que conducía a más de ciento cincuenta kilómetros por hora, esa tragedia costó muchas vidas.
El tiempo que tarda en llegar un mensaje a su destinatario -tal vez un segundo o menos- es el tiempo en que sucede la transición de la vida a la muerte, provocada por un accidente automovilístico. Hoy día, ésta es la guerra de la tecnología y el costo que se paga.
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