Aunque hayan pasado como agua por el río, ya 18 calendarios, seguimos atrapados por la emoción de la primera mirada singular. Podemos ver en la película que nos ofrece la memoria que Nicolás Ramírez levanta la cabeza y mete un centro de oro a la testa milagrosa de Jared, cuyo remate se clava en la red y en la historia, ahí el futbol se hacía justicia por sí mismo, porque en aquel inolvidable mapa de emociones cumplía con su prioridad: ser el defensor de la alegría del pueblo.
José Miguel; Rubio, Gabriel, Pedro, Ricardo Wagner, España, Nicolás, Guamerú, Galindo, Caballero y Borgetti, los hombres que envió, de salida, Alfredo Tena, contra un Necaxa, mosaico de buenos jugadores que regenteaba el viejo zorro Lapuente y aunque todo ello es solamente pasado, nadie nos puede negar el legítimo derecho al recuerdo febril y estremecedor de un primer título y más que ello, el ascenso lagunero hacia los sitiales de élite, donde Santos ha permanecido.
Con los misterios y seducción del ayer, muy encima nuestro, debemos ofrecerle al futuro un rostro de optimismo y una sincera confianza que emane seguridad, porque este juego, por años nos ha metido a un ritmo de vida desafiante, donde se vive el encanto del miedo, del peligro, del azar y del riesgo, como factores básicos de una existencia en la que transitan los niveles del compromiso, la calidad, la capacidad y el reto al destino inmediato, con la obligación especial de borrar y zafar toda aquella dictadura que huela a incompetencia.
Pero sobre todo vivamos observando de cerca, por lo interesante y ejemplar que es, el delirio y la determinación de la gente lagunera, su entrega a toda prueba y la forma como permiten, quizá para endulzar una vida de limitaciones materiales, que siempre haya espacio para que habiten sus sueños, porque nadie como ellos para flotar sonriendo en el viejo laberinto de los sueños, sabiendo que no son dueños de sus propios deseos y por ello a veces les perturban.
Si el futbol es eterna fuente de angustias y alegrías, todos sabemos que nada podrá separar al pueblo de su equipo y que éste será siempre ocasión para modificar su estado de ánimo, en cualquier sentido, como algo propio del deporte y si bien, extrañamos a millares de ellos que no pueden acceder al moderno coso, como antes al viejo Corona, perfectamente sabemos que están bien pendientes de los medios para no dejar de respirar encima de sus jugadores, viviendo a corazón abierto y siempre cuidando que alguno de esos hombres eléctricos, vestidos de verde y blanco no se salgan del televisor en alguna pelota lateral y continúen jugando en la sala, con peligro de romper algún cristal.
arcadiotm@hotmail.com