Soy de los que creen, que una vez al año uno debe hacer algo que nunca haya hecho.
Por ello, y para cumplir una promesa que le hice a mi querida sobrina-nieta, (mi adorado terremoto) Bárbara, dispuse todo para ir a Orlando, Florida, al fabuloso mundo de Disney, junto claro ésta, con otra sobrina-nieta, Sofía.
¡Cuán contenta se hubiera puesto mi hermana Chacha, si aún estuviera con nosotros y supiera que nos llevamos a Sofi a un viaje tan especial!
Todo comenzó, cuando Bárbara, confundida de sitio, me pidió que la "llevara a mundo pequeño", pues ella creía que andábamos en Disneylandia. Como estaba equivocada, le prometí que un día la llevaría ahí, para que volviera a ese lugar que tanto le había gustado.
El día llegó y nos disponemos a emprender esa aventura por uno de los sitios más hermosos del mundo infantil. Como estoy consciente de mis limitaciones, convencí a las mamás de las niñas para que fueran con nosotros y hasta Lourdes, mi hermana, y Laura, se apuntaron para acompañarnos, ella desde luego en calidad de abuela sustituta y en representación de Chacha, y Laura como abuela que lo es.
Pronto estaremos, si Dios lo permite, en la Tierra de Mickey, para pasar unos días que espero sean inolvidables para todos.
Sé que enloquecerán, cuando vestidas de princesas, posen para una foto del recuerdo, con el castillo a nuestras espaldas; así como cuando convivan con los míticos personajes creados gracias al genio de Walt.
Ver el mundo pequeño, los Piratas del Caribe, la Tierra del futuro, la Sirenita, la Bella y la Bestia, el Rey León, y muchos personajes de cuento, harán las delicias de mis hijas y me permitirán vivir una experiencia, que sé que sólo habré de vivir una vez en esta vida.
Porque como reza el evangelio, cuando el Señor sentencia: "En verdad, en verdad os digo que si no os hacéis como niños no entratréis en el reino de los cielos".
¿Puede alguien pedir algo más maravilloso que una experiencia de ésas con dos niñas de tres años?, experiencia que espero recuerden toda su vida.
Uno no se lleva nada de este mundo. Como llegamos nos vamos: desnudos. Todo se queda aquí y sólo nos acompañan las bellas experiencias y los momentos gratos que hayamos pasado con nuestros seres queridos.
Que por lo demás, algunos de ellos, los que se adelantaron, nos van dejando huérfanos de cariño y su lugar no lo vuelve a ocupar nadie.
A mí me hubiera gustado viajar más con mis hermanos y sin embargo, no lo hice. Los perdí (a los dos) en menos de dos años, y fueron muy pocos los momentos de ese tipo que disfrutamos juntos.
Mi vagar por el mundo ha sido basto, no me quejo. Pero aún quiero disfrutar más, ir más lejos y vivir nuevas experiencias, y ésta que está a la vista es una de ellas.
Quiero vivir con ellas la emoción de ver a sus personajes favoritos deambular por las calles del parque. Ver su asombro cuando se acerquen a ellas; que se sientan soñadas con sus vestidos de princesa y que me comenten asombradas las maravillas que van viendo.
La vida está hecha de sueños y sensaciones. Y a mí me gusta soñar y sentir.
Porque el tiempo se acaba, y como dice mi amigo Íñigo: "La vida es como una semana…y nosotros ya andamos en el jueves, por la tarde".
Por ello, antes de partir, tenemos que hacer cosas que nunca hayamos hecho; vivir sensaciones que jamás hayamos probado. Para llegado el momento, despedirnos de la vida, sin quedarnos con ganas de nada.
No hay nada tan grato como la alegría de un niño. Y por tanto espero poder escribir una crónica de viaje, con todas las incidencias del mismo, la cual compartiré con ustedes.
Contar las reacciones, los asombros y las alegrías de un viaje acompañado de la magia de la niñez, en un mundo incomparable. Eso es lo que pretendo hacer.
Dios me agarre confesado, porque sé que viviré unas jornadas maratónicas a las que espero sobrevivir. Pero haré un esfuerzo, porque estoy consciente de que será una experiencia única.
Por lo demás: "Hasta que nos volvamos a encontrar que Dioste guarde en la palma de Su mano".