Hace unos días falleció Robert Pastor, autor, académico, asesor político y promotor incansable por la idea de una región de América del Norte en que México, Estados Unidos y Canadá formarían un bloque económico para que los tres competieran juntos a nivel global y que hubiera convergencia en la infraestructura y estándares de vida de los tres países. Siempre visionario y polémico, Bob Pastor luchó hasta el final por esta integración, escribiendo, organizando y gestionando aun durante los cuatro últimos años de su vida, en los que padecía de cáncer, literalmente peleando por sus ideales hasta el final.
Reconocido como un joven académico brillante en los años 70, fue nombrado por el entonces presidente Jimmy Carter su asesor para América Latina en la Casa Blanca. Jugó un papel clave en la política de Carter sobre derechos humanos en el hemisferio, un esfuerzo importante aunque sólo duró los cuatro años de su presidencia, y fue el arquitecto principal de las negociaciones para el tratado que regresó el Canal de Panamá, entonces un protectorado de EU, al control pleno de los panameños. Por ese esfuerzo fue nombrado años después, por el presidente Bill Clinton, embajador en Panamá, pero algunos senadores de Estados Unidos muy nacionalistas bloquearon el nombramiento para mostrar su enojo al hecho que el país había, según ellos, "perdido" el Canal.
El nombramiento fallido como embajador fue una pérdida para las relaciones Panamá-EU, pero resultó ser una gran oportunidad para las relaciones entre México, Estados Unidos y Canadá, un tema al que volcó su atención y en que enfocó su entusiasmo y propuestas intelectuales.
A finales de los años 90, Pastor, después de un periodo en el Centro Carter ocupado por apoyar movimientos democráticos en el mundo, empezó a escribir sobre América del Norte, argumentando que el futuro de los tres países firmantes del TLCAN tenían que dar más sustento a su cooperación y hacer frente común en la economía mundial, tal y como habían hecho los europeos. Nos recordaba, a través de su libros, artículos y presentaciones, que las distancias entre los tres países de América del Norte eran, a pesar de las percepciones, mucho menos grandes de las que existían en Europa, una región que había vivido una guerra cruenta y que había logrado un desarrollo incluyente a pesar de los niveles de desarrollo tan disímiles al principio entre países como Dinamarca y Portugal.
Su visión para América del Norte era similar. No era suficiente sólo intercambiar bienes a través del comercio, sino que era esencial empezar a construir juntos la infraestructura para facilitar estos intercambios e invertir en el capital humano a través de la educación. Argumentaba con fuerza de que Estados Unidos y Canadá tenían un interés nacional en trabajar juntos con México en esfuerzos para detonar el desarrollo, tal como Alemania y Francia habían hecho con España, Italia e Irlanda. Costaría dinero, decía, pero miraba cómo toda Europa se había ido levantando después de esa inversión. Fue una idea visionaria y mucho más allá del momento político en los tres países, pero los políticos lo escuchaban y quedaba la idea por ahí como posibilidad del futuro.
Extrañaremos a Bob Pastor, pero estoy seguro de que su voz, sus ideas e ideales seguirán resonando fuertemente en los debates políticos e intelectuales en los tres países, y el día en que algunos de sus sueños se cumplan, sonreirá desde donde esté.
(Vicepresidente Ejecutivo del Centro Woodrow Wilson)