El nuevo Papa es un rockstar. A diferencia de su predecesor, al Papa Francisco le gustan las multitudes, los medios de comunicación y los reflectores. Bergoglio disfruta de la atención. Lo mismo al hablar frente a las 3 millones de personas que acudieron a verlo en su gira en Brasil, que al entablar un intercambio epistolar con la presidenta de Argentina, que en su disposición a hablar con los medios de comunicación. Bergoglio parece estar llenando el vacío de carisma que dejó el Papa Wojtyla.
Sin embargo, más allá de su carisma, lo cierto es que algunos expertos como Pedro Cobo y Patricia Barquet, vaticinan, en el nuevo número de la revista Foreign Affairs Latinoamérica, que realmente el Papa Francisco podrá hacer poco para transformar a su iglesia. No por que no tenga una agenda ambiciosa, que incluye un diálogo con otras religiones y un acercamiento con la iglesia ortodoxa, sino por su edad. Los autores se preguntan ¿cuánto tiempo durará Bergoglio en el papado?
Ahora bien, el Papa jesuita acaba de declarar en su vuelo de regreso de Brasil a Italia que "Si una persona es gay y busca al Señor y tiene buena voluntad, ¿quién soy yo para juzgarlo? El catecismo de la Iglesia católica … dice que no se debe marginar a estas personas por eso. Hay que integrarlas en la sociedad".
Tal declaración ha sido percibida por varios medios de comunicación en el mundo, incluido el New York Times, como de un "soprendente tono conciliatorio", como un "cambio sin precedentes". Honestamente hasta el momento no lo veo así. Lo que veo es a un Papa haciendo política ante los rumores, que parecen ciertos, de que existe un grupo adentro del Vaticano, en el que estarían incluidos curas y hasta cardenales, que está tratando de producir un cambio en la actitud de la iglesia católica respecto a la homosexualidad.
Por ello, creo que las palabras de Bergoglio iban dirigidas a los curas católicos que han sido "acusados" de ser gays y a ese supuesto "lobby gay" y no tanto a los gays, las lesbianas, l@s bisexuales y las personas trans que son fieles de su iglesia, a quienes ésta les ha cerrado la puerta una y otra vez, condenando las relaciones afectivo-sexuales entre personas del mismo sexo, con adjetivos como "aberración", porque está en la Biblia, sentenciándolas como pecado, y pronunciándose en contra del uso del preservativo, pese a la existencia del VIH-sida, como hizo Ratzinger también en un avión después de una visita a África, para después cambiar de opinión y aceptar el uso del preservativo "en ciertos casos". ¡Alabado sea el Señor!
Veo el comentario de Bergoglio en un segundo plano como un reconocimiento de que solo es cuestión de tiempo para que en las sociedades latinoamericanas, norteamericanas y europeas la iglesia pierda su batalla contra el matrimonio igualitario. Después de todo, en 2013 más de veinte países tienen algún tipo de reconocimiento público para parejas del mismo sexo. De igual forma, el comentario del Papa parece un reconocimiento de que él mismo ya fue derrotado en ese rechazo y en su cabildeo en contra del matrimonio entre parejas del mismo sexo en Argentina, cuando Bergoglio era arzobispo de Buenos Aires, y como hicieron constar varias de las organizaciones LGBT argentinas, incluso dando a conocer una presunta carta del entonces arzobispo a unas monjas carmelitas en las que les decía que el matrimonio gay "era una envidia del demonio".
Si las declaraciones del Papa de que "hay que integrar a los homosexuales a la sociedad" fueran honestas, entonces Bergoglio usaría la enorme influencia que empieza a tener para trabajar en aras no sólo de cambiar su iglesia sino especialmente para influir en alguno de los 80 países y jurisdicciones del mundo en el que se condena la homosexualidad desde 1 año de cárcel hasta la pena de muerte.
De particular importancia resulta el continente africano, donde el catolicismo y el cristianismo han avanzado como en ninguna otra parte y en donde 38 países tienen leyes que criminalizan los actos y conductas homosexuales, desde 1 hasta 14 años de prisión o con la pena de muerte en países como Sudán, Mauritania, algunas regiones de Nigeria y algunas regiones del sur de Somalia, como constata el informe titulado "Making Love a Crime", elaborado por la organización Amnistía Internacional y en el que también se denuncia como en países como Camerún basta con que alguien te "denuncie" de ser homosexual o lesbiana para sufrir una condena.
En resumen, el Papa Francisco va que vuela para ser una figura cada vez más influyente y poderosa en un mundo en el que los jóvenes se sienten menos identificados con las religiones y con la moral sexual que algunas de éstas dictan como dispositivo de control. Si realmente Bergoglio quiere ser un agente transformador y conciliador bien podría empezar por usar su poder para incluir a los fieles católicos de la diversidad sexual a la iglesia. Y con respecto a la actitud misógina de la iglesia de no permitirle a las mujeres católicas la ordenación, por el momento ya no tengo nada más que decir, después de todo ¿quién soy yo para juzgar al Papa?..
Politólogo e Internacionalista
Twitter @genarolozanos