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Amargura en el corazón

Addenda

GERMÁN FROTO Y MADARIAGA

Hay personas que van por la vida destilando amargura. Son aquellas que viven una guerra interna y la reflejan en todos los actos de su vida.

Se les puede identificar fácilmente, porque suelen criticar a todos con suma facilidad, pero no con ideas, no son capaces de manejar ideas para sostener sus argumentos, es más, no tienen ideas, tienen ocurrencias y sobre todo críticas malsanas y malintencionadas, para denigrar al otro, pero sin aportar nada.

Las podemos encontrar en muchas partes destilando su veneno, a diestra y siniestra.

No son capaces de reconocer nada bueno. Para ellas todo es malo y aducen los argumentos más descabellados para criticar a otros, pues arrastran una profunda amargura.

Su corazón sólo concibe dolor y lo esparcen a todos lados. Critican todo y se lanzan contra todo; pues como diría Vito Alessio Robles: "Toda la historia de un hombre está en su actitud".

Yo me topo con frecuencia con este tipo de personas y la verdad, no puedo mas que sentir lástima por ellas.

Podría citar casos concretos, pero no quiero hacerlo, ni siquiera eso merecen estas personas, lo adecuado es ignorarlas. La vida es demasiado corta, como para desperdiciarla discutiendo con esas mentes cerradas.

Siempre que pienso en esas cosas, viene a mi memoria un pequeño cuento de Antoni de Melo, sobre un hombre feliz y uno amargado.

El hombre feliz era un hombre pobre, pero generoso, que para festejar el nacimiento de un hijo, invitó a todo el pueblo a una fiesta.

A todos los invitados les envió la invitación junto a una charola de frutas de su huerto. Todos los hombres, hasta el más odiado y rico del pueblo recibieron aquella invitación. Pero el amargado aquél, devolvió la invitación en la misma charola, pero en vez de frutas, le puso basura y la mandó.

El hombre humilde recibió aquella ofensiva charola y no sólo la ignoró, sino que reiteró la invitación y en la tarjeta le puso: "Cada uno da, de lo que tiene".

Yo creo que los lectores están cansados de leer sobre tragedias, críticas ofensivas y sensacionalistas. Por eso procuro plasmar en estas líneas, ideas alentadoras y reconfortantes, buenos comentarios o ideas propositivas. Pero parce que eso molesta a algunos que lanzan su veneno en forma vedada.

Quiero aclarar que no me molesta, porque si de algo me precio es de ser tolerante y porque frente a esos comentarios, recibo muchos más positivos y alentadores, de quienes aprecian lo simple y no viven amargados.

Nada menos, hace uno cuantos días, me encontré a mi amigo Alfonso González Karg, director adjunto de este diario y me dijo que "le gustaban mis escritos, cuando hablaba de los amigos". Me agradó mucho, porque yo como otros editorialistas, escribo para que mis amigos me lean y complacerlos a ellos. Y si me apuran tantito les diré que yo escribo para mí, para desahogar ese deseo de escribir, porque es una necesidad vital. Si estos escritos encuentran eco en una sola persona, me doy por bien servido, porque no quiero tocar a las masas, sino al corazón de las personas.

Como no merece la pena destinar tiempo a esas críticas que vierten amargura, no destinaré un renglón más a este asunto.

Por lo demás: "Hasta que nos volvamos a encontrar que Dios te guarde en la palma de Su mano".

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