La elección de alcaldes en La Laguna hizo honor a la fecha y resultó un “domingo siete” en toda la extensión del término, porque la sorpresiva votación para el PAN en Torreón y Gómez Palacio le pegó tremendo susto a la maquinaria del PRI y de los gobiernos de Coahuila y Durango. Dicen nuestros subagentes que los candidatos tricolores Miguel Ángel Riquelme y José Miguel Campillo todavía traen la temblorina en las piernas por lo cerrado de sus ventajas contra los panistas Jesús de León y Augusto Ávalos. En Torreón, aunque el tricolor anticipaba una contienda cerrada, no esperaban que el margen se fuera a cerrar a menos de dos por ciento, por lo que la narrativa de la noche del domingo ofrece detalles interesantes.
Los subagentes reportan que hubo un momento en la noche del domingo en que don Miguel se vio abajo del PAN en los resultados que entregaban sus representantes de casillas, y empezó a anticipar una derrota. El reporte fue notificado a la Urbe de Adobe para empeorarle la úlcera al gober Rubén Moreira, porque ya Saltillo y Monclova estaban perdidos. Poco después la tendencia en Torreón se revirtió y la ventaja del PRI se mantuvo, aunque de manera precaria, pero suficiente como para proclamar el triunfo. Dicen que cuando a don Rubén le avisaron que el PRI iba arriba, pegó un brinco y comenzó a recuperar el color. En el cuartel de don Chuy estaban seguros que los priistas no iban a declarar el triunfo ante el margen cerrado, por lo que ya se habían “guardado”. Pero cuando don Miguel se apareció en el PRI, el suspirante panista no tuvo más remedio que salir a demandar un recuento de votos y ponerle sabor al caldo. Mientras tanto, en Gómez los dos bandos estaban herméticos porque ahí también el PAN le había pegado una corretiza a los tricolores. Tanto don Pepe como don Augusto habían salido temprano por la noche a proclamar sus respectivos triunfos, pero cuando la diferencia entre ambos se mantuvo en unos 3 mil votos, los dos se encerraron. Dicen los subagentes que a don Pepe le mandaron instrucciones de irse a dormir y no hacer borlote mientras en Durango veían cómo contrarrestar una embestida panista para cuestionar la elección, que fue la más cerrada en la historia del municipio. Cuando el PAN salió a exigir un recuento y denunciar irregularidades, en el PRI seguían con la boca cerrada, porque el escenario de ganar por mínima diferencia nunca lo imaginaron. Aunque no debieron sorprenderse, pues los mandos tricolores recibieron el jueves pasado una encuesta de la Secretaría de Gobernación que marcaba una distancia de dos puntos con el PAN, pero no le hicieron caso. La coincidencia de elecciones cerradas en Torreón y Gómez Palacio, en las que el PRI tuvo una fuerte “sangría” respecto a elecciones pasadas, reveló un voto de castigo por factores como la inseguridad, la economía, la falta de obras o servicios, con el común denominador de un abandono hacia La Laguna por parte de gobiernos estatales, que no se remedia con promesas y programas electoreros.
