Ahí siguen, como silenciosos testigos de la criminal venta de vías férreas. Son los rieles enmohecidos con durmientes podridos y puentes a punto del derrumbe, en el abandono propio de un país en retroceso.
Es la ruta México-Toluca, por la cual dejaron de correr trenes de pasajeros y cargueros y para la cual se abrió la posibilidad de que vuelvan a circular los convoyes que dieron progreso y bienestar a las entidades de Michoacán, Jalisco y Estado de México, entre otras.
En su discurso de toma de posesión, el presidente Enrique Peña Nieto anunció la construcción o rehabilitación de algunos ferrocarriles, entre otros el de Buenavista a Toluca. Ello provocó alborozo en numerosos municipios del Estado de México.
Para los nacidos en Naucalpan, Huixquilucan, Ocoyoacac y Lerma es imborrable el recuerdo de las locomotoras de vapor de "vía angosta", sustituidas por las modernas de diesel. De pronto desaparecieron.
Aquellos convoyes de gozo para niños y adultos generaron fuentes de trabajo en zonas rurales mediante la transportación de productos agropecuarios, de construcción e incluso maquinaria pesada. Ese esfuerzo de muchas generaciones de mexicanos, a partir del porfirismo, obligó a abrir caminos en numerosas montañas, por lo general de piedra maciza y tepetate, para instalar las vías, en una época en que se trabajó a pico y pala, con la ayuda de explosiones de dinamita.
Así se estableció una especie de hermandad del ferrocarril con toda la gente que en decenios hizo uso de esa vía de comunicación. Hasta con eso acabó Ernesto Zedillo.
Durante su historia, los ferrocarriles han sido apetito permanente de gringos y de mexicanos empeñados en venderlos. Los trenes o "caballos de acero", como se les llamó durante la Revolución mexicana, son esenciales en toda nación, de lo cual no se dieron por enterados los panistas y ahora se decide Peña Nieto a rescatarlos.
Nadie imaginó que en 1996 vendería Zedillo vías férreas fundamentales, verdaderas arterias del país, como la de México a Laredo, a Kansas City Southern y Transportación Ferroviaria Mexicana.
El presidente tecnócrata, bolero de niño en su tierra de Baja California, también enajenó el ferrocarril México-Guadalajara-Manzanillo a Union Pacific Railroad y al Grupo México. A sus cuantiosas ganancias le fue agregado un asiento en el consejo de administración de esta última empresa gringa.
La devastación criminal continuó, porque ni el régimen de Zedillo ni los blanquiazules impidieron el abandono de la ruta México-Toluca, hoy cubierta de maleza y escombros. Debió ser utilizada para una carretera, pero no se tuvo imaginación ni voluntad para llevarla a cabo en los tres sexenios anteriores. Incontables pérdidas sucedieron, y suceden, por la destrucción constante de las vías a causa de las acciones climatológicas. Por ello causó alegría el anuncio de Peña Nieto para restablecer el ferrocarril perdido. ¿Se volverán a escuchar pronto los silbatazos en el viejo rumbo a Toluca?
Esta gran tarea es encomendada al nuevo secretario de Comunicaciones y Transportes, Gerardo Ruiz Esparza, quien en este año se dispone a construir un nuevo ferrocarril entre la ciudad de México y Querétaro, además de otras obras de esa naturaleza en el país.
MAL COMIENZO DE 2013 para López Obrador. El calificativo de traición, expresado por el exdiputado federal Mario Di Constanzo, debe calarle en lo profundo (se supone), dado que al hoy exdiputado federal lo incluyó en su llamado "gobierno legítimo" tras su derrota a manos de Vicente Fox.
Di Constanzo, permanente estudioso de las finanzas, fue rescatado por el gobierno priista de Peña Nieto y lo nombró presidente de la Comisión Nacional para la Protección de la Defensa de Usuarios Financieros (Condusef). ¿Qué habrá dicho AMLO de tan contundente revés?
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