La novelera calificación mundialista de la Selección Mexicana a Brasil 2014 está a punto de consumarse. Sólo una improbable desgracia echaría a perder el show montado por Televisa.
Nueva Zelanda no presentó un solo argumento para pensar en una posible remontada en el partido de vuelta. Y México, el sorprendente México, mostró una cara diferente a la que había dado durante todo el hexagonal (ante un rival infinitamente inferior a los seis mejores de Concacaf).
Rafael Márquez, el jugador que no tuvo los arrestos ni el interés para figurar en la menospreciada MLS, regresó a su país para retirarse como un "héroe", como uno de esos veintitantos "salvadores" que evitarán la catástrofe futbolística, comandados por el "Piojo" Herrera.
¿Y qué seguirá después? ¿Qué más falta por ver? ¿Dónde quedarán las tonterías realizadas por los dirigentes del balompié nacional?
Como todos sabemos, de Cristiano Ronaldo y Zlatan Ibrahimovic sólo uno podrá ir a la Copa del Mundo, mientras que Oribe Peralta irá sin problema. Ese quizá sea de los pocos motivos por los que me da gusto la calificación del Tri (que se da por la vía de la vergüenza).
Oribe llegará en su mejor momento a la fiesta mundialista, ya con pocas posibilidades para emigrar al Viejo Continente, pero poniendo otra vez en alto a la Región Lagunera.
La calificación al Mundial es demasiado premio para el futbol mexicano, preocupado por vender un producto que baja de calidad conforme pasa el tiempo.
Me parece que hay poco qué festejar. A unos días de conmemorar la Revolución Mexicana, este país se sigue sacudiendo entre goles, balazos y "dedazos".
Y qué curioso, durante el "Buen Fin" no hubo Liga MX, ¿coincidencia?
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