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Apostarle al olvido

Sin lugar a dudas

PATRICIO DE LA FUENTE

Quieren ganar tiempo, le apuestan a la desmemoria y el olvido, grandes males de nuestro país y circunstancia. Ya están aquí las fiestas decembrinas, sinónimo de excesos. Les viene de maravilla, como anillo al dedo.

Un México enfiestado, deseoso de abstraerse de los problemas que durante este 2014 lo han golpeado en la cara. El Gobierno, del mismo modo, acusa golpes. Quieren, buscan que olvidemos y nos desentendamos de los yerros, fracasos y escándalos que recurrentemente los persiguen. Una especie de tregua y al comenzar 2015, borrón y cuenta nueva.

Entrado enero, cambiará el discurso, no se mencionarán los males ni aquello que nos lastima y aqueja. Volverán los aplausos, el autoelogio, la promesa tardía y hueca de seguir moviendo a México.

Hablarán de las reformas que vienen, de cómo cambiarán nuestras vidas y del paraíso promisorio, prometido, anhelado. Al término de 2018 jurarán, "otra será la circunstancia." Nuestras críticas y reclamos habrán sido en vano, equivocados, síntoma de la injusticia y en el tenor de lo que falsamente y con dolo pregonan los enemigos de México y los desestabilizadores de siempre.

Tontamente nos dirán, la culpa habrá sido nuestra por habernos llevado por el canto de las sirenas y el barullo de aquellos malos mexicanos cuyos intereses fueron afectados y de ahí que durante 2014, a lo único que se dedicaron fue a ponerle piedras en el camino al Gobierno de la República y a sus nobles esfuerzos. Las casas, los amarres, los contratos y licitaciones dudosas, el amiguismo que impera en el círculo cercano y la corrupción del sistema político: todo ello justificarán, obedeció a un complot urdido desde las altas esferas, hilado por los enemigos de la Patria que se ocultan en las sombras. 2014 fue terrorífico, pero hay que olvidarlo por completo, insistirán.

El año que sigue y de ahí "pal real", serán mejores. Olvida, Juan Pueblo, pues la desmemoria, el desinterés y la amnesia de los ciudadanos, representan la mejor arma de una clase política que año con año vende indulgencias gracias a nuestra incapacidad manifiesta de recordar, exigir y llamarlos a cuentas.

Para su desgracia, el tufo que nos deja este fin de año a todos es de preocupación, desesperanza y amargura. 2014 será muy difícil de olvidar por más posadas, borracheras, comidas de oficina, mensajes gubernamentales llenos de buenos deseos, regalos de Santa Claus y la llegada de los Reyes Magos.

La cruda, aún antes de iniciada la fiesta y el Guadalupe-Reyes, es monumental y colectiva. El corolario de este 2014 es triste, angustiante, trasciende fronteras. Queremos olvidar; no podremos porque algo se rompió, porque la sociedad cambia a pasos agigantados y se comienza a gestar un cisma profundísimo en la conciencia colectiva.

La ciudadanía a todos sus niveles hoy alza la voz y se manifiesta, expresa su indignación pero a la par propone, construye vías de entendimiento y ya no está dispuesta a aceptar la enorme lista de abusos y embutes de su clase política y gobernantes.

No puedo ni quiero olvidar este 2014 que termina. La indolencia gubernamental nos lastima y las instituciones muestran fecha de caducidad.

El actual Gobierno tiene y debe evolucionar, mostrarse humilde, apelar a la unidad de los mexicanos, no seguir creyendo que somos tontos y nos tragamos con la facilidad de antaño tal nivel de mentiras y falsas promesas.

No señores, 2014 no se olvida. No es necesario enumerar las razones, de sobra conocidas, en lo que ha supuesto uno de los peores años en la historia moderna del país. Porque así sin hipérbole, 2014 fue espantoso.

No queremos olvidar, pero tampoco nadie en su sano juicio desea que un escenario así se repita en el futuro. Más sensatez, menos arrogancia y más unión en cada uno de nosotros; eso se necesita para que 2015 no alcance tales niveles de turbulencia, desazón y sabor aciago. El país nos necesita a todos porque el Gobierno a sus tres niveles, tal como lo vemos hoy, ya llegó a su límite de incompetencia.

No olvidemos. Extraviar la memoria es abrirle la puerta a la mayor de las tragedias; equivale a saltar al precipicio sin paracaídas ni posibilidad de salvación…

Nos leemos en Twitter, sin lugar a dudas: @patoloquasto

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