Los cambios vertiginosos en ciencia y tecnología que se han presentado en el mundo durante las últimas décadas, han traído grandes ventajas y algunas desventajas para la cotidianidad y calidad de vida de los seres humanos; además, representan virajes en las modas, usos y costumbres a los que no estábamos acostumbrados y que se adoptan rápidamente por la influencia que las redes sociales tienen sobre nosotros.
De entre esos cambios, algunos no son positivos o al menos ponen en tela de duda las consecuencias de sus efectos; ahora, aparece entre las sociedades la descripción de dos nuevos términos para definir actitudes y comportamientos de los más jóvenes: la afluenza y los princesos.
Hace cosa de un año, un joven salvadoreño se unió con otros twiteros para promover el término "princeso" en las redes sociales; él escribió: "Una tarde estuve revisando que hay demasiadas cuentas en las redes que siempre tratan de poner a la mujer como lo más perfecto y denigrar a los hombres, se me ocurrió hacer una parodia (...) es como si las mujeres se estuvieran viendo en un espejo. Ellos son los princesos".
El princeso es una versión masculina y ridiculizada de las princesas que menosprecian a los hombres y los critican de diferentes maneras -en muchas ocasiones con razón- por no superar el machismo vigente o sus preferencias y gustos sociales que les desagradan; también se refiere a aquellas madres de familia que les parecen poca cosa los pretendientes de sus hijas o sienten insuficientes todos los méritos que un hombre pueda hacer para ganarse el cariño de la "princesa" y el merecimiento a pretender casarse con ella; son las que dicen: "mi hija se merece un príncipe", cuando en ocasiones las jovencitas no llenan los requisitos del término.
Otra corriente los define como jóvenes varones que no temen mostrar su sensibilidad a pesar del peligro de que sean considerados débiles o afeminados y expresan sus sentimientos amorosos y deseos de recibir afecto.
Todos, de manera evidente, hacen escarnio de las costumbres sociales con una manifestación de protesta al trato recibido.
La respuesta en los medios de redes sociales ha sido importante y también ha permitido a los metrosexuales expresarse más abiertamente y que algunos resentidos por el feminismo lo tomen como bandera para escarnio de las damas, ahondando las diferencias y desvirtuando el sentido. También en este caso encontramos a radicales en ambas posturas.
Sin duda, la creatividad ha sido factor importante y ahora existen muchos videos en donde se manifiestan ideas variadas. Todas representan una nueva expresión de la lucha por el reconocimiento, distinguirse entre la muchedumbre o tener una identidad propia, siendo evidente el ataque a la mal traída supuesta lucha de los sexos.
El otro vocablo es la "afluenza", que se refiere a la búsqueda desesperada del éxito en términos económicos; es una consecuencia más del materialismo, en donde el triunfo y realización personal se miden en dinero y reconocimiento social; se basa en las posesiones; "cuánto tienes, cuánto vales", dice el refrán popular.
Es un nuevo signo de la descomposición social en términos de translocación de valores trascendentes, sociales y humanos, que pone a las personas a competir para tener, dejando de lado el ser y generándonos frustración, malestar y hasta seria insatisfacción personal.
Este fenómeno aparece a partir del enriquecimiento del primer mundo occidental que ha sido orientado hacia una carrera desbocada para consumir, gastar y hacer circular el dinero en un sistema económico que funciona a costa de la salud mental de sus habitantes.
Otros, la describen refiriéndose a los hijos de ricos en los Estados Unidos de Norteamérica y Jessie O'Neill, nieta de un presidente de la General Motors, en un libro publicado hacia 1998, titulado: "El Ghetto dorado: la psicología de la afluencia", denuncia al hijo del adinerado que entiende a la ley y sus derechos en base a la riqueza del padre, sin respetar las normas sociales, pretendiendo la impunidad que en muchas ocasiones alcanza.
Es el personaje conocido como junior mexicano, quien desorientado en la ubicación social trata de imponer sus sentimientos del campo de la gana en base al dinero y la influencia del padre. Su afluenza.
Si los princesos son muestra de rebeldía ante la realidad social y las diferencias materiales, el afluente también busca su propia identidad, ambos en caminos errados y muchas veces escabrosos.
Es evidente la carencia de afecto y de atención emocional de sus familiares cercanos.
Estas nuevas manifestaciones de falta de realización humana, sumadas a las ya padecidas como el caso de los "mirreyes" -de quienes tratamos en otra entrega-, son otro aviso más para los habitantes del mundo posmoderno, que debemos cuidar para bien de las nuevas generaciones. ¿Usted tiene en la familia algún princeso o afluente?
ydarwich@ual.mx