¡Ya llegó por quien lloraban! Algunos aficionados extrañan (y extrañamos) la controvertida, polémica, mágica y casi musical Liga MX.
Pero ya estamos a cuatro días de que inicie el Apertura 2013, el tercer torneo corto desde que los brillantes (nótese que no lleva comillas) dirigentes de nuestro futbol le cambiaron el nombre a la Primera División mexicana.
A la liga le agregaron además un torneo de copa más chafa que la Copa Oro de la Concacaf y se pasaron por donde quisieron las reglas que ellos mismo inventaron (o se piratearon); aquí ya no hay descenso y no importa quién ascienda, dinero manda.
A estas decisiones "brillantes" (ahora sí con comillas; no se puede más) y cuando parece que lo hemos visto todo, siempre se suma algo que sorprende.
Resulta que para tener un mejor control de las porras y barras de animación en los estadios, sus integrantes tendrán que contar con una credencial que los identifique como miembros, deberán comprar sus boletos en las zonas que se les asigne y no podrán sentarse en otra parte. Hasta ahí, parece que la idea no es mala; que cada quien ocupe su lugar en el estadio es un asunto de respeto.
Sin embargo, se añade otra restricción que le quitará colorido a los partidos en la tribuna: no habrá porras visitantes en ningún estadio de la Liga MX.
Así de fácil, ante la incapacidad de los clubes de Primera División y de las autoridades municipales de brindarle seguridad al aficionado, "mejor que no vengan".
Entiendo que los cuerpos policiacos tienen mucho trabajo y que no todo es futbol (aunque algunos no lo creamos, hay cosas más importantes) pero de cualquier forma en ningún lugar nos pueden garantizar seguridad.
La medida es parecida a cuando en México se hicieron "patos" con los boletos para evitar la "invasión" de la afición regia a CU o cuando subieron los boletos en el Azteca. O cuando la Liga MX, a través de sus clubes, se pusieron de acuerdo para vetar al diario deportivo Récord por alguna publicación que a alguien molestó.
Parece que aquí lo único que importa es el consumo a ciegas, "y si quieren". Los directivos se olvidan que quien manda (o debería) es el espectador. Y nada cambiará mientras el aficionado lo permita.
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