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Bueno para México, quién sabe para La Laguna

No hagas cosas buenas...

ENRIQUE IRAZOQUI

La captura de Vicente Carrillo Fuentes, alias "El Viceroy" entre otros muchos apodos, ocurrida el día de ayer en el mero Torreón, Coahuila, y sobre el mismísimo bulevar Independencia, es sin duda una extraordinaria noticia para México, pero sobre todo para el gobierno del presidente Enrique Peña Nieto, que en las últimas semanas luego de la luna de miel que su equipo le supo construir, a partir que se consolidaron las reformas estructurales, simplemente no le ha ido bien.

Basta dar una mirada alrededor del acontecer de la república mexicana, y el panorama no es ni por mucho el más halagüeño. Nadie que se precie de intentar hacer un juicio equilibrado de lo que está sucediendo y de la labor que ha hecho Peña, podrá decir que su gobierno no ha sido medianamente efectivo. Simplemente con haber roto la parálisis legislativa que imperaba en México desde 1997, año en que el partido gobernante, el PRI -para entonces no había otro que realmente le compitiera- perdiera la mayoría de la Cámara de Diputados, es de suyo un mérito que quedará para la historia. Pero eso no es suficiente para decir que todo marcha color de rosa. Al contrario.

Es verdad que la actual administración federal ha dado otro cariz mucho más positivo de lo que sucedió en muchas instancias de su ámbito de incumbencia, sobre todo si se le hace una comparación con el sexenio anterior donde el tema principal eran las páginas rojas de los medios en donde los hechos macabros que un día sí y otro también se publicaban los crímenes perpetrados por aquello que hoy simplistamente se denomina crimen organizado, y que ocupaban los principales espacios.

El gobierno del expresidente Felipe Calderón decidió que la agenda pública daría prioridad a los hechos de sangre y al combate frontal del narcotráfico antes que atender lo mismo a la pobreza que vive la mitad de los mexicanos o al mismo desarrollo económico, único camino para el combate de fondo a la carestía y la miseria. Todo esto fue aprovechado desde la campaña por el hoy titular del poder ejecutivo federal.

Con la astucia política natural con que cuenta cualquier cuadro político emanado del PRI, Enrique Peña Nieto supo por mucho que todas las torpezas políticas que había cometido su antecesor, debía transformarlas y capitalizarlas ahora a favor de su mandato, pero eso no podía durar para siempre. Eso no podía ser suficiente.

El pobre desempeño de la economía nacional desde que el hoy señor presidente asumió el mando y que no supera el promedio anual del 2 por ciento, es por sí sola una nota negativa de amplio peso para argumentar que el primer mandatario nacional sea el estadista que la patria mexicana necesita.

Y dentro del paquete de reformas económicas, el PRI, en alianza con el PRD, expidieron una Reforma Hacendaria que simplemente aprieta y exprime más a los formales, pero no se atrevieron a tocar los sindicatos -órganos fundamentales en sus esquemas corporativistas electorales- ni a otros grupos políticos de la misma clase. El resultante de esa reforma fue un bodrio que en parte es la razón por la cual la economía no despunta. ¿Qué inversionista puede animarse a correr grandes riesgos cuando se promulga una legislación tan desigual y tan injusta?

Y si en el tema de la economía no anda bien, mucho menos en el tema de seguridad. Aún cuando el equipo presidencial haya tenido la capacidad para lograr que los medios de comunicación no clasifiquen la información de la delincuencia como solía hacerse en el pasado inmediato, no significa que la población mexicana no esté ante el acoso de los delincuentes de cualquier especie. Incluso el Inegi ha dado cifras oficiales donde la seguridad pública es un problema que sigue afectando a millones de mexicanos.

Si a este par de temas torales, se le agregan los coyunturales, como lo es el presunto atropello de miembros del Ejército mexicano sobre un grupo de individuos en Tlatlaya, Estado de México, o el horror que se está viviendo en Iguala, Guerrero, con el asunto de los normalistas, pueden ser suficientes para hoy decir que el gobierno actual no vive tiempos de bonanza, al contrario, hoy son tiempos ya de una incipiente zozobra.

Por eso resulta tan afortunado para el presidente Peña la captura de un personaje como el de Carrillo Fuentes, que le viene de manera inmejorable, pero para los laguneros no puede ser tan bueno. La presencia de un personaje de la trascendencia de Carrillo Fuentes en La Laguna, no puede ser ni remotamente un buen augurio de lo que en esta tierra está sucediendo, porque la pregunta elemental que surge es saber qué habrá atraído a Vicente Carrillo a estas tierras. Por eso, qué bueno para México que esta detención ocurrió, pero para La Laguna, quién sabe.

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