El inicio de un año nuevo, ofrece la oportunidad de hacer un balance de lo acontecido hasta el día de hoy y un plan sobre el modo de acometer la solución a los problemas de la comunidad humana.
A nivel global ha quedado atrás el optimismo suscitado por el impulso democrático y la apertura de los mercados globales que siguió a la caída del Muro de Berlín y al colapso del sistema comunista.
La causa del desencanto no reside en que la democracia política y la libertad de mercado sean una mala idea. De hecho no son malas ni buenas en sí mismas, sino que son meros instrumentos y como tales, si se emplean bien producen bien y si se emplean mal producen mal.
El fracaso de la economía que se concreta en la crisis global de 2008 de la que apenas estamos saliendo, obedece a la ruptura que existe entre la economía financiera especulativa y la economía productora de bienes y servicios, lo que genera acumulación de riqueza improductiva e inequidad.
En el caso del desencanto por la democracia, deriva del clientelismo y la demagogia en virtud de la cual, muchos gobiernos orientan el gasto público a la compra de votos y conciencias. Lo anterior tiene su origen tanto en gobiernos populistas que se limitan a pronunciar discursos dogmáticos, así como en la escasez de líderes políticos que sean capaces de llevar sus ideales a la realidad, y que promuevan el desarrollo (humano, social y económico) y la distribución equitativa de los frutos del crecimiento a la par, como dos caras de la misma moneda.
Ha quedado demostrado que los cambios de sistema no son suficientes por sí mismos para producir buenos resultados a largo plazo, y se precisa que tales cambios sean instrumentados con acierto y para ello son necesarias además de la perseverancia, la inteligencia y la honestidad de los involucrados.
En el plano nacional, lo anterior constituye una lección respecto a que las reformas recientes constitucionales y legislativas que han sido concretadas en nuestro país, en temas tan diversos como el educativo, el laboral y el energético, no son una panacea es decir una solución en automático. Aportan sólo las bases o el principio de una transformación, cuyo éxito o fracaso dependerá de la inteligencia y la honestidad, aplicadas la realización en tierra de los preceptos legislativos de reciente factura.
En el ámbito local, el reciente relevo de autoridades municipales en el área duranguense de la Comarca Lagunera y los relevos correspondientes en el estado de Coahuila, en vías de transición, abren una nueva oportunidad al mejoramiento de nuestras formas de convivencia social y de la calidad de nuestras condiciones de vida.
Habría que analizar cada municipio caso por caso, para advertir si los nuevos equipos de gobierno aportan al horizonte las causas eficientes que justifiquen el optimismo natural que acompaña al inicio de cada nueva etapa, o al no avizorarse causas probables de mejoramiento concreto, debamos esperar del porvenir inmediato más de lo mismo.
Lo único seguro es que la situación actual por la que atraviesa nuestro país y región, exige una participación cívica de comunicación, exigencia y apoyo constantes, sobre las nuevas autoridades municipales y las ya existentes en los niveles estatal y federal.
Por otra parte, frente al cuestionado desempeño de nuestra clase política, podemos permanecer en el discurso del lamento y la crítica estéril o pasar a la acción directa y entrar a hacer Política, así con mayúsculas, para apoyar a los políticos que sean dignos de nuestro apoyo y señalar y substituir a los que no nos gusten y si no nos gusta ninguno, entrar de lleno a la política partidista.
Es cierto que muchos consideran la política como cosa banal o detestable sin embargo, conviene recordar las palabras de Arnold Toynbee, historiador inglés del siglo veinte, que previene que "El mayor castigo para quienes no se interesen en la política, es que serán gobernados por personas que sí se interesan".
