Siglo Nuevo

Carola Bauckholt

Cibernética de la música

Carola Bauckholt

Carola Bauckholt

Miguel Ángel García

Hay quien concibe el arte solamente como el ejercicio de seguir patrones y reglas preestablecidas, en una constante búsqueda de la belleza, donde es menester la técnica y la inspiración. Este escenario paradigmático resguarda celosamente las grandes obras maestras para que enfrenten la inmortalidad, ¿podría cambiar el escenario?

Del bucle en la música: Si es posible escuchar, ¿será posible saber por qué se escucha lo que se escucha?

El escenario del arte siempre cambia, de hecho es su naturaleza: El cambio mismo en un proceso autopoiético. Con esto en mente Carola Bauckholt, compositora alemana, ha hecho de la percepción misma la materia prima de creación de su obra; o dicho de otra forma, pone 'ojos' a lo que siempre ha sido visto. La música de Bauckholt invita al escucha a contemplarla desde la música misma. Tal es la cibernética.

La palabra 'cibernética' viene del griego kybernetiké, que literalmente significa: el arte de gobernar, sin embargo Foerster la definiría más a detalle como: el estudio de las relaciones de organización que deben tener los componentes de un sistema para existir como una entidad autónoma. Alguien que percibe no necesariamente es consciente o está interesado en saber cómo percibe.

Al estudio de los sistemas básicos de percepción se le conoce como cibernética de primer orden, mientras que al estudio de las estructuras que permiten percibir algo se le denomina cibernética de segundo orden. En resumen, no es lo mismo estar consciente de lo que se ve, a estar consciente de cómo se ve lo que se ve.

La cibernética pues, -en ambos órdenes- entra en el estudio de cualquier sistema. En el caso de la música, fueron quizá Pierre Schaeffer y Helmut Lachenmann, los primeros en considerar la posibilidad de poder percibir las condiciones bajo las cuales se genera un sonido en una situación concreta, es decir el sonido no se genera desde sí mismo. A este fenómeno se le denominará “música concreta”.

Teniendo a Helmut Lachenmann como una de sus principales influencias, entra en escena Carola Bauckholt.

Carola Bauckholt nace el 21 de agosto de 1959 en la entonces Alemania Occidental. Trabaja en el Teatro Marienplatz de Krefeld, su ciudad natal. Discípula de Mauricio Kagel en la Escuela Superior de Música de Colonia, donde funda el ensamble Thürmchen. Posteriormente asiste a las academias de música de Stuttgart, Schreyahn de Colonia y a Villa Massimo en Roma. Desde 2013 es miembro de la Academia de Artes de Berlín.

Efecto Bauckholt

En primer lugar expulsa al espectador de su estado de confort de percepción de los hechos -cibernética de primer orden-, llevándolo a través de un misterioso enigma a preguntarse el porqué de los acontecimientos -cibernética de segundo orden-. Su propuesta está basada en un entretejido complejo de artes visuales, artes escénicas y música. Por ejemplo su obra Hellhöring, un teatro de sonidos donde se explora un mundo de voces, instrumentos y sonidos objetos amplificados combinados con luces en un escenario sencillo, por no decir vacío.

Pero su atrevimiento no para ahí, sino que deambula por el espectro de sonidos, muchas veces cacofónicos, generados por instrumentos pero de forma no convencional. Más aún, a menudo estos sonidos no convencionales son generados por objetos cotidianos convencionales, siguiendo la influencia de la música concreta de Schaeffer. La mezcla de sonidos 'naturales' con electrónicos pone de manifiesto que todo es natural y que nada está fuera como un espectador. De hecho el espectador no existe propiamente en la música de Bauckholt, pues este es fundido en la dinámica sonoro-visual del teatro.

Bauckholt hace fundamentales consideraciones sobre el espacio, el movimiento y el tiempo en relación con el contenido visual y sonoro.

Guardadas proporciones Bauckholt es una especie de Duchamp que se atreve a sacar lo más cotidiano de lo cotidiano y demandar del espectador su atención en el contexto que hace que el objeto en cuestión sea lo que es. Bauckholt invita al escucha a darse cuenta que cualquier cosa es capaz de generar sonido en un sinfín de estructuras armónicas libres de ortodoxias y restricciones académicas o culturales. En esas condiciones, al igual que La Fuente (Fountain), cualquier objeto adquiere nueva vida y existencia pues es alejado de contexto funcional. Es un objeto nuevo porque no vive un presente único, sino que viene acarreando un lastre conceptual del pasado. Por ejemplo: aparece un bandoneón en escena. Todos saben que es un bandoneón y este objeto es víctima de su pasado. Sin embargo, el momento de la liberación llega cuando la caja de madera que le contiene se convierte en una caja de dulces de un niño que alberga un réptil que despierta y se extiende en las manos del otrora acordeonista. El objeto dejó de ser un bandoneón para convertirse en muchas cosas producto de su metamorfosis espacio-sonora. El intérprete y el espectador dan al objeto un cuerpo y otro y otro más de manera perpetua. El objeto deja de serlo y se convierte en un “ser-objeto” con identidad transitoria.

Sin embargo, la diferencia entre La Fuente de Duchamp y cualquier propuesta sonora de Bauckholt estriba en que este considera que la creación artística puede ser el resultado de un puro ejercicio volitivo, librándose de las ataduras celosas de la técnica. Por su parte Bauckholt presenta sus ideas musicales, si bien no en una estructura analizada, sí logra concebir patrones rítmicos propios de su naturaleza, dándole identidad única a cada propuesta.

En este tipo de ambientes sonoros, Bauckholt presenta una música que pudiera asemejarse más a la vida misma, pues esta -la vida- nunca es lineal y rara vez es canónica. La vida entendida como un eterno bucle dinámico que devela momento a momento misterios y experiencias siempre nuevos, pues aunque sean los mismos, siempre se generaran en contextos diferentes. Ello hace que la música en instantes se torne absurda y en ocasiones con profundos estados de buen humor. Su música es también un vivo reflejo de la vida misma pues deja escuchar máquinas, animales y sonidos balbuceados.

Escuchar Mozart o Beethoven es involucrarse en lo más profundo de la belleza, la estética y el canon universal. Escuchar a Bauckholt es fundirse con todo aquello que es capaz de generar un sonido sin importar si ello está ordenado de tal o cual manera u obedeciendo regla alguna. Su música es en definitiva no un esfuerzo por entender algo, sino más bien un esfuerzo por entender cómo funciona el entendimiento, de ahí su connotación cibernética.

El pensar científico tradicional es una mera proposición que se inclina al fenómeno del explicar. Da por sentado que existe un observador absoluto capaz de generar realidades. Lo mismo sucedió con la velocidad de la luz cuando se le consideró como una constante. Al ver que no lo era, la física clásica tuvo que circunscribirse al campo finito donde puede dar 'verdades'. Así, supo por fin que su campo era limitado y no le quedó más que ceder el terreno a la física cuántica.

En un mundo tan dinámico y convulsionado, pensar que hay una receta para entenderlo resulta estéril y peligroso. El arte de hoy, como la física cuántica, establece probabilidades y posibilidades de esencia.

El mundo demanda procesos complejos, si bien no de entendimiento, sí de adaptación y adecuación, por ello el arte se ha redefinido en un ejercicio de percepción de las estructuras que hacen que todo sea manifiesto. Esta es hoy la faceta del arte de nuestros días. Esta es la música de Bauckholt.

Correo-e: m-angel_garcia@penoles.com.mx

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