Así como en la física se dice "a toda acción corresponde una reacción", en la medicina toda ingesta de medicamentos tiene efectos secundarios y eso lo olvidamos o desconocemos.
De siempre hemos tenido la costumbre de automedicarnos; los bisabuelos o choznos enseñaron a las generaciones posteriores a tomar diferentes tes y fórmulas caseras; hasta el día de hoy, hay padres que recetan a sus hijos por ignorante atrevimiento, sin temor a las consecuencias que puedan tener sus aventuradas decisiones terapéuticas.
De antemano acepto que parte del problema es por las condiciones económicas y el alto costo de los servicios médicos particulares; también por la desesperante ineficiencia de los sistemas asistenciales de salud que hacen a los enfermos esperar por horas a pesar de sus dolores o molestias, para culminar con un diagnóstico general que requiere de medicamentos que no existen en la farmacia y que llegan a ser sustituidos por los de segunda o tercera elección.
Sin embargo, automedicarse o creerle a un familiar, amigo o compañero de labores puede ocasionar mayores problemas, complicaciones, otras enfermedades y hasta la muerte.
Le puedo escribir que en el pasado pude conocer y atender casos de personas que enfrentaban un shock anafiláctico por medicamentos recetados por el boticario de la esquina o intoxicaciones crónicas por tomar medicinas recomendadas por la comadre.
Le pregunto: ¿qué hace cuando tiene gripe o una simple diarrea?
Probablemente respondió que acude al botiquín a buscar los medicamentos que quedaron de la última enfermedad o fue a la farmacia a explorar en los anaqueles fármacos con leyendas que indican irresponsablemente su uso.
La automedicación es un serio problema de salud; según la Ssa, más de las dos terceras partes de los mexicanos se autorreceta con la complicidad de la industria farmacéutica y las autoridades. ¿O acaso es incapacidad o negligencia?
Frecuentemente confundimos las infecciones virales con las bacterianas y tomamos antibióticos innecesarios, en dosis inadecuadas o por períodos muy cortos.
Los virus no responden a los antibióticos y en cambio podemos crear resistencias haciendo difícil curar una simple infección bacteriana; pero eso no lo sabemos y en cambio nos automedicamos.
Conozco el caso de una mujer atrevida que consultando revistas y pasquines se considera capaz de recetar para controlar diabetes, aconsejar dietas y atender gastritis crónicas; lo peor es que las vecinas creen en ella, lo que le incrementa la autoestima y su irresponsable osadía.
Uno de cada diez mexicanos reconoce usar antibióticos a su libre albedrío considerando que en base a sus experiencias anteriores ha recibido tales tratamientos con buenos resultados. El problema de las infecciones subclínicas -enfermos sin sintomatología clara- son causa de complicaciones y/o propagación de enfermedades, caso de la amibiasis o la salmonelosis.
Los más viejos recordamos la eficiencia de la ampicilina, que en los años setenta era la panacea contra las infecciones y su abuso la llevó a hacerla prácticamente inútil en los tratamientos actuales. Así continúa sucediendo hoy con los nuevos antibióticos, menos tóxicos aunque más sofisticados y caros.
Según un estudio elaborado por una universidad mexicana, al menos uno de cada dos mexicanos se automedica en casos de gripe, enfermedad que requiere diferenciarse de otras patologías más serias. Teniendo un estado físico suficiente, la mayoría se soluciona entre tres y cinco días y el tratamiento está orientado a aminorar síntomas; sin embargo no es raro encontrar personas en las farmacias pidiendo antibióticos inyectables para tratarse.
Afortunadamente la Ssa ha hecho obligatorio la entrega de recetas médicas para venderlos, aunque ya hemos encontrado formas de burlar la ley y algunos empleados de botica ayudan a cometer el delito. Se grata de vender y el citado estudio afirma que al menos el once por ciento de los compradores lo hace ilegalmente.
Más de la mitad de los mexicanos se automedica en casos de dolores de cabeza, estómago o musculares y muchos de ellos, al acudir al médico, descubren que agravaron sus males.
Sólo treinta y ocho de cada cien enfermos acuden al médico para atenderse y las explicaciones del resto son válidas, empezando por el costo del servicio profesional, continuando con las influencias de mayores y conocidos que aseguran saber, hasta aquellos que simplemente no tienen la capacidad de dimensionar la seriedad de sus problemas de salud y la necesidad de auxilio profesional.
En mis épocas de estudiante, algún profesor argumentaba la importancia de los servicios médicos asistenciales y decía: "gracias a ellos no hemos tenido otra revolución" y probablemente tenía razón; sin embargo lograr mayores niveles de eficiencia y calidad de atención, incluyendo la solidaridad y afectividad entre humanos, es una cuenta pendiente que debemos liquidar cuanto antes.
En tanto sucede lo anterior, le pido cuide su salud y la de los suyos evitando automedicarse, aunque Usted crea que su comadre "sabe mucho".
ydarwich@ual.mx