Vidal Ramírez, vivió a principios del siglo pasado; dedicó su vida a trabajar como maestro rural.
Estudió en la Normal Rural "José Guadalupe Aguilera", en Santiago Papasquiaro, Dgo., con grandes sacrificios por su limitación económica y con el apoyo del gobierno de aquellos tiempos, que entregaba educación, alimentación y hospedaje a quienes quisieran prepararse como profesores rurales.
Los estudiantes aprendían cuestiones de teoría educativa, incluyendo filosofía y didáctica; además, otros conocimientos para asesorar a las familias en cuestiones tales como nutrición, cuidados e higiene personal y hasta cultivar huertos familiares, que les proveyeran de las hortalizas suficientes para mejorar su dieta.
A Vidal, le correspondió trabajar en San Bartolo, Durango, cabecera municipal, que años más tarde le cambiaran el nombre por el de Simón Bolívar, en memoria del libertador latinoamericano.
Había mucho que hacer por los pobres, prácticamente analfabetas; así que puso manos a la obra y organizó a los niños en dos grandes grupos: el matutino, que atendía a los estudiantes de primer a tercer año y, por la tarde, del cuarto al quinto grado.
Ni que decirle de las limitaciones para educar: desde salones miserables, pizarras viejas, rebeldes a recibir la tiza y niños mal alimentados que, tan pronto llegaban los tiempos de cosecha, eran sacados de la escuela por sus padres, para que sumaran su pequeña fuerza de trabajo a las labores agrícolas. Se trataba de sobrevivir, como aún sucede hasta ahora en algunas regiones retrasadas.
En ese México revolucionario, de pronto había que cerrar la escuela por días y semanas, ante la llegada de soldados de ambos bandos, además de tratar de evitar los desmanes de esos hombres ávidos de descanso, comida y hasta mujeres.
Aún más: insistir en el cuidado de los menores, la atención a la familia y combatir los malos hábitos, trabajo extraordinario al hacerse responsable de las funciones de un juez civil, con la autoridad moral entregada por los propios pobladores, para encarcelar a quienes alteraban el orden o ser testigo de bautizos y bodas.
Los comités de festejos del pueblo, recibían las recomendaciones y la moderación de Vidal, otro trabajo más, al tener la responsabilidad de asegurar la sana administración de los recursos y defenderlos de la voracidad de algunos.
México vivía una época de extrema pobreza que tenía sin recursos a las tesorerías de los estados federales, así que el profe aceptaba recibos escritos en papel estraza y a lápiz, con letras difícilmente legibles y con errores de ortografía en que se leía: "El gobierno del Estado de Durango debe y pagará a Vidal Ramírez la cantidad de xxx pesos, pagaderos en cuanto haya dinero en las arcas del Estado", así que el profesor rural tenía que encontrar formas de ganarse unos centavos para mantener a su numerosa familia.
Para su fortuna conocía de la carpintería, así que hacer cunas, mesas, sillas y hasta féretros, le dejaban algunos pesos que le ayudaban a subsistir, complementando su alimentación con animales de corral y granos de cereales que se cultivaban en la región.
Comprarse ropa nueva, tela para vestidos de las mujeres de la casa, medicamentos o reponer algún colchón viejo, era un lujo y para ello debía viajar a la capital del Estado, para insistir en que se le abonara algo de lo debido.
En uno de sus viajes murió en un accidente carretero, en unas curvas que ya desaparecieron, llamadas "del japonés". Por cierto, el accidente llamó la atención de los laguneros por incluir a unas monjas que viajaban en el autobús siniestrado, aunque la muerte de Vidal no fue de notarse.
Y Vidal pasó a mejor vida, así como llegó, sin grandes manifestaciones, siempre cumpliendo con sus labores, aún cuando no le pagaran y claro, sin contar con sindicatos que le protegieran, sobresueldos que incrementaran sus ingresos, ser comisionado fuera del aula y mucho menos gozar de años sabáticos; jamás pasó por su mente hacer paros, huelgas, manifestaciones, secuestrar autobuses, cometer desmanes, bloquear carreteras o cometer actos de vandalismo.
Hasta hace pocos años, cuando visité la cabecera municipal, aún vivían viejos que le recordaban como el "maestro Vidal", primero en llegar a la población y que con vocación docente y cariño a sus estudiantes, enseñaba las letras y los números; "quien a punta de reglazos nos obligaba a portarnos bien"
Hace más de siete años trataron de colocar una placa conmemorativa en la escuela, pero el presidente municipal y demás políticos no se interesaron, a pesar de que hubo quienes la patrocinaran; estaban más ocupados en "la grilla" y poner "a su gallo" al frente de la administración.
Lo quise recordar con motivo del festejo del Día del Maestro", personaje que debe cumplir con su obligación trascendente para el futuro: educar a los mexicanos.
Se que hay muchos Vidales entre ellos.
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