Seis meses después de haber llegado al gobierno el gobierno de Peña Nieto no ha logrado hacer un cambio sustancial en el tema de la violencia. Aunque hagan publicar análisis amañados que muestren cifras halagüeñas y hayan logrado sacar el tema de las primeras planas y los noticieros, la verdad es que las cifras de violencia siguen exactamente igual, con bajas pequeñas en algunos renglones y alzas en otros, pero ninguno de ellos representa una tendencia que pueda decirse que hay un cambio. Pero más importante que un cambio en los resultados, que nadie en su sano juicio hubiera esperado en seis meses, es que hasta ahora no se ha presentado una estrategia distinta. Peor aún, por momentos pareciera que no hay estrategia alguna, ni la nueva ni la anterior.
La visita del presidente de Estados Unidos puso de nuevo la discusión sobre la mesa por una sencilla razón: para ellos sí es tema. Podemos envolvernos en la bandera y decir que la política interior no es de la incumbencia de los gringos, pero en la práctica hay tanto en juego en la relación entre los dos países que la evolución de la seguridad y sobre todo de los cárteles de las drogas que operan en ambos lados de la frontera, e incluso más allá, sin duda lo es. México no puede, pues, darse el lujo de evitar ese tema, aunque haga bien en tratar de desnarcotizar el discurso y la agenda.
El problema que tiene el gobierno federal es que todavía hay voces nostálgicas que creen que en el tráfico de drogas se puede volver al pasado glorioso en que el gobierno administraba los cárteles que se encargaban de exportación con enormes beneficios de flujos para el país. Hoy el mundo de las drogas es completamente distinto y la relación con Estados Unidos también. A raíz de la entrada en vigor del Tratado de Libre Comercio en 1990, la vinculación económica entre los dos países es tan compleja, rica pero sobre todo creciente, que no hay tema que pueda quedar fuera de la agenda. Los vecinos del norte ya no pueden obviar el tema migratorio, más allá de que es un tema político y social en algunos estados de la unión americana, es sobre todo un tema económico: Estados Unidos necesita de mano de obra mexicana y necesita agilizar la frontera. De la misma manera el tema del narcotráfico es fundamental para los dos países, desde el tráfico de armas y la violencia asociada a la distribución hasta la legalización del consumo y las políticas de salud pública son tema común.
Sí se puede, y está muy bien, desnarcotizar el discurso, pero difícilmente de puede desnarcotizar la agenda en la relación con Estados Unidos. Si no lo resolvemos juntos no se resolverá jamás.