Algo le debe estar sucediendo al alcalde de Torreón, Miguel Riquelme Solís, porque cada vez más es evidente que está perdiendo la paciencia.
Muy explicable puede ser el cansancio acumulado. Si el tema de gobernar los políticos lo hacen a todas horas, hay que agregarle el viaje relámpago que el presidente Riquelme hizo en compañía del gobernador Moreira a Corea del Sur en pos de conseguir por fin una inversión significativa para la ciudad, que no se ve desde los tiempos de la administración estatal del doctor Rogelio Montemayor Seguy, cuando fueron capaces de atraer la planta de John Deere.
Quizá ese sea el motivo por el que Riquelme Solís vea reducido su nivel de tolerancia a la crítica, para bien o para mal, nadie le regatea lo intenso de sus jornadas de trabajo, pero ello no es suficiente justificación para que precipitadamente comience a perder los estribos y muestre ahora un rostro pendenciero.
Viene esto a cuento por la respuesta que el edil torreonense les espeta a los regidores de Gómez Palacio luego que éstos acordaran en su respectiva sesión de Cabildo, exhortar al municipio de Torreón - léase a don Miguel- a que termine el paso conector de la calle Falcón de Torreón, con la avenida Lázaro Cárdenas de la zona industrial de Gómez Palacio.
La respuesta de la primera autoridad de Torreón fue contundente ante la invitación, directamente contestó: "no son necesarias las exigencias ni los exhortos"; "hemos trabajado coordinadamente con el alcalde de Gómez Palacio, José Miguel Campillo, y ha prevalecido la coordinación y la comunicación, pero sobre todo el respeto"; y todavía Miguel Riquelme al respecto abundó: "me parecen innecesarias las exigencias y los exhortos en el tema del puente, que en estos días arrancará el municipio gomezpalatino con fondos metropolitanos".
Estas frases pronunciadas por el líder político de Torreón son más que evidentes que cada vez tiene la piel más delgada ante cualquier medio de presión. Cierto es que el señor presidente municipal cuenta con su propio capital político, además de una sagacidad reconocida, no en balde hace poco más de 20 años su actividad política era la de tomar camiones en rebeldía estudiantil y apenas dos décadas después y en plena juventud, tener un palmarés político muy considerable y gobernar la ciudad más poblada de La Laguna, que en su conjunto, es una zona metropolitana que supera en tamaño a las capitales de los estados en las que se encuentra ubicada.
Todavía más. El alcalde Riquelme se encuentra en una circunstancia favorable para con sus intereses. Ha sido -y empieza cada vez más a dejar de serlo- un político conciliador que aprovechando el desastre que dejó su antecesor, ha sabido darle lustre a la investidura que hoy detenta. Además, la derrota del PRI en Saltillo y lo desgastado del gobierno estatal, por aquello de la megadeuda, le permiten al alcalde lagunero pensar que bien podría ser el candidato de su partido a la gubernatura en 2017, y convertirse después de 40 años, en el primer gobernador emanado de la Comarca Lagunera de Coahuila.
Sin embargo, parece que esas circunstancias están comenzando a marear al edil. Un día sí y otro también, Miguel Riquelme lanza puyas de distintas formas a todos aquellos -ya sean personas físicas, personas morales o como ahora, cabildos vecinos- sabedor que cuenta con las armas materiales para confrontar a quienes se les ha ocurrido increparlo.
Difícil será atinar si el actual alcalde de Torreón alcanzará la primera magistratura en Coahuila; lo que tiene seguro ahora es la nada despreciable senaduría para 2018, apenas meses después de que haya terminado su mandato como presidente municipal. Así que su situación está como para sentirse en los cuernos de la luna a nivel local; pero siempre a quienes uno cree capaces, hay que exigirles más, y el alcalde de Torreón tiene la verdadera misión de rescatar su ciudad de la situación en la que todos sabemos se encuentra; y esos aires pendencieros de Miguel Riquelme, no corresponden a la responsabilidad histórica que a él le ha tocado vivir. Pero a final de cuentas es decisión de él tomar su destino, al tiempo.