Un silencioso peligro
El gas es una sustancia de uso tan cotidiano que llegamos a considerarlo inofensivo. Sin embargo, cuando por alguna razón quedamos expuestos a respirarlo el resultado es una intoxicación de mayor o menor grado que en ocasiones puede provocarnos ciertos síntomas sin que reparemos en ello.
Hasta cierto punto tenemos claro que el manejo de cualquier tipo de gas implica la existencia de riesgos para la salud y que prevenirlos depende en gran medida de la responsabilidad con la cual lo manejemos.
Es habitual que cada año en la temporada invernal se realicen campañas en donde los diversos departamentos de salud nos hablan de una serie de recomendaciones para evitar incidentes lamentables. Aun así durante el recién concluido invierno vimos que como cada año, las noticias nos informaron cifras de personas afectadas por intoxicación con gas.
Por otro lado, suele perderse de vista que los accidentes por inhalación de gas pueden ocurrir en todo momento; sin importar la época del año miles de individuos sufren los efectos de situaciones que podrían haberse evitado con algunas simples medidas.
PELIGRO MUY CERCANO
En un sinnúmero de hogares de nuestro país, el gas butano alimenta cocinas y calentadores de agua. Se trata de una sustancia obtenida de la destilación del petróleo y compuesta de otros elementos como el isobutano, el propano y el etano.
Usualmente una fuga de butano se puede detectar con facilidad, pues siempre se le añade un olor distintivo, molesto, con el objetivo de alertar a las personas y así evitar intoxicaciones o explosiones. A pesar de ello, hay quienes no lo perciben o se habitúan al olor luego de un rato de estar expuestos a él.
Si se respira de manera directa puede provocar mareos, somnolencia, pérdida de conocimiento y dolor de cabeza. En cantidades pequeñas y con periodos cortos de exposición no trae mayores consecuencias. Pero si se llegan a aspirar fuertes cantidades de butano, el impacto en la salud es similar al envenenamiento por monóxido de carbono (CO), el más peligroso de los gases en el hogar.
VIVIENDO CON EL ENEMIGO
El monóxido de carbono carece de olor, sabor, y no irrita al sistema respiratorio, por lo que pasa completamente desapercibido. Es menos denso que el aire de nuestro alrededor, lo cual le permite acumularse en las zonas altas de las viviendas en donde se dispersa.
El CO se origina de la combustión incompleta de los elementos orgánicos; es decir: cuando ocurren incendios, al quemar leña o carbón dentro del hogar (chimeneas o anafres) y también (con notable frecuencia) por un incorrecto funcionamiento de calentadores de agua, calentones, cocinas y hornos de gas. Si esos aparatos domésticos no cuentan con el apropiado mantenimiento comienzan a quemar el combustible de una manera irregular, causando que el monóxido de carbono aparezca en una mayor cantidad en el área.
Una vez inhalado acarrea varios daños que, según la cantidad consumida y el tiempo de exposición, determinan la suerte de la persona en cuestión. Al ingresar al cuerpo, de inmediato se combina con la hemoglobina, que en condiciones normales va unida al oxígeno para repartirlo por todo el organismo y mantener alerta a todos los sentidos y órganos. El CO se adhiere a la hemoglobina hasta 250 veces más rápido que el propio oxígeno y produce un compuesto llamado carboxihemoglobina, el cual es sumamente difícil de separar de la sangre.
Los niveles de intoxicación por CO se miden por el porcentaje de carboxihemoglobina en la sangre. Si las concentraciones son alrededor de un 20 por ciento los efectos serán dolores de cabeza, mareos, vómitos y a veces vista nublada; a este grado de envenenamiento se le denomina ‘leve’.
Si llega a un 30 por ciento provocará mareos más intensos; pueden aparecer trastornos de la personalidad como enojos e irritabilidad, y también hipertensión. Aquí se alcanza ya un nivel de ‘gravedad moderada’ y el individuo debe ser llevado con prontitud a una sala de urgencias.
Mientras que si el nivel de carboxihemoglobina supera el 50 por ciento aparecen convulsiones y pérdida de conocimiento. En este punto la situación se considera ‘crítica’ y las posibilidades de caer en coma y/o de morir son muy altas.
La inhalación de gas afecta principalmente a los sistemas respiratorio y circulatorio; asimismo, la ausencia de oxígeno en su forma original daña otros órganos como el hígado, el cerebro y finalmente el corazón.
TAMBIÉN SON GASES
En el hogar es igualmente básico ser precavidos con otras sustancias aparentemente inofensivas que pueden liberar gases nocivos. Productos limpiadores, ácidos para el aseo, plaguicidas, insecticidas y cloros suponen un gran riesgo para la salud si sus vapores se reciben de manera directa.
Algunos de ellos causan inflamación de las vías respiratorias, daño pulmonar, rinitis, conjuntivitis, faringitis, dolores de cabeza, vómitos, mareos y náuseas. De hecho, en algunos países la inhalación de estos ‘irritantes’ representa el primer lugar de emergencias provenientes del hogar; en el segundo se encuentran los relacionados a las quemaduras o inhalación de monóxido de carbono.
ANTE LA INTOXICACIÓN
Cuando accidentalmente se aspira cualquier tipo de gas debe acudirse de inmediato a una sala de emergencias; por lo general se hará un lavado de vías respiratorias y se administrará oxígeno.
El 15 por ciento de los pacientes que se recuperan de una intoxicación fuerte, llega a manifestar un padecimiento denominado ‘síndrome tardío’: una serie de síntomas que incluyen mareos, dolores de cabeza y temblores involuntarios, los cuales son reflejo de daño en las funciones cerebrales, provocado por la ausencia de oxígeno.
Por otro lado la inhalación crónica y prolongada de gases puede traer conflictos a la salud en el mediano y largo plazo, tales como el citado síndrome tardío o el desarrollo de padecimientos relacionados a la cognición y las funciones cerebrales más básicas. Para tratar este tipo de secuelas se debe recurrir a las terapias de oxigenación hiperbárica (mayor cantidad de oxígeno que en la atmósfera) o normobárica (a presión normal). También a terapias de rehabilitación mental, si se tuvo detrimento en funciones cerebrales básicas.
A REVISAR APARATOS
Con más frecuencia de la que se cree los aparatos domésticos presentan fugas de butano o de CO, pequeñas, pero capaces de exponer a las personas a suficiente gas como para que eventualmente padezcan síntomas de intoxicación (dolor de cabeza, mareos, irritabilidad y demás) y en dado momento hagan necesaria la hospitalización.
Estufas, calentones, tanques estacionarios, mangueras, calentadores de agua, hornos y demás aparatos que emplean gas deben ser revisados periódicamente. Las autoridades de Protección Civil recomiendan que se haga un servicio integral a cada artefacto por lo menos cada cinco o seis meses.
Si descubre que alguno de sus utensilios muestra una falla debe reportarlo a un experto o bien a la compañía que lo fabricó, bajo ninguna circunstancia intente repararlo por cuenta propia, ya que justo así es como sucede una buena parte de los casos de envenenamiento por butano y monóxido de carbono.
Lo más importante para evitar ser víctima de este tipo de intoxicación es prevenir; permanezca atento a su entorno y a los avisos que le da su cuerpo. Ante la más mínima señal de problemas, pida ayuda al especialista correspondiente.
Correo-e: riturriaga@elsiglodetorreon.com.mx