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¿Bajo crecimiento secular?

ROGELIO RAMÍREZ DE LA O

Poco tardaron los analistas que hasta esperaban crecimiento económico mayor al 3.5% para ajustar a la baja sus estimaciones. Estos ajustes van a continuar, vista la mala cifra del índice global de actividad. Según ésta, en enero, la actividad se estancó después de haber caído en diciembre.

Según la experiencia de varias empresas representativas, la débil actividad en enero no se mantuvo en febrero y muchas veces tampoco en marzo. Hay casos de reducciones de precios motivados por ventas débiles, aun con las fuertes alzas de alimentos y energía en diciembre. Si bien eso ha bajado la inflación, los márgenes de utilidad de los productores siguen estrangulados, aunque los monopolios son caso aparte.

Así, la debilidad de la demanda interna es el común denominador de los negocios. Ya sabemos que la misma se explica por salarios muy bajos, poco dinamismo del empleo y una sustitución de empleos de baja paga en lugar de otros que pagaban mejor. La confianza del consumidor refleja esto, más que otra cosa.

Lo anterior deja a la exportación como la otra posible vía para generar el crecimiento que el mercado interno no permite. Esto es factible y siempre lo ha sido, pero en la situación global y en particular la de Estados Unidos, sólo es posible a tasas muy moderadas. Dichas tasas son suficientes para crecer cuando mucho 2.5%.

Si el mercado interno aporta otro medio punto de crecimiento al PIB, entonces éste podría crecer 3.0%. Pero la cifra de enero y las señales hasta marzo sugieren que el mercado interno puede no aportar siquiera este crecimiento, pues el consumo y la inversión siguen frenados. El mismo Banco de México en su Anuncio de Política Monetaria del 21 de marzo, reconoció que "aun cuando el gasto público ha presentado un mayor dinamismo, las exportaciones, así como el consumo y la inversión privados, todavía no muestran señales evidentes de aceleración".

La debilidad interna ha sido el eslabón faltante del crecimiento desde el sexenio de Vicente Fox, de ahí que la dependencia de las exportaciones continuará. Los cambios internos o reformas constitucionales han resultado demasiado numerosas para que por sí mismos despierten los apetitos de inversión privada y, además, dependen de legislación secundaria.

El riesgo al bajo crecimiento comienza a parecerse al de un ciclo donde se esperaba mucho de México, saliendo de una recesión en EU, en 2001, pero que no se materializó sino hasta 2004. Y aun así, no es claro que la economía haya escapado del bajo crecimiento secular, pues el aumento real del PIB promedió apenas 1.97% hasta 2013.

La debilidad estructural de la economía ya se había mostrado desde la falta de impulso suficiente en 2011, pero se resolvió favorablemente por el gasto y la inversión cíclicos del año electoral, permitiendo que el PIB creciera un engañoso 3.9%. Los aumentos de ventas por las empresas hoy comprueban que ese año fue en gran medida excepcional.

Si el bajo crecimiento es estructural y no cíclico, su desempeño será en gran medida independiente de las reformas y oportunidades de inversión porque la causa de fondo es una demanda insuficiente. Aunque sería extraordinario que se repitiera el estancamiento de principios de la década pasada, mientras no haya evidencia de un salto de expectativas y de flujos de inversión, tal escenario no debe descartarse.

Es cierto que en ese caso los indicadores de una macroeconomía sólida con baja inflación se mantendrían. Podría haber otros problemas, pero ése no, si se mantiene la disciplina de finanzas públicas.

Comentarios: rograo@gmail.com

(Analista económico)

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