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Coahuila y la guerra del gas natural

Periférico

ARTURO GONZÁLEZ GONZÁLEZ

¿Qué tiene en común Coahuila con Gaza, Siria, Ucrania e Irán? Tres letras: gas. Es una verdad a gritos que hoy se libra en el mundo una guerra por el control del gas natural. La creciente demanda de energía y la disminución de disponibilidad de petróleo han obligado a voltear al gas natural como sustituto. Algunos especialistas que han seguido la teoría del pico de Hubbert, ubican en la segunda mitad de la década pasada y el inicio de ésta el cénit de la producción de petróleo a nivel mundial. Otros, más optimistas, calculan que ese nivel máximo se alcanzará en 2030. Lo cierto es que una vez alcanzado ese pico, la producción comenzará a decrecer. Los yacimientos más grandes fueron descubiertos en el siglo pasado y las reservas terminarán por agotarse. Puede sonar apocalíptico, pero los expertos apuntan a que el fin de la era del petróleo está cerca.

Como muestra de lo anterior, un dato: de acuerdo con el documento Prospectiva del Petróleo Crudo 2012-2026, de la Secretaría de Energía, mientras que la producción de petróleo crudo apenas aumentó 11.7 por ciento en la década pasada, el consumo de energía primaria creció 31.8 por ciento en el mismo lapso. En este escenario, la explotación del gas natural representa una alternativa para satisfacer la demanda energética mundial. En esto radica la importancia del recurso no renovable, además de tratarse de un combustible menos "sucio" que el llamado "oro negro". Es por eso que resulta hoy vital y estratégico el control de los yacimientos de gas.

¿Qué implicaciones tiene el agotamiento de las reservas de petróleo? La actividad más afectada sería la agricultura y la producción de alimentos. Según algunos cálculos de expertos, para producir una caloría de alimento se requieren diez de energía de origen fósil. En la era premoderna, bajo los modelos esclavista y servil de la economía, el motor de la producción alimentaria era el propio cuerpo humano y la fuerza animal. Hoy ese motor son los combustibles fósiles que proveen de energía a los vehículos y las máquinas necesarias para que la semilla de trigo que se cultiva en el campo llegue convertida en pan a la mesa de miles de millones de hogares en todo el mundo. Para los capitalistas, ese inmenso aparato debe seguir moviéndose. Y como las llamadas energías limpias (eólica y solar) aún son limitadas en su explotación, el gas natural surge como el sustituto momentáneo ideal para que la rueda siga girando.

Por eso, no resulta extraño que detrás de los conflictos recientes en Gaza y Ucrania y el no tan reciente de Siria, esté la pelea por el control de yacimientos de gas natural, así como su explotación y distribución. Europa depende en un 39 por ciento del gas que le proporciona Rusia, la mitad pasa por Ucrania. Israel ambiciona las reservas marinas de Gaza. Estados Unidos no está de acuerdo con la posibilidad de que Irán suministre gas a Europa a través de Siria, amén de la importancia que tienen las propias reservas de este último país. Cada una de las grandes potencias tiene sus proyectos y busca sus propios aliados para desarrollarlos. En el mapa de la geopolítica económica, controlar el suministro de energía, en específico del gas natural, resulta hoy decisivo.

En México se libra otro tipo de batalla, una batalla legislativa en el Congreso de la Unión para brindar el marco legal necesario que permita la explotación de hidrocarburos por parte de empresas privadas. En esta batalla tiene serias implicaciones la región noreste del país, en donde se encuentra Coahuila, debido a los yacimientos de gas natural, sobre todo en la llamada cuenca de Burgos, la cual en lo que va del decenio ha duplicado su producción y hoy se ubica en el segundo sitio en México. El Programa Nacional de Infraestructura 2014-2018 del presidente Enrique Peña Nieto contempla importantes proyectos en este sentido. Uno de ellos tiene que ver con la exploración y explotación de gas en Coahuila, Nuevo León y Tamaulipas, para lo cual se ha presupuestado una inversión de 50,870 millones de pesos.

Con la crisis en Ucrania, Europa ha buscado fuentes alternativas de suministro de gas natural. Una de ellas es América del Norte. Para ello, quien ha levantado la mano ya para convertirse en la puerta del viejo continente para el combustible es España, que ha puesto los ojos en la creciente producción de gas natural de las cuencas estadounidenses y mexicanas, gas que se transportaría licuado en buques. Coahuila sería una de las fuentes de ese gas. Debido a esto, los gobiernos de México y Coahuila se han convertido en férreos defensores de la explotación del combustible fósil en la cuenca de Burgos bajo el argumento, en teoría, de detonar el desarrollo económico de la región. Pero hay importantes inconvenientes.

En los últimos años se ha dado un auge en la extracción de gas de lutitas (o "shale"), que es gas natural almacenado junto con aceite natural en rocas de baja permeabilidad. Para sacarlo, es necesario aplicar un método conocido como fractura hidráulica (o "fracking") que utiliza una mezcla de agua con arena y componentes químicos para crear de forma artificial, a través de pequeñas fracturas, la permeabilidad en la roca y así permitir que el gas se libere y suba a la superficie. El problema es que este método ha sido blanco de críticas de organismos ambientalistas por las consecuencias ecológicas, las cuales han obligado a varios países a prohibirlo. Según la Alianza Mexicana contra el Fracking, éste representa "un gran riesgo de contaminación de las fuentes de agua de poblaciones cercanas y la habitabilidad de sus viviendas, contamina el aire, tierras de cultivo y pastura, y requiere una ocupación territorial intensiva", además de que provoca serios daños a la salud de las personas.

No cabe duda que Coahuila está dentro ya de la guerra del gas natural. Son muchos los intereses económicos que están de por medio, así como las consecuencias ambientales. ¿Cuál de los dos aspectos será la prioridad? ¿Es posible empatar ambos intereses? En lo personal creo que, en cuestiones de salud y medio ambiente, más vale pecar de exagerados que de ingenuos.

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