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Para los panistas laguneros, la batalla postelectoral confirma aquella frase que dice que la historia se repite primero como tragedia y luego como comedia. Hace apenas siete años el PAN se resistió con uñas y dientes a las demandas de apertura de los paquetes electorales que exigía el “Peje” Andrés Manuel López Obrador en la elección presidencial de 2006, lo mismo que ahora exigen Jesús de León y Augusto Ávalos. Para echarles la mano, los mandos azules enviaron el lunes muy temprano a uno de sus cuadros más pesados, el senador Ernesto Cordero, quien había sido pieza clave en el “cuarto de guerra” de Felipe Calderón y uno de los artífices de la oposición al “voto por voto, casilla por casilla”. Desde la noche de la elección nuestros subagentes en la campaña de don Chuy comenzaron a detectar algunas mutaciones, como cuando el senador Luis Fernando Salazar empezó a referirse al candidato como “presidente electo” y nomás le faltó decir “legítimo”. Con el paso de las horas don Chuy empezó a serenarse y sacó el argumento de la gran cantidad de votos nulos, aunque el año pasado, cuando el PRI perdió las senadurías de Coahuila por la misma razón, los del PAN les decían que se aguantaran. En esto de los votos nulos se cuela también el factor Jorge Zermeño y el hecho de que en varias casillas se reportó que el exalcalde recibió sufragios, lo que llevó a algunos panistas a la conclusión de que el conflicto con don Jorge fue una influencia en el resultado, pues muchos electores afines al PAN prefirieron quedarse en casa al no verlo como candidato. Esto significaría que, aun con todos los elementos para ganar, el PAN perdió por no arreglar sus broncas internas. Aunque la fase crítica de la pelea postelectoral empieza hoy, algunos ya saltaron del barco, como el “Peje” (perdón, senador) Salazar, quien ayer mismo se fue de vacaciones a la playa y dejó solos a sus camaradas. Sin embargo, se dice que el operador principal de la campaña de don Chuy, el curuleco Guillermo Anaya, seguirá atizando el fuego, pues una derrota en Torreón lo desbancará como el mandamás del PAN en Coahuila para abrirle paso a Isidro López Villarreal, ganador de la alcaldía de la peronera capital y, de pasada, de los recursos y la nómina para partir el queso en el partido.
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Y hablando de la Urbe de Adobe, la derrota del candidato a alcalde de Saltillo, Fernando de las Fuentes, fue el más duro golpe para el tricolor, que perdió más de 60 mil votos con respecto a la elección de hace cuatro años, cuando el hoy alcalde Jericó Abramo ganó todas las casillas gracias a la “bonanza” de las finanzas estatales en los tiempos del gober Humberto Moreira. Lo inexplicable es que los saltilleros hayan salido tan malagradecidos porque en los últimos años la peronera capital se ha llevado 10 veces más inversión y casi tres veces más obra pública que La Laguna como para que ahora voten por el PAN. Una hipótesis es que don Jericó le hizo una travesura al “Diablito” de las Fuentes porque el candidato se oponía al programa de transporte “Saltibús” que es el proyecto consentido del alcalde. Pero como la estructura tricolor no la maneja don Jericó, algunos voltearon a ver al verdadero operador del PRI en Saltillo, Álvaro Moreira, hermano menor del gobernador, como responsable de la derrota. Otras miradas se dirigieron al jefazo del PRI estatal, David Aguillón, que hasta el final reportaba cifras alegres. También se debe considerar la pertenencia del candidato panista, Isidro López Villarreal, a la “oligarquía” saltillera y su acceso a recursos y apoyos derivados de un descontento con el gobierno estatal. En esta hipótesis también entraría la posibilidad de que un miembro del empresariado local, que ahora es encumbrado funcionario federal, también haya hecho una travesura. En efecto, las malas lenguas dicen que el exgober y secretario de Agricultura, Enrique Martínez, podría haberse cobrado la derrota de su hijo Enrique Martínez Morales en la elección de diputados el año pasado. En suma, estos escenarios se habrían combinado para terminar con la hegemonía priista en la capital que ya había durado 14 años.
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Los que deben estar más contentos con el resultado de Torreón son los partidos “morralla” que se adhirieron como rémoras a la candidatura de Miguel Ángel Riquelme y que ahora le van a cobrar la factura. En el resultado por partidos, el PRI quedó más de mil votos abajo del PAN, pero remontó el déficit con más de 7 mil sufragios aportados por los partidos que traía su candidatura común, como el Verde, Nueva Alianza, Joven y de la Revolución Coahuilense. De poquito en poquito, estos membretes que no sirven para nada, le sirvieron de maravilla a don Miguel y le entregaron la Presidencia Municipal, por lo que sus dirigentes ya se frotan las manos para repartirse jugosos huesos en la administración municipal.
